lunes, 18 de noviembre de 2013

La Bajada 71

La Bajada 71:
En febrero de 1970 se produjo el mayor desastre ferroviario de la Argentina.
A partir de este accidente ocurrieron innumerables fenómenos paranormales relacionados con él.
Este relato está basado en uno de ellos.

Benavídez, 1° de Febrero de 1970

20:27 horas.

El convoy ferroviario “Estrella del Norte” 1016 procedente de Tucumán avanzaba a máxima velocidad en dirección a la ciudad de Buenos Aires, acababa de pasar la estación de Benavídez con luz verde sin sospechar sus conductores que se dirigían a la tragedia...
No imaginaban que la formación local 3832 se hallaba detenida frente a la torre eléctrica 71, conocida como la Bajada 71,  por un desperfecto mecánico.
Con el pasaje completo, llevaba detenido mas de 40 minutos mientras el motorman y el mecánico trataban de reparar el inconveniente.
Lucio Filippi se asomó por la ventanilla para fumar el último cigarrillo, estaba hastiado del olor a sudor en el interior del vagón, hacía calor y las estrellas brillaban limpias en el cielo, miró hacia la ciudad para ver el resplandor de las luces del centro... hacia la parte trasera del tren solo se veía oscuridad.
De pronto creyó oír el ruido de una locomotora a toda marcha, lo curioso era que el sonido venía desde atrás del tren y no desde el frente, era como si se acercara por la misma vía... esforzó la vista y de pronto se horrorizó. Desembocando de una curva las luces de un tren se acercaban a toda velocidad...
Gritó con todas sus fuerzas a los pasajeros que compartían con el él vagón, pero pocos entendieron el gesto desesperado, sin perder un segundo se arrojó por la ventana y luego del golpe contra las piedras del terraplén corrió hacia el zanjón de la derecha mientras otros tres pasajeros saltaban también del tren...

20:29 horas

Los pocos habitantes rurales de la zona oyeron una explosión fenomenal y gritos desgarradores poco después...

La tragedia estaba consumada.
Aquel choque de trenes fue la catástrofe mas grande de su tipo en la Argentina y cobró 236 vidas, la mayoría de los cuerpos no pudieron ser recuperados debido a los enormes destrozos producidos, por lo que tres días después del accidente se decidió incinerar los restos en el mismo lugar... muchos nunca fueron identificados.


              

Lucio jamás pudo borrar de su mente y de su alma los horrores que vivió esa noche, tampoco podía limpiar de su cuerpo la sangre que lo cubrió cuando ayudaba a rescatar a los heridos, a los mutilados... ni podía dejar de oír los gritos de dolor y el tremendo silencio que reinaba en las personas que iban llegando al lugar, horrorizadas frente a lo que veían...
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Ciudad de Buenos Aires, HOY:

