miércoles, 7 de noviembre de 2012

FOBOS (miedo profundo)







La noche del 8 al 9 de Julio de 1991 se produjo uno de los encuentros mas aterradores con seres presuntamente extraterrestres en nuestro país, solo en contadas ocasiones se han informado de actitudes agresivas de éstas entidades (el caso Kelly-Hopkinsville es el emblemático en este sentido); lo que sigue es el relato circunstanciado de lo que sucedió:

Belén de Escobar, Argentina, 7 de Julio de 1991

Ruben salió de la armería contento con sus dos cajas de cartuchos calibre 16... la sola certeza que en unos días saldría de caza con sus amigos lo ponía de buen humor. Saltear con un par de días de camaradería y diversión la rutina laboral constituía un regalo en su ajetreada vida, sin contar que descansaría un poco de su demandante esposa e hijas...
El teléfono sonó varias veces antes de ser atendido
-          Cómo andás Pedro?; Conseguíste la cosas? Le preguntó a su amigo
-          Si, ya tengo el guiso de lentejas preparado, le puse de todo!... también conseguí las balas .22; arreglaste la hora con los muchachos?
-          Con Aníbal si, pero Walter no puede venir, lo engancharon en la escuela con el discurso del día de la Independencia... está que vuela.
-          Pobre! Con las ganas de desenchufarse que tenía...!
Luego de combinar horarios volvió al taller, debía terminar la reparación de dos autos antes de poder cerrar.

Puente Gobernador Mercante- Río Luján – Argentina
8 de Julio de 1991, 21 PM




Los tres amigos terminaban de cargar la piragua con los bolsos y las armas, la noche estaba serena y muy fría, allá en lo alto las estrellas brillaban radiantes y una sensible helada iba blanqueando los pastos.
La remada se desarrollaba sin incidentes mientras que preparaban el rifle y la linterna grande, luego de sobrepasar el country entrarían en zona de caza y era posible que ya aparecieran las nutrias, pero nada se movía en la fría noche, y solo se oía el sonido de los remos entrando en las frías aguas.



Vizcacheras- Río Luján – 12 Km. al Norte del Puente Mercante

El candado estaba oxidado y se resistía, pero los amigos lograron abrir la puerta de la cabaña. El suegro de Ruben tenía una plantación de sauces americanos y álamos y era el lugar ideal para establecer la “base”, asimismo la cabaña contaba con una cocina de leña que se apresuraron a encender para sobrellevar el frío que a esa hora era intenso y para calentar el espectacular guiso que traían congelado.
Comieron abundantemente y entraron en calor, Aníbal amenazó con acostarse a dormir pero los amigos lo arrastraron a la canoa, la madrugada recién comenzaba (eran apenas las dos) y si bien el frío era bravísimo, el abrigo era bueno y la adrenalina de la cacería despertaba atávicas sensaciones en los tres...
La Maglite alumbraba la costa y los pajonales buscando la onda en el agua que delataría a la nutria... pero todo estaba quieto y silencioso, fuera del sonido del agua nada se oía.
-          Me parece que vamos a tener que probar en la  entrada del arroyo, acá no pasa nada, comentaba Pedro por lo bajo
-          Tenés razón sentenció Aníbal, vamos...




Enfilaron la canoa en el arroyo y avanzaron por él, alumbrando en ambas direcciones; en ese momento se oyó un chapoteo en el agua a unos quince o veinte metros de donde se deslizaba la piragua...
Los tres amigos hicieron silencio aprontando sus armas, mientras giraban lentamente la embarcación en esa dirección, con la poderosa linterna seguían la línea de la costa buscando la fuente de ese sonido...

