domingo, 27 de diciembre de 2009

La Bodega






El capitán lanzó una maldición en danés, y le gritó al segundo:

- Todo a babor...!!!, pero íntimamente sabía que cualquier intento de maniobra era inútil, demasiado tarde el radar de colisión había registrado la monstruosa ola del Tsunami que se acercaba a su barco a mas de 200 kilómetros por hora... el navío, su carga y sus tripulantes tenían los minutos contados.
Ordenó desesperadamente que el operador de radio lanzara el mayday, la llamada de auxilio internacional, y radiara la posición del buque, mientras trataba de ver en las tinieblas de la noche la gigantesca masa de agua que mataría a su barco y a él mismo, tomó el micrófono y aulló a su tripulación que se aferraran a lo que tuvieran a mano ante la inminencia del impacto. Salió del puente para tratar de ver lo que se acercaba por estribor cuando se le cortó la respiración de la impresión, una pared de agua cuatro veces mas alta que el puente de su nave estaba llegando ya...
Unos segundos después el carguero sueco Kronborg daba una vuelta de campana y se hundía a toda velocidad frente a las costas de Liberia.


Marco Benítez se despertó por el estruendo ensordecedor en la bodega, no entendía que pasaba cuando un caño de los muchos que estaban allí estibados le golpeó la cabeza y perdió el conocimiento.
Cuando despertó luego de un tiempo que no podía precisar tardó en recordar donde estaba, la oscuridad era impenetrable y al tacto todo le era desconocido, por suerte tenía su mochila aún agarrada a su espalda... con trabajo logró sacar la pequeña linterna que traía. Al encenderla un lugar por entero desconocido se mostró ante sus ojos. Todo estaba de cabeza, las cajas almacenadas en la gigantesca bodega estaban tiradas por cualquier parte, los autos estaban destrozados y dados vuelta y había un gran revoltijo de cosas que habíanse salido de los contenedores. Tardó en darse cuenta, en su simple inteligencia de albañil, que en realidad estaba parado en el techo de la bodega y que el barco estaba dado vuelta. Su desesperación se hizo física y casi pierde el conocimiento. Se repuso a medias mientras corría a la escotilla que ahora, al revés, estaba a su izquierda, le costó gran trabajo trepar por la pasarela ya que peldaños y baranda estaban de cabeza. Con esfuerzo lo logró y estando a punto de abrirla, girando la manivela tuvo un presentimiento al ver un imperceptible chorrillo de agua que se abría paso por el borde de la escotilla. Alumbró por el doble cristal de la esclusa y un grito le cerró la garganta, del otro lado de la portezuela vio pasar navegando un teléfono celular y una gorra...
Se descolgó como pudo de la pasarela y trepando por las pilas de cajas y por sobre los autos que, dados vuelta estaban por allí llegó a la esclusa del otro lado de la enorme bodega. Aquí le fue mas difícil trepar ya que el techo de la ésta, que ahora funcionaba como piso, estaba en desnivel respecto del otro lado y no había como trepar. Apiló cajas hasta poder saltar y aferrarse a los peldaños hasta que finalmente lo logró. El corazón se le cerró de angustia al comprobar que allí también estaba todo inundado... estaba encerrado.
La compuerta principal de la bodega, gigantesca, y por donde habían introducido la carga (y donde se había descolgado él también como polizón), ahora era el piso y no había ninguna posibilidad de abrirla. Que había pasado? El barco estaba de cabeza, eso era claro, pero... estaba a flote?, o bajo el agua?. De pronto, y a pesar de su escasa inteligencia entendió su situación. Estaba encerrado en la bodega de un barco hundido en el fondo del mar.
El miedo y la impresión pudieron con él y se desmayó.
Cuánto tiempo estuvo inconsciente no lo supo, ya que no tenía reloj, pero su linterna apenas alumbraba aún y se desesperó aún mas, si ello era posible, rápidamente pensó que hacer, por lo pronto aferró el encendedor que tenía en la mochila, entonces vio el reflejo de la luz en uno de los autos que habían allí. Se acercó a él y con trabajo logró sacar la batería y rompiendo uno de los faros sacó la lampara con sus cables y obtuvo luz. Hizo lo mismo con otros cuatro autos y así logró iluminar casi toda la bodega. El espectáculo era surrealista, aunque él no supiera lo que eso significaba. Cajas, objetos, caños, autos y una gran cantidad de los mas diversos mercancías estaban tirados por ahí... entre ellos había bolsas de cereales, galletitas, leche en cajas y otros alimentos. Se alegró, tendría que comer, además de las cosas que había traído consigo cuando decidió viajar como polizón a Europa.
Con el estomago lleno le dio sueño, se quedó quieto y empezó a recordar.
La culpa de que él ahora estuviera en esa situación era del ferretero Ferrari, él era el que le había llenado la cabeza con la plata que un albañil podía hacer en Nápoles, donde Ferrari había vivido, él era el que lo había alentado a viajar a Italia, el que lo había empujado a esa bodega... maldito Ferrari. Marco nunca hubiera podido ahorrar lo suficiente para pagar el viaje viviendo en la villa 21 de Retiro, en Buenos Aires, tampoco se habría dado maña para sacar el pasaporte, ya que ni siquiera tenía documentos... pero el destino lo había llevado a pintar la casa de ese tipo, como era? Galván, ese.
Galván había sido guerrillero en los 70, y se había escapado a Europa en barco, como polizón, como él. Cuando el guerrillero le contó se hizo la luz para Marco. Buscó al primo de Yesica, su hembra, un tipo que trabajaba en el puerto y averiguó qué barco salía para Italia. El primo se lo marcó y a cambio del televisor y el equipo de música de Marco lo ayudó a esconderse en un contenedor medio vacío que cargaron en aquella bodega. Llevaba consigo su mochila con algunas pocas cosas y comida para el viaje de 15 o 20 días, lo que, según el primo de Yesica calculaba que duraría el viaje...
Se durmió.
Despertó luego de un tiempo y lo primero que sintió fue miedo. Lentamente empezaba a entender lo terrible de su situación. Estaba en la bodega de un barco en el fondo del mar, con el aire que pronto se acabaría y sin forma de salir, y aunque pudiese cortar con las herramientas que había allí los 15 centímetros de acero macizo del casco del buque, aún estaría en el fondo del mar. La impresión frente a la certeza de su próxima muerte lo venció y volvió a desmayarse.
Se despertó extrañamente tranquilo. En su breve inteligencia pensó que los dueños de todo lo que había allí estarían buscado el barco, y si lo encontraban antes que se acabara el aire, lo salvarían. Decidió ayudarlos.
Con un pedazo de tubo de metal comenzó a golpear el casco con golpes rítmicos. Al cabo de un par de horas se cansó. Comió lo que mas le gustaba, unos embutidos de fiambre que encontró en una caja. Jamón crudo. Él no conocía el jamón crudo, nunca había podido comprarlo y ahora, allí en el fondo del mar disfrutaba de su sabor... quién sabe?, pensó, quizá tenga suerte.
Siguió con los golpes hasta que un sonido del otro lado del acero lo sobresaltó.
Primero se alegró, pensando que habían encontrado el barco y lo rescatarían... al cabo de un rato recordó donde había oído esos sonidos antes. Una tarde el hermanito de Yesica estaba mirando el canal raro ese, el Discovery, y habían unas ballenas, azules creyó recordar, que cantaban así... sí, ese era el sonido. Del otro lado del acero las ballenas le contestaban y le hacían compañía...
De pronto empezó a reír, con carcajadas plenas y francas. Estaba allí solo, en medio del mar y su única compañía eran ballenas...
Al cabo de un rato la risa se transformó en llanto y por primera vez entendió que su vida se terminaba allí mismo.
Con una certeza que hasta para alguien de pocas luces como él era evidente.
Solo era cuestión de esperar.

