domingo, 11 de julio de 2010

DOS DE AMOR

Hacía frío esa tarde de julio. El viento espantaba los pájaros de la plaza y la llovizna molestaba sin llegar a mojar demasiado.
En el bar el clima era agradable e invitaba a la charla, mi amigo Guiyo había pedido un cortado y yo, fiel a mi costumbre, un capuchino, acompañábamos ambos con una copita de Legui, que calentaba el cuerpo y el alma.
La charla rotaba desde la política (tema recurrente) a las expresiones del arte que ambos profesábamos... su nuevo cortometraje me había parecido fantástico y le proponía llevar al celuloide uno de mis textos cuando la vimos.
Los cristales del bar estaban empañados por dentro y empapados de llovizna por fuera pero aún así la estupenda figura de la dama que llegó a la esquina nos cautivó, vestida con un bello tailleur estaba arreglada con esmerado cuidado y todos los detalles de su vestuario hablaban del tiempo que había demandado aquella producción.
Sin embargo algo no encajaba. El frío allí fuera era bravo a esa hora y la llovizna, si bien no era abundante, bajaba del cielo arremolinándose y empapando todo a su paso. Solo algunos pocos transeúntes habíamos visto durante el tiempo que estábamos allí, y todos ellos escapaban por la vereda huyendo del frío de aquella tarde de martes, sin embargo la dama parecía no notar nada de lo que acontecía a su alrededor, su mirada, ávida, estaba clavada en la avenida, como esperando algo... o a alguien.
- La conocés?, le pregunté a mi amigo.
- No, pero me encantaría, es hermosa.
- Parece esperar a alguien...
- Afortunado el que viene por ella, contestó mi amigo con un brillo pícaro en la mirada.
Los minutos fueron pasando y pedimos una nueva ronda de café y tragos, la charla seguía vagando por territorios vanos, mientras ninguno de los dos dejaba de prestar atención a la mujer... finalmente y luego de casi cuarenta y cinco minutos de espera bajo el frío y la lluvia la mujer decidió marcharse.
Colocó su cartera bajo el brazo y dedicó una mirada triste a la avenida vacía, evidentemente la habían dejado plantada. Su figura se perdió difuminada en los cristales empañados y la perdimos de vista.
- Parece que el tipo no vino, le comenté a mi amigo.
- Como sabés que esperaba a un hombre?, me preguntó.
- Ninguna mujer se arregla con tan exquisita prolijidad si no es para agradar a un hombre, y hasta me atrevería a decirte que quien esperaba es un hombre casado...
- Ah, bueno, ahora sos adivino...
- No, nada de eso, es que esperaba en una avenida, en un lugar donde sería recogida por un auto de manera discreta, por la tarde de un día de semana, arreglada como para salir un sábado por la noche... no llamó por celular para confirmar ni recibió ningún llamado, lo que indica que quien esperaba no le avisaría.
- Parecés del FBI... comentó mi amigo con una sonrisa oculta bajo la sombra de su frondoso bigote...
La charla siguió sobre mujeres y amores prohibidos y por supuesto cada uno recordó situaciones así, vividas en el pasado... al cabo de un rato ambos guardamos silencio. En nuestras almas se refrescaban recuerdos ocultos que ninguno de los dos dejaría escapar...
- Ésta mina me hace acordar a la historia de Amalia M., te acordás?, la “querida” de Saúl, el de la tienda...
- Si, conozco la historia y la vi muchas veces en la esquina, pero nunca supe como fue la cosa...
Mi amigo acomodó los codos en la mesa y comenzó su relato:
- Parece que Amalia conoció a Saúl en uno de los bailes que se hacían en el Sportivo hace unos años, y se veían furtivamente en el Parque Belén, el tipo la levantaba y se iban al telo, después la dejaba a un par de cuadras de su casa... la mujer de Saúl miraba para otro lado, porque parece que el ruso era bastante bravo y Amalia no sería la única...
- Qué turro, agregué.
- Si, la cosa es que Amalia se enamoró fuerte de Saúl, ella vivía con su madre en una casita sobre la avenida a un par de cuadras de la ruta, y se ganaba el mango como profesora particular, creo que enseñaba piano o algo así.
Con el tiempo la cosa parecía prosperar y no era raro verlos juntos alguna tarde de sábado por el río o cenando alguna noche en los restaurantes de la ruta, incluso se comentaba de alguna escapada de ambos por la costa o por Tandil... En el pueblo todo el mundo sabía de la relación y parecía que en algún momento Saúl la blanquearía y se irían juntos, aunque el ruso era muy familiero y los hijos le tiraban mucho, por otro lado su mujer era buena mina y no le daba motivos para pegar el batacazo...
- Me acuerdo de verla siempre arregladita en la esquina de Hirigoyen y Travi, acoté.
- Exacto, tres veces por semana al principio y todos los días al final, puntualmente a las siete de la tarde estaba en la esquina esperándolo, siempre arreglada, siempre mirando la calle esperando ver el auto de Saúl.
- Me acuerdo, no importaba si era invierno o verano, ahí estaba siempre, inclusive si llovía...
- Como la mujer que vimos recién...
- Viste?, no estaba tan errado... y como terminó la cosa?
- Tristemente. A Saúl le pegó un cáncer fulminante y en tres meses terminó en el cementerio... ahí parece que se perdió la mente de Amalia.
- Cómo es eso?, pregunté intrigado.
- Todos los días a las siete Amalia estaba arreglada y en su esquina, esperando, esperando...
- Pero cómo?, no se enteró que se había muerto?
- Parece que si, pero lo esperaba igual, y acá viene lo raro, como para creer que el amor va mas allá de la muerte...
- Contá, le dije a mi amigo, mientras con una seña le pedí al mozo una nueva ronda...
- Hace un par de años, el invierno fue mucho mas duro que éste, te acordás?, bien, ella, como siempre estaba en la esquina, para ese entonces también había muerto su madre y parece que estaba completamente sola, el frío era terrible y no andaba nadie por la calle esa tarde, sin embargo yo hable con la dueña del video, que está a media cuadra y me contó lo que pasó... apuró el café y se puso a masticar unas confituras que lo acompañaban.
- Contá!, volví a pedirle a mi amigo.
- Me contó que la estaba mirando porque no entendía como seguía ahí parada a pesar del frío tremendo, de pronto la mirada se le iluminó como si viera a quien estaba esperando hizo dos pasos y cayó muerta.
- Epa, así nomás...?
- Si, parece que de un paro, los de la ambulancia no entendían por qué el rostro tenía esa sonrisa, ya que los paros son muy dolorosos...
- Pobre mina...
- Y sabés algo?... murió exactamente a las siete de la tarde...