A partir de ese instante la vida de los tres cambiaría para siempre.
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No era una nutria lo que el haz de la linterna enfocó.
Un ser extraño se encontraba parado en el barro de la costa, que al sentirse iluminado, giró la cabeza y los miró con ferocidad... este “ser” medía alrededor de metro veinte de estatura, de enormes ojos (de unos 8 o 10 cm de diámetro) con las pupilas horizontales como tienen los caballos, de largas y puntiagudas orejas que superaban el borde superior del cráneo en mas de un palmo, feroces mandíbulas con colmillos intimidantes... todo su cuerpo lucía como escamoso y de color verde yerba; pero lo peor de todo era el aspecto de la garra con la que tapó sus ojos frente al haz de la linterna, ésta tenía largos y delgados dedos rematados en uñas filosas y fosforescentes.
La sola visión de este ser de pesadilla hizo brotar un grito de horror de las tres gargantas y un movimiento involuntario y simultáneo que desbalanceó el precario equilibrio de la piragua, provocando que los tres hombres cayeran por la borda; el shock provocado por el contacto con las gélidas aguas los hizo reaccionar instantáneamente... si bien la profundidad del arroyo solo les llegaba poco mas arriba de las rodillas, lo irreal y horroroso de la situación, sumado a que la linterna estaba debajo del agua y ENCENDIDA, los asustaba aún mas, creando un pandemonio de gritos histéricos e imprecaciones... tardaron mas de un par de minutos en serenarse y recuperar del fondo del arroyo la linterna, que gracias a ser estanca, aún permanecía encendida... Ruben alumbró de inmediato el lugar donde había estado aquel ser, pero ya no estaba allí.
El frío les aguijoneaba todo el cuerpo por estar empapados y les costó trabajo recuperar la carga de la canoa y sus armas del arroyo, aún así en menos de tres minutos remaban vigorosamente hacia la cabaña.