Decidió que sus últimas horas las pasaría lo mejor posible, así que buscó entre el revoltijo de mercancías los mejores embutidos, los vinos que le parecieron buenos y se armó con las butacas de cuero de un Jaguar E Type, una cama y un cómodo sillón, así instalado hizo lo único que le quedaba por hacer, fuera de oír cada tanto aquellos sonidos de las ballenas fuera del casco del buque. Se dedicó a repasar su vida.
Pasado ya el miedo que le inspiraba la idea abstracta de la muerte, su breve inteligencia en realidad le sirvió de anestésico, ya que se resignó a aquello que el destino había querido para él... y sólo entonces descubrió lo feliz que había sido siempre, y como había resignado esa felicidad siempre en pos de querer tener o ser algo mas.
Recordó con vívidos detalles su infancia en su Corrientes natal, las tardes de sol en la que con sus hermanos recorría el campo con el rifle en busca de palomas para comer, lo dichoso que era cuando su madre amasaba pan, y el olor que éste tenía, y que nunca había vuelto a oler. Con la misma emoción revivió en sus recuerdos el primer beso que le dio aquella chinita de trenzas y de ojazos negros que sin embargo resplandecían como el sol... sintió nuevamente en su piel la explosión de energía la primera vez que sintió el cuerpo desnudo de una mujer y la imperiosa necesidad de irse de aquel lugar cuando la vio pasar en ancas del caballo del patrón...
El aire se estaba enrareciendo y una pesadez que no presagiaba nada bueno le impedían ya ponerse de pié... una a una las luces que eran alimentadas por las baterías de los autos se iban apagando.
Recordó cuando llegó a Retiro y no podía creer que hubiera un lugar con techo para los trenes y como el pibito ese que se ofreció a ayudarlo a bajar los bultos, le robó los bolsos con sus cosas... el miedo y la soledad que sintió esos primeros días y la alegría cuando aquel capataz paraguayo le consiguió su primer trabajo y las chapas para hacerse la casilla en la villa...
Tomó algo de lo que le quedaba de la última botella y comió otro pedazo de jamón y pensó que si hubiera podido salir de allí nunca mas le habría faltado algo tan rico...
Entonces recordó a Yesica, la bolivianita que había conocido en la bailanta y que le había alegrado la carne el último año, y en lo bien que estaba en la obra, comiendo esos asados de falda que hoy recordaba tanto... había tenido una buena vida, si señor, pero siempre ese afán de irse, de no estar, de ser otro, de no conformarse con lo que tenía y era... de querer ser mas sin importar el riesgo o lo que perdía en el intento. Y también se acordó de Ferrari y las historias que le contaba de Italia, maldito gringo que le había metido esas ideas en la cabeza a él que lo tenía todo con Yesica, las obras, las mañanas de sol (que ya no volvería a ver nunca) y los asados de falda...
Cuando el aire ya casi no era aire pensó en Dios, él nunca pensaba en Dios, sólo tenía una creencia casi supersticiosa sobre la religión y a decir verdad nunca había pensado mucho en la idea del cielo y el infierno... de chico su mamá los llevaba a misa los domingos pero él aprovechaba el viaje mas como paseo que como experiencia religiosa... y bueno, si había un Dios en un rato nomás estaría con él.
Dio aún un último bocado a aquel jamón desconocido y se echó un último trago de ese vino dulzón y pegador. Miraba fijamente la última lámpara que brillaba cada vez mas débilmente. Pensó si le quedaba aún alguna cosa en la que pensar y decidió que no.
Entonces murió.