Germán estaba exultante, decidió gastar los últimos pesos que le quedaban en la caja de ahorros para festejar la noticia, bajaba los escalones de dos en dos, ya que la alegría incontenible que sentía por haber conseguido trabajo en la empresa de seguridad le impedía esperar el ascensor, tenía la necesidad de correr, de moverse, sonriendo todo el tiempo y con ansiedad de contarle todo a Andrea, de demostrarle, por fin, que él también servía para algo.
Desde que había perdido el empleo hacía ya tres años, se sentía poco menos que un inútil, a los 40 años era considerado un viejo, y solo conseguía trabajos mediocres y sin importancia, pero este era verdaderamente bueno, trabajaría como personal de seguridad, recibiría instrucción en el uso de armas y cuidaría objetivos importantes... se sentía inmensamente feliz y sin el peso del fracaso sobre sus espaldas como en los últimos años.
Compró un pollo al spiedo con papas, un postre helado y aun quiso comprar algún champagne, pero su magro resto solo le alcanzó para una sidra de marca, no importaba, aun así brindaría con su mujer.
La cena fue fantástica y luego del brindis se encontró físicamente con ella como hacía mucho tiempo no sucedía, su estima estaba otra vez en alza y se sentía muy bien.
El siguiente mes lo pasó de curso en curso y de practicas de tiro e instrucción, las que rindió con honores, pero el día que verdaderamente se sintió en el paraíso fue cuando le dieron su uniforme y su arma.
Se miraba al espejo satisfecho. Los años de correr todas las mañanas y gimnasio semanal lo mantenían en excelente estado y lucía muy bien, su arma era nueva y estaba a su nombre, era una hermosa 9mm con cartuchera de cordura y tres cargadores, además le habían dado la tonfa, ese garrote policial con mango, el gas de pimienta de cayena, las esposas y el handy. No veía el momento de que le asignaran el objetivo y comenzar a trabajar.
El día finalmente llegó, la empresa para la que trabajaba había logrado un importante contrato para brindar la seguridad de un mega emprendimiento inmobiliario conocido como Nordelta, que estaba ubicado entre las localidades de Benavídez y General Pacheco. Era una ciudad privada con cincuenta mil habitantes y con todo dentro, centros de salud, cines, centros de compra, colegios y demás, realmente Germán estaba feliz, porque el contrato era por varios años en los que él tendría trabajo seguro.
Le toco una cabina de guardia perdida en uno de los extremos del emprendimiento, ubicada en el extremo noroeste de la misma,. Pegada a las vías del ferrocarril y justo frente a una torre eléctrica que todos conocían como la bajada 71, por lo que su cabina se nombraba igual.
Era realmente confortable, tenía su propio baño y calefacción, un sillón, elementos para calentar bebidas y un pequeño microondas para calentar alguna comida, a el le correspondía un horario difícil, de las 22 a las 10 de la mañana, pero eso no le importaba, sabía que a su edad no podía pretender demasiado, lo preocupaba un poco el hecho que estaba bastante retirado de todo y para llegar ahí debía moverse en cuatriciclo... si había algún problema tardaría un rato la ayuda en llegar hasta él. De todas formas formaba parte de la dotación de la cabina una escopeta a trombón de calibre 12, por lo que nada debía temer en cuanto a incursiones de extraños.
Su trabajo era bien simple, debía controlar tres monitores de vigilancia que mostraban las imágenes de tres domos que podía dirigir a voluntad, además de veinte sensores de movimiento colocados a lo largo del alambrado que separaba el límite de Nordelta con el campo y las vías férreas, las que podía iluminar a voluntad con unos reflectores estratégicamente colocados allí.
Los primeros días se mantenía bien alerta e informaba de cualquier anomalía al instante. Sus jefes estaban satisfechos de aquel celo profesional y buena disposición. Sin embargo, el correr de los días y lo rutinario del trabajo lentamente iban haciéndolo mas mecánico y aburrido. Lo que lo mantenía entretenido era ver las actividades de liebres, búhos y otros animalitos que vivían por allí y que disparaban los sensores... los seguía con las cámaras e incluso los filmaba como diversión.


                


Pero aquella rutina cambió una noche.
Germán estaba escribiendo crucigramas cuando uno de los sensores que daban a la vía se disparó, de inmediato orientó una cámara hacia allí y encendió un reflector... nada.
No podía ver nada, solo la niebla baja que flotaba sobre el agua estancada del zanjón pegado a las vías. Decidió que quizá fuera algún animal que chocó con el alambre y siguió con el crucigrama.
De pronto saltaron cinco alarmas a la vez, dejo de masticar el sándwich que estaba comiendo y llamó a la central por handy. Le ordenaron verificar que pasaba y le avisaron que le enviaban un refuerzo.
Corrió una bala a la recámara de la pistola y un cartucho a la de la escopeta y colocándose un abrigo salió a la fría noche. Decidió ir caminando ante la eventualidad que el o los intrusos oyeran el motor del cuatriciclo y le dispararan.
Llegó al primer sensor y se asustó, el mismo estaba achicharrado, derretido como si hubiese estado sometido al fuego, apuntando a la oscuridad con su escopeta recorrió los doscientos metros de alambrado y puntualmente encontró los otros sensores también derretidos. No vio cortado el alambrado ni señales de intrusos, sin embargo algo lo asustó, un sonido indefinible y una luminosidad extraña que venía de las vías le erizó los pelos de la nuca, apresuró la marcha rumbo a la cabina justo cuando llegaba el refuerzo, le comunicó la novedad y juntos certificaron las roturas.
Cuando entregó las hojas del turno a su superior, éste le informo que reemplazarían los sensores y que la noche siguiente lo acompañaría alguien de la empresa electrónica para verificar que no fuera un problema de ellos.
Germán dormía por las tardes, pero esa tarde no pegó un ojo... aquello que había visto en las vías volvía una y otra vez a su cabeza, no podía explicarse que podía ser aquello, y esa falta de explicación le producía miedo. Por suerte esa noche estaría acompañado.