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Al llegar pusieron leña en la cocina y se desvistieron rápidamente, los tres temblaban violentamente y luego de secarse corrieron un banco junto a la cocina donde se sentaron los tres desnudos, uno junto a otro y en un profundo silencio. Ninguno de los tres se atrevía a hablar.
Mientras ponían las ropas a secar junto a la chimenea de la cocina y limpiaban y recargaban las armas (tenían allí dos escopetas del 16, un rifle .22 y un revólver del .38) no se atrevían siquiera a mirarse entre ellos, ni mucho menos a conjeturar sobre lo que había allí afuera.
-          Tu suegro no tendrá algo fuerte en algún lado?, preguntó Pedro, necesito un trago...
-          Fijate atrás del paquete de harina, creo que hay una botella de Legui
Los tres bebieron de la botella y se serenaron lo bastante como para poder hablar sobre lo que habían presenciado.
-          Qué carajos es eso que vimos? Preguntó con la voz aflautada de frío e inquietud Aníbal
-          No tengo idea, pero era bien fiero...
-          No será que nos asustamos de balde? Terció Ruben, a un par de km. Luján abajo hay un criadero de asnos, capaz que era un animal de ahí y nosotros asustándonos por nada...
Ninguno de los tres creía en esta explicación, pero los tres DESEABAN creerla.
-          Seguro! Sentenció Pedro, que estaba mas asustado que sus amigos, si eso cabría, seguro que es un burro que estaba con las patas enterradas en el barro...
-          Y los dientes?, y la garra esa...? Aníbal miraba el piso cuando pronunció estas palabras
-          Quizá era una rama de una planta que nos dio esa sensación, no sé, para mi nos asustamos al cohete...
Los tres guardaron silencio; era mejor creer en esto último a pensar que algo ajeno a este mundo estaba allí afuera, y ellos a dos horas de cualquier ayuda, en un lugar desolado y solitario y sin posibilidades de irse hasta que las ropas estuvieran secas...
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A las cuatro de la mañana la ropa aún estaba húmeda y así, desnudos los tres tomaban un café caliente y hablaban de cualquier cosa menos de lo sucedido.
En ese instante, un sonido sordo les llegó desde el monte, del fondo de la plantación de álamos.
Algo se acercaba a la cabaña, algo que producía una gran agitación entre las plantas, parecido al movimiento que hacía la hacienda cuando a veces cruzaba el río y se movía entre los árboles. Pero esto no era hacienda, era otra cosa.
Instintivamente los tres tomaron las armas mientras aquel sonido se acercaba mas y mas... en un instante escucharon el primer golpe contra la pared de madera de la cabaña, la que daba al monte.
Con desesperación Pedro comprobó que la puerta estaba sin trabar y se arrojó sobre ella calzando la tranca, justo cuando desde todo el monte y alrededor de la vivienda estallaban alaridos y aullidos como nunca antes habían oído, mientras que toda la estructura de la casa (que está enclavada sobre pilotes de madera) temblaba ante los golpes y arañazos que una multitud de entidades desconocidas le daban, mientras se los oía correr alrededor...
Los tres amigos, que desnudos se acurrucaban uno contra otro, a pesar de tener las armas en la mano, no atinaban ni siquiera a moverse, solo lloraban en total silencio temblando de terror en forma violenta, mirando al piso apretando los dientes, deseando que terminara todo de una vez...
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Aquel asedio de pesadilla duró quizá diez o quince minutos, durante los cuales los tres amigos sintieron el verdadero significado de la palabra miedo. Después de ese tiempo, la agitación se fue calmando y lo que sea que la causara, parecía retirarse al monte de donde había venido.
Solo se atrevieron a moverse cuando las primeras luces se filtraban por la pequeña ventanita de la cocina. Se vistieron y sin siquiera hablar los tres prepararon todo para huir de ahí... pero salir de la cabaña era otra cosa.
Después de largos titubeos retiraron la tranca y descargaron varios tiros a través de la hendija, luego cerraron y miraron por la ventana. Al no suceder nada, Ruben, que era el mas entero se asomó revólver en mano, seguido de los otros dos.
No había nada ni nadie.
Mientras cargaban a toda velocidad la piragua, los rayos del sol mostraban en las paredes de la cabaña cientos de arañazos y marcas que encajaban perfectamente con aquella garra de pesadilla que vieran en el arroyo.
La vuelta fue otra tortura, pero nada sucedió, lograron regresar al Mercante sin otros incidentes.
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Casi dos décadas después de estos hechos, Ruben, quien era un conocido mecánico de la ciudad, murió a temprana edad víctima de un paro cardíaco, pero nunca, en esos casi veinte años, volvió a aquella cabaña, ni volvió a cazar en el Luján.
Su amigo y empleado, Pedro, hoy día tiene su propio taller, pero jamas volvió allá; solamente  Aníbal, en 2011, en una lancha veloz de motor y solo a primera hora de la tarde, volvió con unos investigadores a aquel lugar, pero estando en la cabaña,  sufrió un ataque de nervios, por lo cual hubo de ser sacado de allí.
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Aún hoy pueden verse, para aquellos que se atrevan a pasar por el lugar, los rastros de aquella terrible noche, las marcas de esos dedos de pesadilla en las paredes de la cabaña y en muchos árboles del lugar. Curiosamente, la hacienda del otro lado del río jamás se acerca a ese recodo, y todos los hacheros, contratados a lo largo del tiempo para levantar los álamos y los sauces, sin explicaciones razonables, terminaron nunca con el trabajo.




lunes, 28 de mayo de 2012

Moneda de Canto


Dedicado a la memoria de Héctor Sarmoria, personaje ilustre de Italó y su encantadora esposa, doña Margarita Villarejo   

 

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“Cuenta una vieja leyenda urbana, que existen en el mundo algunas monedas acuñadas a partir de un desconocido metal que provino de un meteoro, las que les darían a sus dueños, bajo determinadas circunstancias, la posibilidad de conocer los pensamientos y las ideas de las personas que se encuentren cerca... quizá dichas monedas sean libras esterlinas con la figura del Mary Rose”-
 Mark Blackburn, Director del Gabinete Numismático del Museo de Cambridge durante un disertación en la Universidad de Oxford.






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Ciudadela de Nippur, Sumeria. Año 6523 AC

Ut Napisthim estaba sentado a la vera del pequeño ojo de agua perdido en el inmenso desierto de Nínive, sus cabras saciaban la sed mientras Ut soñaba con la bella Urma... miraba el límpido cielo del crepúsculo y  las primeras estrellas que ya se adivinaban en el celeste pálido del firmamento. En ese instante sus ojos parecieron salirse de sus órbitas... una gigantesca bola de fuego cruzó el firmamento en dirección a la ciudad y al tocar el suelo explotó con un estruendo colosal.
Ut Napisthim solo atinó a echarse detrás de unas rocas mientras fragmentos de metal incandescente caían por todas partes a su alrededor.