Las ballenas azules que habían estado haciéndole compañía con su canto de alguna manera supieron que el hombre ya no estaba, entonces decidieron seguir su viaje por altamar.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Ivana y Mimí - 1976

El amor de un pre adolescente y su iniciación amorosa en una época oscura y terrible.


Por aquella época todo me parecía raro y maravilloso, el mundo era un lugar fascinante e inexplorado que comenzaba dificultosamente a transitar con la pesada carga de estar solo contra todo y contra todos.

En el colegio me sentía muy bien, los profesores no se animaban a salir de sus casas y la cosa se ponía cada vez mas oscura, los militares ocupaban todos los espacios, con una presencia ominosa que no veíamos o no queríamos ver, pero que estaba ineludiblemente allí... la gente solo “desaparecía” simplemente...

Pero allí estaban las seis horas libres al día con su promesa de diversión, charlas intimas, cigarrillos libres en el baño “del fondo”; los nuevos, los que había mandado hacer Gigena, y que tenían esos azulejos que hoy me traen tantos y tan gratos recuerdos, con sus flores amarillas que añoro tanto...

Fué por esos días que con el “Pato” Manrique y el “Gato” Retta conocimos a Mimí, ella rondaba los treinta y era aun muy guapa, idéntica a una de nuestras compañeras, Ivana, de la cual ya por aquel entonces estaba yo perdidamente enamorado con aquel amor entre infantil y adolescente que dolía tanto por las noches, claro que la rusa no me registraba, como creo que no registraba a nadie, por esa mezcla de carácter taciturno y una niñez que le costaba terminar a pesar de tener catorce.

Mimí era un sol para los tres y nos enseño todo lo que un hombre debe saber frente a una mujer sin ropas, recuerdo que no podía dejar de visitarla... a cualquier hora... casi todos los días... era una atracción entre enfermiza y una explosión de hormonas que el sexo exacerbaba de manera brutal.

Ella me recibía siempre, aun cuando a veces estaba acompañada, creo que en su sabiduría de experta en lujuria intuía que en realidad yo no le hacia el amor a ella, sino a la rusita que ocupaba mis relatos de almohada...

Me miraba con los ojos brillantes y celestes cuando todo estaba en calma, y yo me ahogaba con un cigarrillo que no sabia fumar, contándole como estaba perdido por aquella rubiecita de rulos, huraña y esquiva, tan infantil quizá como yo mismo lo era.

Mimí me acariciaba despacito mientras pensaba, quizá, en cuanta suerte tenía aquella niña que se le parecía y que, sin saberlo, despertaba aquellos arrebatos de pasión.

Una vez, una noche en que no pude contenerme y fui a verla bastante tarde, luego de hacer el amor noté que lloraba... en mi inexperiencia juvenil supuse que le había hecho daño de algún modo y le pedí disculpas... ella simplemente me miro en silencio y rompió en un llanto tan profundo como doloroso.... en mi inocencia solo atiné a abrazarla torpemente y sufrir con ella.... luego de un rato me pidió que me fuera.

Esos días en la escuela estuve muy mal, cada vez que veía a Ivana no podía dejar de asociarla con Mimí y automáticamente pensaba en ella... fui varias veces a su departamento y colándome por el patio, golpeaba la ventana de su cuarto una y otra vez pero nada.

No estaba.

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Recuerdo que un viernes a la tarde vino Pato a casa, y entre agitado y extrañado me dijo que Mimí quería verme, y ya... volando me calcé aquellas Adidas blancas de tiras rojas que mi vieja me había comprado el año anterior, y que por falta de uso estaban casi nuevas.

Llegue a su casa y estaba esperándome con aquel vestido floreado que tanto me gustaba, fumando pensativa en el dintel de la puerta.

Lo que hablamos esa tarde me lo guardo solo para mi, fue la conversación mas dulce y romántica que nunca jamas volví a tener y en la cual aprendí mucho sobre el amor y el dolor, sobre la entrega incondicional y la angustia, fue vivir una vida a los catorce y algo que me cambio para siempre.... Después hicimos el amor como nunca antes lo había hecho y viví sensaciones como jamas he vuelto a vivir, me despidió con el único beso en la boca que me dió en todo el tiempo que estuve cerca de ella, y me regaló una navaja roja que yo siempre le había admirado y que tenía sobre su mesa de luz, la que aún hoy conservo como el regalo mas entrañable de aquella dulce época.

Aun recuerdo su mirada cuando doble la esquina camino a casa.

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Nunca mas volví a verla ni a saber de ella.

La busque y pregunte pero todo fue inútil...

Ahora solo vive en mis recuerdos.

Gracias Mimí, donde quiera que estés, por haberme enseñado el valor del amor!!!!

jueves, 19 de noviembre de 2009

Simplemente Loba


Requiem para Loba:

Hoy es uno de los días mas tristes de mi vida.