Por un rato ambos hicimos silencio mirando la lluvia y los pocos autos que apuraban la tarde.

- Vos conociste a la loca de la estación?, le pregunté a mi amigo.
- La verdad no, aunque mis viejos a veces la nombraban...
- Es una historia parecida, la mujer se llamaba Mabel o Elsa, no puedo recordar muy bien, pero si sé que era en la época de los trenes viejos, los diesel italianos, esta chica vivía en Mitre, a la vuelta de la estación, y parece que se había enamorado de un maquinista, un tal Arnoldo, tipo que vivía en Zárate con su familia, estaba casado y tenía varios hijos... todos los días justo a las tres de la tarde pasaba con la máquina por acá y hacían el cambio de vagones, en esas dos horas se encontraban en la casa de ella, que tenía un tallercito de costura, del que vivía. También la cosa parecía prosperar y se habían puesto de acuerdo para irse juntos a Córdoba, creo que a Vialet Massé o por ahí...
El mozo trajo la cuarta ronda, esta vez dos té con limón y unos tostados, ya que el frío nos había dado hambre.
- Esa no era la que hacía los vestidos de quince y de casamiento? Preguntó mi amigo.
- Si, la rubia, una mujer muy bonita, aunque algo flaca. Te sigo contando: la cosa venía bárbaro, Arnoldo la había blanqueado y se había ido de la casa, habían juntado unos mangos y tenían todo decidido, esa semana harían el viaje para conseguir casa y se irían a vivir juntos... para hacer unos pesos mas, Arnoldo hacía los francos de otros maquinistas, esa tarde no vino en el de las tres, sino que pasó en el de las siete de la tarde, era febrero y hacía un calor bárbaro, pero la flaca esperó desde la tres en la estación hasta que lo vio, apenas tuvieron tiempo de un beso porque este tren no hacía cambio de vagones, solo una parada normal... lo saludó con las manos y él le dedicó varios cornetazos de la locomotora. Ninguno de los dos sabía que no se verían nunca mas. El tren de Arnoldo se detuvo pasando Benavídez por un problema mecánico, justo frente a la bajada 71, donde ahora está Nordelta; y se lo llevó por delante el Estrella del Norte que venía de Tucumán... murieron casi trescientas personas, entre ellas el maquinista Arnoldo Acevedo.
- Pobre tipo... y pobre mujer, y que hizo después ella?
- La flaca decidió no darse por enterada que su amor había muerto y todos los días, por años, a las tres de la tarde, no importaba si hacía calor, lluvia o frío, ella esperaba en la estación, bellamente arreglada y con los labios de color rojo fuego, muchos quisieron acercarse a ella, ya que tenía espléndida figura, pero siempre los espantó a todos... y a todos les decía que estaba esperando a su amor. Mi vieja solía pararse a charlar con ella cada tanto, y me contaba que le faltaba un tornillo... creía que su amor era retenido por la mujer en Zárate, y que por eso no la venía a buscar...
- Y como terminó la historia?
- Una tarde el cambio de vagones demoró mas de lo debido y los maquinistas se bajaron a tomar algo fresco en el bar de la estación, la flaca aprovechó y se subió a la máquina, la arrancó y se fue por la vía contraria rumbo a Zárate, parece ser que Arnoldo le había enseñado a manejar la locomotora en alguna de las ocasiones en que ella lo había acompañado furtivamente en sus viajes.
- A la pelota!!!, y qué pasó?
- Llegó a Zárate y detuvo prolijamente la máquina en el playón de maniobras...
- Que ídola la flaca!
- Si, cuando la policía la arrestó, antes de internarla en la colonia Montes de Oca, una de las agentes le preguntó por qué había hecho eso, y ella le respondió: Lo hice por mi amor..., vos que serías capaz de hacer por tu amor...?

La noche había cerrado ya y nos quedamos viendo el asfalto mojado... cada uno en silencio y pensando si alguna vez, alguien llegaría a amarnos así...