             
El Rey Gilgamesh ordenó a sus sacerdotes recoger todos aquellos trozos de cielo y guardarlos en el palacio, todos excepto uno fueron recogidos.
Ut guardó en su cesta envuelto en su capa un pequeño trozo que brillaba con luz propia y que parecía haberlo hipnotizado... esquivó los guardias reales con su pericia de pastor siguiendo la senda de sus cabras y ocultó el brillante fragmento debajo del fogón de su choza.

Excavaciones arqueológicas de Irak

Ciudadela de Nippur - Año 1906 DC

El arqueólogo Robert Koldewey dio un salto de alegría al haber hallado, casi intacta bajo la arena una antigua choza de pastores de la época de Ur... encontró prácticamente todos los objetos de aquellos antiguos habitantes, que habían vivido allí hacía mas de ocho mil años... un tesoro incalculable para alquien de su profesión
Enrico, su ayudante, cavaba prolijamente alrededor del antiguo fogón de la vivienda cuando sus ojos se posaron en un viejo odre para fabricar quesos que estaba enterrado debajo.
- Qué hace esto aquí?, pensó el joven
Con cuidado abrió el antiquísimo recipiente para hallar dentro un brillante fragmento de metal de un color desconocido... en ese momento sus ojos brillaron con un extraño fulgor y con un rápido movimiento guardó aquel objeto en su morral... nunca se lo daría a Sir Robert.

Aduana de Londres – 1908

El flemático funcionario británico miró con desprecio al joven italiano mientras le decía:
- En este país el contrabando se castiga con prisión, todas sus pertenencias serán confiscadas y a usted le espera la cárcel...
Enrico Cipula miraba con desesperación como todas sus pertenencias subían al vehículo oficial, todos los objetos sumerios que había robado y pensaba negociar con los coleccionistas cambiaban de manos... pero lo que mas le quemaba el alma era el fragmento de metal brillante que con la displicencia dada por el desconocimiento de su valor, el funcionario arrojaba a la basura.
Esa misma tarde un mendigo lo recogió junto con otros metales y lo vendió a un acopiador.
A los dos meses el fragmento de metal ingresaba al Banco de Inglaterra como materia prima para la manufactura de valores reales.
Dos semanas mas tarde aquel mítico fragmento caído del cielo hacía ocho mil años se convertía en treinta relucientes monedas británicas que se separaron a los cuatro rumbos de la Tierra.

Jovita - Provincia de Córdoba – 1936

El ingeniero ferroviario Bob Fosbery estaba harto del seco clima cordobés, el sol le daba de lleno en la cabeza y el mareo que sentía desde la mañana le impedía continuar con su trabajo. Detuvo la pequeña zorrita con la que estaba recorriendo las vías que salían de Jovita rumbo a Italo, debía terminar el control esa misma semana pero el mareo no paraba, debería visitar al médico de la empresa.
Se sentó un momento a descansar a la sombra del vehículo y no tardó en quedarse dormido... en un movimiento involuntario,  tres monedas cayeron de su bolsillo y se mezclaron con las piedras del terraplén del ferrocarril. Una de ellas brillaba con un extraño fulgor de un color desconocido...