Como casi todo lo que he amado en este mundo, también Loba se ha ido para siempre... Mi ángel guardián, mi compañera fiel en las caminatas por los parques, la silenciosa compañía que desde mis pies, cuando solo acompañado por su dulce mirada, apuraba yo un mate mientras borroneaba las líneas de alguna historia, o cuando se quedaba absolutamente quieta mientras su amigo (yo) lograba esa foto precisa... la cuidadora implacable de mis hijos, a los que nadie podría nunca dañar mientras ella estuviese allí... la que no dudaba en revolcarse por el pasto jugando conmigo sacando esos formidables colmillos que jamas mordieron otra cosa que el poco alimento que pedía. Simplemente Loba. La que un día llegó (ya hace tantos años...) empujada vaya uno a saber por que alma oscura que la dejó en la calle librada a su destino, el mismo que la llevó a mi puerta, de dónde la rechacé prolijamente una y otra vez hasta que a puro corazón se ganó un lugar en la familia, la que desde entonces adoptó y defendió fieramente...
Se apagó callada y suavemente en mis brazos mientras sus ojitos dulces me dedicaban su ultima mirada, y a los que desde el fondo de mi alma pude agradecerle que me haya considerado su amigo.
Adiós Loba, hasta siempre. Sé que si existe un Cielo para los perros buenos ( y de eso estoy seguro), allí estarás, indudablemente, y también sé que volveremos a vernos algún día... pero no por ahora, no por ahora. Chau Lobita!!!

miércoles, 18 de noviembre de 2009

El Perro


Aquella noche Osvaldo estaba muy cansado, el “baile” que le había dado el sargento fue terrible y destructivo, seis horas de instrucción continua y luego dos horitas en el campo de tiro fueron suficientes... las piernas no le respondían, los hombros dolían feo y el hambre le aguijoneaba el estomago. Pero no importaba nada,
porque en unos minutos el tren lo dejaría en la estación de San Martín, y de ahí las dos cuadras que la separaban de la casa de Titi se irían volando... Su novia estaría allí con los ravioles prometidos y las caricias a flor de piel, el único problema era el tren, porque el ultimo para Maschwitz salía de allí a la 1:05 lo que daba cuatro horas y pico para la cena y mimos.
Titi estaba radiante cuando abrió la puerta, la verdad es que Osvaldo lucia impecable en el uniforme azul de la federal, y esa gorra que él tanto odiaba le sentaba magnifica, pero no podía ser mu
y demostrativa ya que la mirada helada de la Negra controlaba la situación, Titi sabia que estaba de prestada en la casa de su hermana y no quería incomodarle ni incomodarse con una situación enojosa, demasiado bien sabia que ella era muy estricta y anticuada y le importaba mas lo que pensaban los vecinos que su propia felicidad.

Lo saludo con un beso en la mejilla y se deleito con el aroma de la colonia que ella misma le reg
alara una semana atrás mientras el le entregaba el paquetito con masas que traía para el café de postre, la charla durante la sobremesa giro sobre temas triviales, lo duro del trabajo en la fabrica para las hermanas y lo duro del entrenamiento en la escuela de policía para el... después de los postres la Negra estaba vencida de sueño y cabeceaba en la mesa, no quería dejar sola a Titi con Osvaldo pero el cansancio del día era mas fuerte, por lo que decidió retirarse a dormir, no sin antes mirar por la cancel para comprobar si los vecinos indiscretos no verían a su hermana despedirse de su novio demasiado apasionadamente. A partir de allí la cosa mejoro notablemente para Osvaldo que pudo, al fin, disfrutar de un poco de intimidad.

Las horas pasaban implacables y pronto seria tiempo de retirarse, a riesgo de perder el ultimo tr
en a Maschwitz y tener que dormir en la estación... como habían convenido dejo su uniforme allí para que las hermanas lo limpiaran adecuadamente durante el fin de semana y de civil, abrigándose con el grueso sobretodo que le había prestado don José, su padre, Osvaldo al fin pudo juntar valor para dejar a su novia en la puerta y marchar a la estación con el tiempo justo porque ya veía baja la señal que indicaba el próximo tren.

En el vagón no había un alma y el frío realmente calaba los huesos, poniéndolo de muy mal humor ya que a esa hora el único taxi que podría llevarlo hasta Dique Lujan hacia rato que estaba en el garaje. La caminata que le esperaba era brava
a esa hora y con ese frío, mas aun cuando si o si tendría que cortar camino por el viejo terraplén de la vía muerta que unía los dos pueblos, ya que le ahorraría por lo menos dos kilómetros de marcha, no tenia miedo de andar por allí a esas horas ya que la Ballester Molina cal. .45 descansaba aceitada y lista, en el cinto y sobre la cadera, cerca de su mano derecha. Osvaldo estaba orgulloso de ella, era un arma bella y muy precisa y con ella había pasado con honores las condiciones de tiro.
El tren se detuvo estrepitosamente y salto al anden y a la noche cerrada, los únicos allí eran el señalero, con cara de dormido, el guarda y él, nada se movía en la oscuridad y ni se tomo el trabajo de mirar hacia el bar de Conti para ver si estaba el taxi, sobradamente sabia que Giordano, el dueño, ya estaría por el cuarto sueño...
Encaró con decisión el sendero que conducía el terraplén no sin ante
s correr una bala a la recámara de la .45, por si acaso, cuando llego al pequeño puentecito de madera que conectaba el sendero con el albardón no pudo evitar un intenso escalofrío que le recorrió la espalda, al tiempo que una sensación vaga de temor le pasaba por el corazón dándole una descarga de adrenalina; realmente ese lugar era tenebroso a aquella hora, mas aun con la niebla baja que no levantaba mas de un metro desde la superficie del arroyo que corría a la derecha del terraplén. Trato de no pensar en ello concentrándose en el lindo fin de semana que le esperaba; la mañana y hasta la media tarde del sábado tenia que terminar un trabajo en la carpintería de don José para tener unos pesos para llevar a Titi al cine y pizzeria por la noche, el domingo levantarse temprano para navegar en el bote que el mismo había hecho, asado al mediodía y paseos por la tarde con su novia y amigos, por la noche cena con los hermanos y su padre y a la cama, ya que el lunes vuelta a la escuela de policía, en esos pensamientos estaba cuando oyó una gran agitación a su derecha y adelante en el albardon. Se detuvo en seco e instintivamente su mano derecha rozó las cachas de la Ballester... algo estaba nadando en el zanjón y se dirigía indudablemente hacia el terraplén, como a veinte o treinta metros por delante de él. Luego de un momento de duda decidió ocultarse detrás del tronco de una frondosa casuarina a su izquierda y aguardo expectante, maldiciendo la falta de luna, tapada por una nube gorda, y de una oportuna linterna.