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Al llegar al trabajo estaba esperándolo su jefe y un hombre viejo que se identificó como técnico de la empresa de sensores, se llamaba Lucio Filippi. Juntos viajaron hasta el puesto en el cuatriciclo, a medida que se acercaban Germán notaba que su acompañante se ponía mas y mas tenso, al punto que al llegar a la cabina el viejo tenía una palidez insólita y un gesto de impresión profunda en el rostro.
Germán le preparó un café y le preguntó que le sucedía, que no tuviera miedo ya que ahí estaban bien armados y podían enfrentar cualquier situación, sin embargo el viejo le explicó que no era miedo, sino una vieja angustia, él conocía aquel lugar, cuarenta años antes había salvado su vida de milagro allí mismo, y los recuerdos de aquella noche angustiante parecían haber vuelto a él.
La noche se movía lenta, luego de la cena ambos salieron a controlar los sensores que habían reemplazado la mañana anterior...  como precaución, el guardia llevó la escopeta.
Al llegar a la veja torre algo sucedió.
Un estruendo ensordecedor se oyó y seguidamente gritos y lamentos por doquier, Germán llamó por handy a la guardia informando del accidente y corrió hacia la vía, pero el viejo temblaba sin poder cruzar el alambrado... el guardia cruzó la zanja corriendo y llego al lugar de donde surgía una luz espectral y extraña... dos trenes se hallaban colisionados allí y se veían cuerpos y heridos por todas partes... sin embargo la escena era irreal, las cosas parecían difuminadas... etéreas, transparentes... quiso ayudar a una mujer que se arrastraba fuera de un vagón destruido y no pudo agarrarla, su mano pasaba a través del brazo de la persona sin poder asirlo... era para volver loco a cualquiera aquel pandemonio de imágenes, gritos de dolor y luces extrañas...
Un mareo profundo le fue ganando mientras una náusea incontenible lo tumbó de rodillas... a lo lejos veía el movimiento de las luces de los vehículos de la guardia que se acercaban de prisa... logró incorporarse y llegar hasta el alambrado justo a tiempo para ver unas extrañas figuras que rodeaban al viejo de la empresa de vigilancia electrónica.
La escena era tanto o mas irreal que la que acababa de ver en el terraplén... diez o doce personas (al menos eso parecían) rodeaban al viejo que lloraba arrodillado mientras ellos se le acercaban... Germán decidió socorrer al viejo y efectuó tres disparos hacia las figuras que reverberaban como si fuesen de humo al paso de las balas y volvían a rehacerse de inmediato... al llegar mas cerca vio con verdadero terror que las piernas se perdían en el aire sin llegar al piso... flotaban en el aire y carecían de pies... sus piernas estaban apoyadas en la nada.


                                       


Eso fue demasiado... perdió la noción de lo que sucedía y como en un sueño y desde el piso donde había caído creyó oír voces de ultratumba que repetían una y otra vez: “Lucio, ven a ocupar tu lugar... Lucio, ven... eres nosotros y nosotros somos tu... ven... ven...”.
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El guardia despertó en la habitación de un hospital, no entendía que hacía allí ni porque un policía estaba a su lado...
Los siguientes días  fueron una pesadilla, repetía una y otra vez lo que había visto y vivido, pero notaba caras extrañas y gestos esquivos... repetía una y otra vez que le preguntaran al viejo técnico, que él había visto lo mismo, pero solo le respondían con silencio.
Notaba que le inyectaban algo con mayor frecuencia y finalmente ya no podía recordar ni siquiera quien era él...
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Las investigaciones que se realizaron en la bajada 71 nunca se informaron a la opinión pública, nunca se explicaron las causas de la desaparición del técnico Lucio Filippi, de quien nunca se volvió a saber, tampoco los bomberos y los servicios de seguridad que acudieron al lugar pudieron explicar de donde provenía el resplandor ni los gritos que se oían por todas partes sobre las vías que fueron recorridas desde Benavídez a Pacheco sin encontrar nada pero oyendo perfectamente los lamentos y los ayes de dolor, envuelto todo el lugar de extrañas luces que recorrían los alambrados y las vías en todas direcciones y de los colores mas extraños... tampoco la empresa explicó porque decidió desmantelar la cabina de guardia de ese lugar, reemplazándola por dos torres de vigilancia automática, sin personal.
En algunos meses se olvidó el incidente pero de todas formas los guardias con perros y los de los cuatriciclos que recorrían regularmente el perímetro de Nordelta nunca pasaban por las inmediaciones de la bajada 71, y todos los desperfectos que se producían en las torres de vigilancia solo eran reparados  bien entrado el día, hasta que finalmente se decidió colocar el alambrado 300 mts. mas adentro del emprendimiento con la excusa de hacer una pequeña reserva natural para los animalitos de la vía...