Italó – Córdoba – Argentina – 1946


Antonio se levantó de madrugada ese día de junio... la helada había blanqueado el campo dándole un aspecto nevado, el frío era intenso y los vidrios estaban helados del lado de afuera, distorsionando la visión de las cosas mas allá del alambrado. Encendió la cocina a leña y preparó el agua y la leche para el desayuno, cortó gruesas rodajas del pan que su madre horneara la tarde anterior, y las puso sobre la gruesa chapa de acero de la cocina para tostarlo, de la fiambrera de alambre sacó la manteca que don Braulio les dejara esa semana...
En ese momento sonó el silbato del tren, que a esa hora se detenía en la estación de Italó para que el pasaje pudiera recoger el agua del pozo central del pueblo, del que se decía que tenía propiedades curativas, por lo que los tres servicios del día se detenían un buen rato para que sus pasajeros se refrescaran con sus aguas beneficiosas.
Pensó en su papá, que ya haría unas tres horas que estaría en la estación, ya que era el señalero y encargado de vías. Sus hermanos llegaron a la cocina tiritando de frío y con sueño, pero el aroma del café con leche y las tostadas los terminó de despertar.
Llegó temprano al negocio de su tío y se puso a acomodar las cajas de mercadería que habían llegado con el tren, en eso su amigo Pedro le acercó un mate
- Que tenés que hacer el domingo? Le preguntó mientras le daba un mate cimarrón
- Nada, por? Le contestó a su amigo mientras se quemaba la mano y la legua con la bombilla en un solo movimiento
- Estaría bueno ir a cazar unas perdices por el terraplén para el lado de Jovita, me contó tu viejo que las oye silbar todas las tardecitas por ahí cerca de las vías...
Desde que el padre de Pedro le había regalado aquella hermosa escopeta belga de dos cañones, el muchacho no perdía ocasión de usarla y las perdices eran una buena motivación
- Dale, después de comer vamos un rato en la zorrita de mi viejo, los domingos no se usa y la podemos aprovechar...
- Bárbaro, te paso a buscar, le contestó su amigo, mientras le quemaba la otra mano y lo que le quedaba de lengua con otro mate de temperatura volcánica..
Esa tarde salió del negocio y con la bicicleta decidió dar una vuelta por el pequeño poblado... recorrió prolijamente las seis manzanas de ancho por seis de largo y saludó a todos los vecinos con los que se cruzó, a quienes conocía por el nombre... pero el verdadero objetivo de su errático paseo era la casa de Esther, una jóven que era la protagonista de sus sueños de adolescente. Por supuesto aún no se animaba a decirle lo que sentía por ella, pero esperaba la ocasión... quizá cuando trajeran esa película de la que todos hablaban al teatro del pueblo la invitaría a verla, eso si el viejo Artola, el padre, se lo permitía, contaban sus amigos que el viejo era de pocas pulgas...
Esa noche su padre, que presidía todas las noches la mesa de la cena, con los ojos llenos de alegría, les comunicó que lo habían ascendido de categoría en el ferrocarril y que tendría a su cargo algunos obreros; su esposa sirvió doble ración del exquisito guisado de lentejas que había cocinado y todos (hasta los mas chicos) brindaron con aquel rico vino dulzón que les regalara el padre de Esther...
Antonio se acostó temprano aquella noche soñando con la negra cabellera de su amor adolescente.

El domingo al alba los amigos acomodaron la bolsa con los víveres para el día, la escopeta de Pedro y el rifle de Antonio, y partieron el la zorra de inspección por las vías rumbo a Jovita... ya a mitad de camino las perdices silbaban a uno u otro lado y para las doce del mediodía decidieron dejar la caza. Detuvieron el vehículo y por precaución lo sacaron de la vía.



              
Luego de almorzar se sentaron un rato a la vera de las vías y en ese momento algo brillante entre las piedras llamó la atención de Antonio.
- Que será eso que brilla ahí? Le dijo a su amigo
Mientras con la punta de su cuchillo apartó algunas rocas y dejó a la vista tres monedas semi enterradas en el pedregullo.
- Sirven? Que son? Preguntó Pedro
- No sé, parecen inglesas, tienen dibujado un barquito...
- Regalame alguna, que yo fui el que te trajo acá, protestó Pedro
Antonio vio que dos de ellas parecían como herrumbadas, sucias; mientras que la tercera relucía como recién acuñada...
- Para que no chilles te voy a dar dos, así le das una a tu hermanito
- Gracias, Antonio... se va a poner contento!
Durante el resto de la tarde continuaron paseando con la zorra por las vías y al crepúsculo volvieron a Italó.
Esa noche Antonio no podía dejar de mirar la moneda que había hallado, su metal reluciente le llamaba muchísimo la atención y se durmió con ella en la mano.