Algo finalmente trepaba con trabajo el borde del terraplén, con temor y olvidándose del frío extrajo la .45 que empuño con firmeza y aguardó expectante, los segundos se hacían eternos y no podía ver que era aquello que ya alcanzaba la
parte superior del camino...

Un suspiro de alivio resonó en la noche cuando vio que eso que lo había asustado tanto era “Paco” el gran perro blanco y peludo del almacenero que a pesar de estar chorreando agua tenia una silueta inconfundible... –Perro de mierda- pensó para sus adentros mientas se relajaba y bajaba la pistola. El perro pasó sin verlo cruzando directamente los seis metros del albardon y se arrojo sin vacilar a la zanja del otro lado...-Perro loco-, penso ahora mientras otra vez se oía agitación en el arroyo.
- Que carajo pasa ahora?, penso mientras en lo profundo de su mente una alarma instintiva le decía que algo no andaba bien. El Cachorro trepó por el mismo lugar y cruzó derecho detrás de Paco, Cachorro era el perro favorito de su tía Angélica; y detrás de él paso el Negro, luego otros tres perros que conocía d
e vista, después el Lobo, el gran perrazo marrón del tío Alfredo, que parecía no sentir en ese momento los casi catorce años que cargaba encima, después mas y mas perros salían del arroyo, cruzaban sin verlo y se tiraban sin dudar al zanjón del otro lado.

Aquella situación era atemorizante, mas por lo extraña que por lo peligrosa, ya que los perros no parecían notar que él estaba allí, sin embargo volvió a levantar la Ballester y decidió quedarse ahí detrás de la casuarina hasta ver que pasaba...
Contó mas de veinte perros y hubiera jurado que por ahí pasaron casi todos los perros de Dique, ¿que sería aquello?, pensó; alguna perra alzada, seguro...


Justo en ese momento volvió a sentir movimiento en el arroyo, pero esta vez era diferente, el sonido era pausado y medido, como de alguien que se desplazaba por el agua con movimientos enérgicos pero precisos... el sonido cesó de pronto y las ramas de la orilla se movieron lentamente para dar paso a una nueva figura que emergía del agua.
Un perro de tamaño descomunal se alzo en el terraplén y se detuvo justo en el sendero levantando el hocico y olfateando el viento; Osvaldo no pudo evitar estremecerse de la impresión, aquel perro era de veras grande y de aspecto amenazador, nunca había visto animal de semejante tamaño y ciertamente no era de Dique, ya q
ue difícilmente un bicho así le hubiera pasado desapercibido. El perro continuaba oliendo el viento mientras Osvaldo se felicitaba a si mismo por tener en la mano la .45...
De repente el animal quedo estático... luego lentamente bajó la cabeza y miró directamente la casuarina que ocultaba a Osvaldo.
En este momento el frío dejo de existir para él, ya que un sudor copioso le ganó la frente al tiempo que un temor desconocido le atenazó los músculos al punto de dejarlo casi inmóvil de la impresión. El animal clavó los ojos en los de Osvaldo y le brillaban con un extraño y fosforescente color rojo fragua, mientras que fruncía el ceño dejando ver una hilera de enormes dientes blancos, enmarcados por colmillos descomunales...
El policía creyó oír un gruñido sordo y gutural justo cuando el perro comenzó a dirigirse lentamente hacia él. Lo que siguió fue instintivo, levantó la pistola
y el estruendo del disparo lo sorprendió quebrando el espeso silencio de aquella noche, el resplandor del fogonazo lo dejo por un segundo enceguecido, al tiempo que realineaba las miras de su arma.
El animal seguía allí, pero se había detenido, esta situación aterró aun mas al asustado Osvaldo; cualquier animal habría huido de inmediato ante semejante estampido, pero este no. Parecía inmutable parado allí bajo el
fulgor de la luna llena y la helada que caía mansa desde el cielo. Por un instante nada se movió y ambos estuvieron conectados por las miradas, hundidas en los ojos del otro...
Finalmente el terror del hombre pudo mas y resonó un segundo disparo, y luego otro, y otro hasta que se agotaron las siete rondas del cargador.
A aquel animal parecían gustarle los disparos ya que seguía allí sin moverse, mientras Osvaldo buscaba desesperadamente en el bolsillo trasero del pantalón el cargador de repuesto, mientras no sacaba los ojos del animal.

Lo que siguió a partir de ahí hizo que Osvaldo tuviera dificultades para dormir durante los siguientes meses...
El animal se irguió sobre sus patas traseras estirando el cuello y la cabeza al cielo al tiempo que emitía el aullido mas espeluznante que hubiera sonado por aquel lugar. El corazón del policía trataba de salirse de su pecho mientras se entrecortaba
su respiración y el terror se apoderaba hasta de la ultima fibra de su ser.