               

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Un par de años después de los incidentes de aquella noche, el antiguo jefe de Germán encontró casualmente a la mujer en el subterráneo, preguntándole por su marido, la señora, esquivándole la mirada, le respondió que no sabía nada de él desde que lo habían internado en la colonia neurosiquiátrica Montes de Oca, porque su nueva pareja le había prohibido visitarlo...

miércoles, 25 de septiembre de 2013

La Copa de Madera

El sonido le martillaba los oídos. La velada de whisky de la noche anterior no le dejaba decidir si se trataba del teléfono o del despertador, se decidió por lo segundo y erró. Luego de algunos manotazos levantó el tubo y contestó:
                    Hable, dijo con voz pastosa.
                    Hola Emilio, soy Beto, buen día, disculpa que te despierte pero salió un trabajo justo para vos, es sencillo y te va a dejar buena plata...
Alberto era la nueva pareja de su ex mujer, y todavía no había decidido si le molestaba más que fuera tan amable con él o que disfrutara de su mujer como el mismo no había podido.
                    Decime de que se trata, me interesa, le respondió.
                    Mirá, unos chinos compraron la vieja mansión Vereen de la calle Calvario y quieren hacer un relevamiento fotográfico para que los arquitectos decidan si la tiran abajo o la reforman para poner un centro de compras.
                    Es sencillo, para cuando lo querés...?
                    Vení después de mediodía a la inmobiliaria y hablamos.
                    Ok, ahí estaré.
Colgó el teléfono y prendió un cigarrillo, pensativo, mientras encendía la radio. La primera noticia que oyó fue que el Cardenal Bergoglio había sido elegido nuevo Papa y ahora se nombraba Francisco.
                    Vaya, vaya, pensó, quién hubiera dicho que tendríamos un Papa argentino...
Se levantó finalmente y se fue a duchar.
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Emilio Bousquet había sido un fotógrafo de renombre, trabajó para varios medios nacionales e internacionales y tuvo su máximo esplendor durante el primer gobierno de Menem, cuando exponía sus trabajos en varias galerías y publicaba libros de fotografía de la naturaleza. Era un experto en vida salvaje y flora natural y además un pionero en la macrofotografía... Desgraciadamente, con el advenimiento de la era digital, donde cualquiera tenía una cámara de alta definición incorporada a su celular y donde se podían editar fotos que antes llevaban horas y horas de trabajo en el estudio, con simples programas bajados de internet; los fotógrafos “de rollo” como era él, habían declinado hasta casi desaparecer. Recordaba, empero, cuando había hecho varias sesiones de fotos con el entonces Cardenal Primado de Buenos Aires, el cura Bergoglio, que recordaba como una persona muy amable y simpática. También había hecho fotografía “free lance”, e incluso cuando su economía se iba a pique hasta había trabajado para algunos editores de pornografía...
Luego de separarse de Adriana, la cosa le había ido realmente mal, debiendo vender la casa familiar y pasando a vivir en un pequeño mono ambiente alquilado. Lo único que conservaba de su antigua gloria era una vieja camioneta 4x4, la que a su ex no le interesaba, permitiéndole conservarla.
Hoy día sobrevivía haciendo fotografía social (algo que odiaba) y de vez en cuando lo convocaban para cacerías de extranjeros que deseaban guardar recuerdo fotográfico de sus lances cinegéticos. Y eso era todo. Con cincuenta años encima ya no había mucho por hacer, así que luego de almorzar frugalmente, partió en la camioneta, rumbo a la inmobiliaria de Alberto
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La pareja de su ex le dio las llaves de la mansión y le explicó brevemente lo que deseaban los clientes chinos. Emilio apenas lo escuchaba mientras veía sobre su escritorio las fotos de su mujer y sus hijos en el barco de Alberto, sonriendo felices y plenos desde el rectángulo de papel.
Decidió ir a la mañana siguiente para disponer de buena luz para el trabajo, por lo que el resto del día lo pasó preparando sus equipos. En la noche repitió, una vez más, la velada de whisky en soledad.
Llegó a la vieja mansión Vereen pasadas las ocho y le sorprendió lo inmensa que era, ocupaba más de media manzana y tenía salida a dos calles, el último dueño del lugar era un descendiente de nobles franceses, que había desaparecido durante la dictadura y del que se decía que era traficante de armas, con contactos con guerrilleros argentinos, chilenos y uruguayos. Desde entonces la casa se hallaba desocupada y había sido saqueada varias veces.
Le costó abrir el cancel y desde dentro lo recibió un fuerte olor a humedad. Lo primero fue abrir los postigones de todas las ventanas para que la luz entrara en el lugar. Todo estaba sucio y abandonado. Los excelentes pisos de roble estaban cubiertos por una gruesa capa de polvo y las paredes florecían en manchas de humedad; no había allí prácticamente muebles y solo se veían algunas sillas y una mesa rota. Lo más probable es que los chinos echaran abajo aquello, y quizá fuese lo mejor, pensó.
Estaba terminando su trabajo cuando vio en una de las paredes una cruz de madera con forma muy peculiar, hacía años que no veía una similar; recordaba perfectamente que la única vez que había visto (y fotografiado) una similar era en las ruinas del último bastión de los cátaros en el castillo de Montségur, en el sur de Francia, donde aquellos caballeros medievales habían sido exterminados.