El lunes repitió el rito del desayuno solo que su padre estaba en la casa, preparaba su bolso porque ese día iría a Realicó a supervisar unos trabajos...invitó a Antonio a acompañarlo.
El jóven dudó, justo al día siguiente se realizaría la proyección de la película en el teatro y tenía pensado invitar a Esther, pero la perspectiva de ir a una ciudad grande lo tentaba... en ese momento recordó la moneda inglesa en su bolsillo y entregó la decisión a ella, la arrojó al aire... si salía cara, viajaría a Realicó. La moneda cayó al suelo y rodó por el piso desapareciendo de su vista.
Por mas que la buscó una y otra vez no pudo hallarla revisó prolijamente toda la cocina una y otra vez sin éxito... parecía como si se la hubiese tragado la tierra.
En un rincón y justo detrás de una de las patas de la cocina, la libra esterlina estaba parada de canto sobre el suelo; de las mil maneras que una moneda puede caer al piso, es casi imposible que caiga de canto... sin embargo ésta estaba así.

Finalmente Antonio decidió acompañar a su padre esa mañana e hizo bien, ya que solo una semana después  darían nuevamente el film y tendría la revancha...
Cuando llegaron a Realicó se presentaron en la oficina del Jefe de la estación, justo en ese momento algo raro aconteció en la cabeza de Antonio, miraba los ojos del Jefe de su padre y lo escuchaba claramente hablar, pero el hombre NO ESTABA MOVIENDO LOS LABIOS, es mas, mientras oía el saludo formal que le dirigía a su padre, al mismo tiempo oía su pensamiento, que era muy distinto de lo que estaba hablando:
- Buenas Tardes don Manuel!, así que ha traído a su hijo... que bien! (pero que se piensa este hombre, que puede hacer de niñero mientras el ferrocarril le paga el sueldo? Y que cara de tonto tiene este muchacho...)
Antonio sintió un extraño escalofrío cuando se dio cuenta de que podía OIR lo que pensaba este hombre, miró a su padre a ver si le pasaba lo mismo pero no... la conversación entre ambos seguía como si nada...
- Que me está pasando? Pensaba Antonio, me estaré volviendo loco?
En ese momento una mujer con una maleta pasó por el pasillo rumbo al andén, miró a su padre y luego a él mientas pasaba cerca de ellos
- (El padre no vale gran cosa, pero el muchacho está para comérselo... como me gustaría llevármelo en el viaje...mmm) pensaba en ese momento la mujer.
Antonio casi pega un salto de la impresión... realmente podía oír lo que pensaban las personas que estaban cerca de él... mareado por la extraña circunstancia se sentó en unos de los bancos del andén mientras su padre seguía recibiendo instrucciones del Jefe de Estación.
En ese momento un niño visiblemente desabrigado para la temperatura de ese lugar miraba con ojos extraviados un sándwich que estaba bajo una campana de vidrio en el bar contiguo a la estación
- (Diosito querido... por favor hacé que me den alguna moneda hoy para poder comer algo... tengo tanta hambre!!!) pensaba el niño y por supuesto pudo ser oído por Antonio, éste, conmovido por la fuerza del pensamiento del niño se levantó y fue hasta el bar, compró el sándwich y llamó al chico.
- Tomá, esto es para vos, cómelo tranquilo... por favor señor, le podría servir un café con leche y prepararle otro sándwich?, yo pago.
El chico miró a los ojos de Antonio con infinito agradecimiento sin entender nada...
- (Quién es este muchacho? Pensó... gracias Dios!)
Antonio volvió al banco de la estación satisfecho... mientras estaba allí aprendió a sintonizar los pensamientos de las personas que pasaban a su lado... realmente era increíble poder OIR y entender lo que pensaban esas personas...
Luego de pasar unos días con su padre (y también leer sus pensamientos) volvió a Italó completamente cambiado.