Logro, luego de un par de intentos, colocar el segundo cargador en la pistola justo en el momento en que aquella bestia volvía a colocarse a cuatro patas y desaparecía a toda velocidad por el hueco entre la vegetación que los otros animales habían dejado minutos antes, mientras Osvaldo intentaba apuntar sin éxito, debido a lo intenso del temblor que el miedo le provocaba.

El ruido y la agitación se fueron alejando hacia su izquierda, mientras el policía temblaba y trataba de controlar la respiración... con el correr de los minutos logro clamarse lo suficiente como para intentar moverse y seguir caminando, sin embargo la idea de pasar por donde minutos antes estaba aquello le causaba una viva impresión difícil de controlar, sumado al hecho que una espesa nube cubría ahora la luna impidiendo ver mas allá de un par de metros.
Luego de media hora y al no oír nada mas, logró juntar el coraje de continuar su camino alumbrando el sendero con la débil luz de la llama de bencina de su encendedor zippo. Corrió las cuadras que lo separaban del camino principal, pistola en mano y dándose vuelta constantemente, imaginando al animal acechándolo. Nada pasó sin embargo y logro llegar al sendero, que tenía los tres puentes de madera que cruzaban los zanjones que lo separaban de punta canal, que es donde vivía.

Esa noche se acostó con la pistola cargada bajo la almohada y le fue imposible dormir; a la mañana siguiente le contó a su padre y sus hermanos el suceso de la madrugada. Las reacciones de ellos fueron variopintas; las hermanas escucharon con temor y guardaron silencio, Toto y Petiso en cambio se rieron a carcajadas con chanzas y comentarios sobre la cantidad de alcohol que Titi seguramente le había administrado en la cena anterior... Don José en cambio guardo silencio.
“Anda a contarle lo que te paso a Mauricio” le dijo su padre cuando quedaron solos.


Mauricio, su tío y hermano de don José, conocido en todo Dique como la persona con mas conocimientos de cuanta cosa rara pasare, escucho atentamente el relato con mirada inescrutable y sin pronunciar palabra… y al final le dijo que no tuviera miedo, que probablemente no volvería a cruzarse con ese animal nunca mas; cosa que efectivamente paso, nunca volvió a ver algo así; sin embargo, a partir de ese día y hasta su muerte, Osvaldo durmió siempre con una escopeta al lado de su cama, cargada con dos cartuchos que el tío Mauricio le había recargado personalmente... usando como munición trozos de aquella gruesa cadena de plata que tenia el reloj de bolsillo, que el abuelo Papeé le había regalado al joven Maurice, como gustaba llamarlo el viejo, justo un tiempo antes de morir.

martes, 17 de noviembre de 2009

La bruja y el Ogro

Un sonido maravilloso invadía el bosque a la derecha del sendero. Era una música suave y dulce que parecía brotar de todas partes creando algo mágico en el aire, hasta parecía que las aves y otros animales se habían detenido para escuchar aquello...
María oía con curiosidad los sonidos trabajados que venían de entre los árboles, decidió ver de que se trataba. No sin trabajo caminó hasta la fuente de aquella música y llegando al borde de una pequeña quebrada lo vio.
Era Danilo, el artesano que vivía en la solitaria cabaña de la punta norte del lago Moquehue, allí en Mallin de Icalma, en la provincia de Neuquén, donde ambos vivían.
María estaba maravillada con los sonidos que aquel hombre extraía de una pequeña y vulgar flauta dulce de plástico, que manejaba con destreza incomparable; justo en ese momento notó que un cervatillo se asomaba por el lado opuesto de la quebrada donde ella estaba. Notó que Danilo tenía a un lado de una gran bolsa una escopeta, y de inmediato imaginó una escena sangrienta donde aquel hombre daba muerte al animalito atrayéndolo con aquella música... después de todo, Danilo era considerado en el poblado como un verdadero ogro; de facciones duras, bajo y fornido, eternamente vestido con jardineros de jean, de pelambre colorada e hirsuta, ciertamente encajaba perfectamente con aquella calificación; vivía solo en aquella cabaña perdida en el extremo del lago desde que el viejo Brambila había muerto; se contaba en todo el Mallín que Danilo era huérfano, que había sido abandonado en el convento de las Carmelitas de Aluminé, y que al llegar a los dieciséis años las monjas habían decidido que el viejo Brambila, un carpintero italiano que vivía allí lo criara... otras malas lenguas decían que Danilo era el fruto de una relación clandestina del viejo con una mapuche chilena que había muerto al nacer él. Dueño de unas manazas colosales, sin embargo era un artista delicado, y sus trabajos de tallado en madera de lenga se vendían estupendamente en la feria artesanal del pueblo, al punto incluso de ser solicitados a pedido. Nadie sabía con exactitud su edad, pero rondaba los cincuenta años, nunca se le había conocido mujer y algunas personas le temían, desde luego siempre que bajaba al pueblo en su desvencijada F100 los chicos le gritaban: Ogro!, cuidado que viene el Ogro!, a lo que el callado personaje respondía con una sonrisa triste pero ninguna palabra.
María estaba a punto de gritar para alejar al ciervito cuando vio que Danilo dejaba la flauta y se inclinaba hacia la bolsa a cuyo lado estaba el arma... sin embargo no lo hizo, al notar que el animalito bajaba directamente a donde se hallaba el hombre. De la espesura salieron otros tres cervatillos que eran vigilados por dos enormes ciervas que estaban en el filo, unos metros por arriba de su cabeza.
Lo que vio entonces cambió para siempre lo que pensaba del artesano.
Los animalitos se acercaron a él sin ningún temor mientras de la bolsa extraía hatos de heno que repartía entre los ciervitos que comían directamente de su mano...
María estaba maravillada con aquella escena, jamás hubiera imaginado que un ser tan rudo como ese hombre tuviera semejante predicamento entre los animales del bosque, que al terminar con todo el heno de la bolsa le empujaban los brazos con los hocicos pidiendo mas... finalmente, con voz muy suave les decía despacito:
- Tranquilos chicos, basta, que ya no tengo mas... van a tener que volver mañana o comer menos, me canso de hacer el trabajo por ustedes, pues...!
Finalmente y luego que hurgaran una y otra vez en la bolsa y se convencieran de que ya no quedaba grano, se volvieron al repecho y comenzaron a irse uno a uno, excepto el último, que en evidente muestra de agradecimiento, frotaba la nariz en el rostro de aquel hombre.