                                          
Intrigado, decidió descolgarla y llevársela, después de todo, todo el lugar sería demolido y lo más probable es que alguien hiciera un fuego con aquella cruz. Tomó una de las tres viejas sillas  que había allí y se subió a ella para alcanzar la cruz, luego de descolgarla, una de las patas de la silla cedió y cayó al suelo estrepitosamente, ensuciándose con el polvo del piso. Maldijo por lo bajo y se incorporó, sacudiéndose la suciedad. Cuando trató de enderezar la silla, notó que en un doble fondo de su respaldo sobresalía una especie de sobre o bolsa de plástico. Con su navaja terminó de romper el respaldo y sacó la bolsa, ésta era pesada y contenía, al parecer, varias cosas. Llevó la bolsa al antiguo comedor, donde sobre la mesa rota volcó el contenido.
No podía dar crédito a lo que veía, había allí un grueso fajo de dólares, una pistola Luger P08 Parabellum y una libreta Moleskine de tapas de hule negro de las que viera solo en su infancia.


                       


Sin pérdida de tiempo guardó todo nuevamente en su bolsa plástica y ésta dentro de su bolso de fotografía... el destino le había dado un bono extra y se sentía feliz por ello.
Terminó su trabajo, cerró la casa y se dirigió a la inmobiliaria.
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Entregó las llaves de la mansión y prometió llevar las fotos impresas y editadas a la mañana siguiente al estudio de los arquitectos encargados del proyecto. Ni siquiera contó el dinero que le diera Alberto por el trabajo, su mente estaba en el fajo de dólares que hallara en la silla rota.
Una vez en el departamento sacó con cuidado las cosas de la bolsa plástica. La pistola estaba cargada, pero él era aficionado al tiro, así que sabía cómo descargarla, la misma estaba en excelentes condiciones. Miró la libreta con apuro, pero obligándose a pasear las hojas, para estirar un poco más la emoción de ver cuántos dólares le había regalado la fortuna.
Sin embargo algo en aquella libreta le llamó la atención... estaba escrita en francés. Idioma que el dominaba, por haberlo aprendido de sus abuelos de ese origen, leyó algunas partes y otras no las comprendía demasiado, pero ya habría tiempo de ver de qué se trataba. Llegó el recuento del dinero.
Había allí quince mil dólares, que en ese momento de su vida, eran algo así como un regalo del cielo.
Esa noche cenó en un buen restaurante junto a Valeria, una amiga que compartía su soledad y que le alegraba el cuerpo un par de veces a la semana. Luego de la cena y de un encuentro sexual prolongado volvió a su departamento. No sentía sueño así que decidió traducir el contenido de la libreta.
Lo que leyó allí no le permitió conciliar el sueño durante toda la noche.
La libreta pertenecía al francés dueño de la casa, en la misma se detallaban los negocios que hacía con los diferentes grupos guerrilleros como los Tupamaros uruguayos o los de ERP en argentina, también había detalles del tráfico de metralletas chinas con gente de Allende en Chile y los pasos de frontera que usaban para esos menesteres. Pero lo que había llamado la atención de Emilio era la descripción detallada de un envío de mejicanos de oro que el francés pensaba enviar a Chile, porque sabía que sus días en Argentina estaban contados. Eran quinientos mejicanos de oro, mas una caja conteniendo una reliquia familiar que tenía escondidos en Capilla del Monte, en la provincia de Córdoba, y que había llevado a Neuquén, con el objeto de pasarlos a Chile, para seguir operando bajo la protección de gente de Salvador Allende.