Aprendió en esos días a usar los secretos que descubría en las cabezas de las personas con quien hablaba para arreglar entuertos entre vecinos, para alejar celos en las cabezas de algunos amigos y para acercar a personas que estaban peleadas por tonterías... de repente todos lo miraban como a un ángel que siempre daba el consejo justo, la palabra exacta que ellos no podían expresar y que el parecía conocer mágicamente.
Cierta tarde un vecino del pueblo fue al negocio a comprar cuatro metros de soga, tenía los ojos inyectados y apenas saludó al entrar...
Antonio lo miró espantado porque en su pensamiento vio la idea del suicidio, desesperado y sin saber muy bien que hacer le dijo:
- Pero que está por hacer don Fausto? Como se va a matar? Déjese de joder, que su hija lo necesita mucho!
El hombre lo miró con asombro primero y con terror después...
- Pero... que sos vos?, un brujo?... como sabés....?
Luego de decir esto salió corriendo y por supuesto dejó la soga sobre el mostrador
Ese día Antonio entendió que ese don que poseía podía traerle problemas, por lo que fue mas cauto al actuar sobre lo que se enteraba por este extraordinario procedimiento...
Sin embargo para algo le sirvió ese increíble don... una mañana entra el viejo Artola al negocio y le pide una tazas a Antonio, que lo mira con cierto temor, por ser el padre de la mujer que amaba...
- Dame media docena de tazas de cerámica con platitos por favor (así que éste es el pibe que le gusta a mi hija, parece bueno... estudiará?) pensaba mientras hablaba.
- Como no don Artola, le gustan éstas?, le dijo mientras se las mostraba, esta tarde tengo un examen en la escuela y estoy un poco nervioso, vio?
- No hay problema (así que estudia.. que bien, no será medio mujeriego este? Es bien pintón)
- Si le gustan se las envuelvo, mucha maña no me doy para los paquetes... mi mama me dice que tengo que conseguir una novia para que me enseñe, pero con tanto estudio todavía no tuve tiempo para las chicas... le dijo a su futuro suegro como al pasar
- Dale nomás, me las llevo. (que bien!, parece que es derechito... bueno veremos que pasa, pero me cayó bien...)
El hombre pagó y se fue. Antonio estaba radiante, ahora solo faltaba acercarse a Esther para espiar un poco en su cabeza y ver como acercarse...
Justo en ese momento, allá en su casa, una de sus hermanas metió la escoba debajo de la cocina para barrer las cenizas...tocando la moneda que finalmente cayó de plano al suelo.
En ese mismo instante Antonio dejó de oír los pensamientos de los otros, pero no le importó demasiado... en el pueblo todos tenían ya una nueva imagen de él, todos lo consideraban una persona de inteligencia superior, de consejo medido y preciso a pesar de su poca edad...
Un mes después y durante la proyección de una película, Antonio y Esther unieron para siempre sus destinos.

Italó quedó atrás en el tiempo y la distancia... formaron una familia y tuvieron dos hijas; por muchos años Antonio guardó para sí el secreto de aquel extraño fenómeno; también pensó algunas veces en aquella moneda británica, hasta que también olvidó su recuerdo...



            

Italó – Córdoba - 2012

Pasaron muchísimos años en los que la casa de Antonio se encontró desocupada y uno de sus hermanos decidió echarla abajo según  la costumbre familiar de no dejar la casa convertida en tapera, contrató entonces los servicios de un hombre extranjero, un iraquí que se dedicaba a la cría de cabras y completaba sus ingresos con trabajos de albañilería. Convinieron en que los escombros y algún dinero serían para él a cambio del trabajo.
Cuando sacó la vieja cocina de leña que se hallaba herrumbada, vio algo brillante en el piso... era una moneda inglesa que brillaba con un extraño fulgor, la recogió y la guardó en su morral. Esa noche mientras admiraba su brillo a la luz de fuego de su hogar a leña tuvo una especie de deja vu... se vio a si mismo en un desierto parecido a los campos de Italó, cuidando sus cabras mientras veía como una bola de fuego cruzaba el cielo frente a él...