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Esa noche María no pudo dormir. Pensaba en la escena que había visto una y otra vez, y la dulce melodía que había oído era el telón de fondo de sus pensamientos. Pensaba en Danilo y en lo poco que lo conocía, en realidad en lo poco que lo conocía nadie, todos consideraron siempre que era una persona brutal y huraña, pero lo que había presenciado esa tarde desmentía esa creencia. Después de todo también de ella se decían disparates de idéntico calibre. María era porteña, pero un trágico accidente ferroviario cuando tenía cuatro años, la había dejado sin padres, desde entonces vivía en el Mallín con su abuela Magda, una polaca amiga de los mapuches que tenían su reserva a un par de kilómetros de la chacra.

A los cuarenta y seis años estaba sola, había conocido varios hombres, claro, pero su carácter indómito contrastaba con la media de la población de mujeres de aquel lugar, mas sumisas que osadas... finalmente había tenido una relación bastante estable con el odontólogo del pueblo, el único problema es que éste era casado, y a la hora de decidir, la había dejado sola.
Las ancianas mapuches le habían enseñado las artes milenarias de la cura natural y se ganaba la vida preparando tisanas y remedios naturales, además de tener una pequeña producción de dulces de frutos del bosque y velas de distintos aromas y escencias. Era dueña de una muy buena figura pero los años ya habían comenzado a dejar marcas en ella. Se mantenía estupenda, sin embargo.
Muchas veces los adolescentes del lugar le gritaban cosas indecentes al pasar junto a sus dos únicas amigas, la maestra de la escuelita y la secretaria (y amante) del delegado municipal. Se juntaban dos o tres veces por semana a ver alguna película o a charlar de hombres... o simplemente a sobrellevar sus soledades.
Muchas veces, cuando era mas joven y estaba estudiando en Aluminé le habían gritado, a ella y a su abuela: brujas!, y por cierto, el carácter de su abuela polaca, y por que no, el suyo propio encajaban también a la perfección con aquella descripción...

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Un día después de aquel encuentro en el bosque se encontró con sus amigas en la casa de la maestra.

- No saben lo que me pasó ayer, es de no creer..!!!
Así les contó la situación, la música, y lo extraño de aquel encuentro. Sus amigas reaccionaron de un modo distinto, mientras que la maestra se intrigó con aquel relato, la secretaria solo dijo:
- Ese tipo es horrible!!!, le vieron los pelos todos parados?, y esa panza? Además es brutal... asqueroso...
Al oír estas palabras algo agudo despertó en María, una cierta forma de indignación le estalló en la garganta y ella misma se sorprendió de su respuesta:
- Como podés decir eso si no lo conocés!... en realidad nadie lo conoce, yo misma hasta ayer pensaba como vos, pero me doy cuenta que estaba equivocada; nadie que tenga ese sentimiento para la música puede ser una persona mala... además deberías haber visto como lo querían esos ciervitos... y no le tenían nada de miedo tampoco...
La maestra, que observaba esa reacción callada, terció en la conversación:
- Nunca te fijaste como te mira él?
- A mi?, Danilo?
- Si, los domingos cuando lleva sus tallados a la feria no te saca los ojos de encima...
- Si, yo también lo vi, pensé que vos te hacías la tonta para no darle bola a ese asqueroso, sentenció, despectiva, la secretaria.
- Nunca me di cuenta... en realidad nunca le presté la mas mínima atención...
Así siguió la charla que derivó por los mas variopintos caminos, hasta terminar, como siempre, luego de separarse con un hasta mañana, cada una con su soledad...

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María pasó los siguientes días dando vueltas y vueltas por los senderos del bosque esperando oír aquella música nuevamente, pero Danilo no andaba por allí...

No entendía porque le había despertado aquel interés por ese raro hombre, sin embargo algo dentro de ella la impulsaba a buscarlo.
Finalmente en un ataque de osadía, decidió llegar hasta su cabaña.. por el camino preparó una excusa tonta para la visita, sobre un pedido de un tallado. Sin embargo Danilo no estaba. Si bien la cabaña no estaba cerrada con llave, no se atrevió a entrar... solo a mirar por las ventanas, esperando hurgar un poco en el mundo de aquel desconocido que la había trastornado...
Se sorprendió por el orden, la limpieza y exquisita prolijidad que reinaba allí, había obras en madera por doquier, todas ellas de gran belleza, desparramadas en un cuidado desorden... en el fondo de la cabaña creyó ver la figura de una mujer, y por un momento pensó que había alguien allí, sin embargo pronto entendió que era solo una talla de tamaño natural, decidió mirarla por una ventana que se encontraba mas cerca.
Su corazón dio un salto al reconocerse a si misma en esa figura... era una escultura de tamaño natural de ella misma...

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Corrió como loca el par de kilómetros que la separaban de su casa, el latido en sus sienes denunciaba que su corazón latía al triple de su régimen... era verdad, era cierto, Danilo sí se fijaba en ella... al punto de haber hecho una reproducción casi fotográfica a tamaño natural de ella...Sintió miedo, un profundo miedo hacia ese hombre extraño que nunca había notado y que sin embargo la conocía a ella con tan furiosos detalles. Que haría el domingo cuando le viese?, desde luego dudaba poder mirarle la cara... que haría?.

Decidió contarle lo visto a sus amigas, luego del detallado relato notó que la maestra tenía una leve sonrisa condescendiente mientras que la secretaria tenía una sonrisa feroz...
- Ja ja!!!, que bueno!! La bruja y el ogro!!... genial, ahora lo único que falta es que me digas que te gusta ese mamarracho...
- Dejala en paz... ya quisieras que ese desgraciado de Pablo hiciera algo así por vos!!! Lo único que hace es montarte y nada mas... ni siquiera es capaz de llevarte al cine o a alguna escapada a la villa, o a Aluminé... ese si es un mamarracho. Al menos parece que Danilo sí se fija en María... explotó con contenida ira la maestra.
- No es que me guste, se justificó María, solo que todo es tan raro... es como si habiéndolo conocido desde siempre recién ahora lo viera... no sé... es muy raro todo...
Así siguió el diálogo entre mates y escones, María no pudo dejar de notar algo raro en la secretaria, algo de bronca, de odio contenido que no podía explicar... al rato de irse ambas de su casa, la maestra volvió.
- No le hagas caso a Teresa, esta muerta de envidia porque ese desgraciado nunca haría algo así por ella..., qué pensás hacer?...
- No sé, tengo mucho miedo, nunca pensé que algo así me pasaría... y lo peor es que no me lo puedo sacar de la cabeza... no puedo dormir... está en mi cuarto, en la cocina, en el taller... en todas partes... y no puedo dejar de oír esa melodía de la flauta...
- No te estarás enamorando vos, che? La miró, cómplice, su amiga....

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Ese domingo María no fue a la feria, no podía dejar de pensar en su reacción frente a Danilo, nunca en su vida se había sentido así, nunca había sentido ese cosquilleo en el estómago cada vez que oía en su recuerdo la voz suave de él hablándole a los cervatillos... pero lo peor es que la mareaba sensualmente de una manera terrible imaginar las enormes manos del artesano recorriendo la escultura de sí misma... modelando sus senos.... tallando hábilmente sus piernas... curvando su cola...

No.
No debía volver a verlo. No quería seguir pensando en él. Que dirían en el Mallín, dirían que estaba loca o desahuciada, que estaba poniéndose vieja y necesitaba un hombre, aunque fuese ése...
Durante esa semana se sintió mal... no sabía que hacer, estaba incómoda en todas partes, ah, si tan solo la abuela Magda viviera, ella sí sabría aconsejarla... darle ánimos. Por qué ese hombre que había ignorado por años, de repente se había metido así dentro de ella?... sentía miedo y deseo a la vez... desde luego la parte física de él ya no le importaba... pero su corazón... esa ternura que emanaba... ese amor que podía intuirse en esa extraordinaria melodía...
Y estaba su escultura. Evidentemente él también pensaba en ella, y mucho, y la conocía a la perfección... y la anhelaba al punto de fabricar una copia para sí...
Cuánta confusión...

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Extrañamente una de sus amigas ya casi no la visitaba... solo la maestra se daba siempre una vuelta por las tardes para tomar unos mates y charlar...pero aquel jueves venía con algo en las manos, un gran paquete envuelto en papel de diario.

- Qué es eso?, le preguntó intrigada...
- Me parece que es algo que hicieron para vos.. lo llevó Danilo el domingo, pero cuando lo vi, lo compré, te lo traigo de regalo porque creo que es para vos...
Una vez desenvuelto quedó a la vista una estupenda talla en forma de cuadro donde se veía una persona de espaldas alimentando unos cervatillos y a lo lejos en el bosque, una mujer mirando entre los árboles. Ella.
Debajo había una frase tallada con exquisita armonía que decía:
“En los cuentos de hadas las brujas son malas y en los cuentos de brujas las hadas son feas...”
Su corazón estaba a punto de explotar.
- No te preocupes, yo cierro todo y te dejo la llave debajo de la maceta. Andá. Le dijo su amiga.

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En el centro del bosque se encontraba el pequeño claro donde viera a Danilo aquella tarde, y hacia allí fue con su corazón palpitante.

A lo lejos se oía la flauta entonando acordes iguales de dulces a los de aquella vez.
Entonces lo vio. Se miraron un rato largo.
Él la tomó de la mano y todo el bosque hizo silencio, y entonces la bruja y el ogro se amaron bajo el sol.

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La secretaria del delegado municipal del Mallín se fue una tarde sin saludar a nadie en el micro de las dos.

La maestra de la escuelita se casó con el bibliotecario y dueño de la radio de FM y ya tienen tres chicos.
En el extremo norte del lago Moquehue, en el Mallín de Icalma vive una singular pareja compuesta por una mujer de inusual belleza que fabrica pócimas, tisanas y velas de colores y un feo señor cuya música enamora a los animales del bosque, que en los fríos días de invierno rascan la puerta de su cabaña pidiendo cereal...
Nadie conocerá jamás la increíble felicidad de la pareja ni el inmenso amor que los une... pero ésa, ésa es otra historia.