                               

El diario del francés daba cuenta que la avioneta que había despachado desde Lonco Luan, al norte de Aluminé, para hacer el cruce por el paso de Icalma se había perdido una hora después de decolar y que no tenía noticias de la carga desde entonces.
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La cabeza de Emilio hervía de codicia.... quinientos mejicanos de oro equivalían actualmente a un millón de dólares, que quizá aún estuviesen allí, en algún lugar entre el extremo norte del lago Moquehue y la frontera con Chile. En la libreta del francés se consignaba que el vuelo era ilegal y no informado a las autoridades y que tres meses de búsqueda habían sido infructuosos. Tenía la matrícula de la aeronave, LV-INRI y que era un Piper PA 11.
Si ese oro estaba allí, él lo encontraría.


                              

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Lo primero que hizo fue recurrir a sus viejos contactos en diarios y revistas para averiguar mas sobre el francés, también contactó con cazadores de la zona de Aluminé que conocía de sus tiempos de fotógrafo de revistas de caza para averiguar sobre aquella avioneta, la que era evidente que pertenecía a alguien de la zona. Luego quiso saber sobre la forma de canjear los mejicanos de oro, en caso de hallarlos.
Lo que no imaginaba Emilio era que uno de sus mails, el que tenía la matrícula de la aeronave, había disparado una alarma en un centro de inteligencia de un lugar desconocido, el que a partir de ese momento, comenzó a monitorear todas las comunicaciones de Emilio, incluso dos días después, hasta su celular estaba intervenido.
Quince días le tomó reunir toda la información que necesitaba, incluso consiguió que Valeria, una ex policía aeronáutica, que tenía contactos en la fuerza aérea, le trajera varios mapas de tráfico aéreo del paso de Icalma y datos meteorológicos comunes a la época de la desaparición del avión y su carga.
Emilio Bousquet era un hombre inteligente que estaba dispuesto a hallar la aguja en el pajar. Una pequeña avioneta con un millón de dólares en oro estaba en algún lugar de esos bosques y él la hallaría.
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Los primeros día de septiembre canceló todos sus compromisos, preparó su equipo de campamento, comida para dos semanas, y en la vieja 4x4 partió hacia Neuquén.
Se hospedó en una estancia de Ñorquinco donde tenía un amigo que lo conectó con gente del aeroclub que le podía dar noticias de lo que buscaba. Trataba de no llamar la atención sobre el verdadero propósito de su búsqueda, pero quería saber sobre la aeronave, y principalmente, sobre su dueño.
Su pesquisa lo llevo frente a Gregoria Salas, nada menos que la viuda del piloto.
                    Mi marido siempre anduvo en cosas raras... yo le decía que se dejara de contrabandear pero no me hacía caso, yo sabía que algún día los militares chilenos lo bajarían, él siempre volaba de noche, y eso me daba miedo..
                    Tiene idea de que llevaba en ese último viaje?, le preguntó con aire inocente el porteño.
                    Qué sé yo... el siempre llevaba cigarrillos, whisky y en aquella época también cajas pesadas que le traía un francés que no me gustaba nada...
Por alguna razón, aquella mujer le contaba esas cosa a Emilio sin desconfianza, quizá por ser amigo del estanciero...
Le agradeció la información y cuando se incorporaba, la mujer le dijo:
                    Tenga cuidado, porteño... en aquella época gente peligrosa andaba preguntando lo mismo que usted y nunca volvieron del bosque...
Aquellas palabras erizaron por un momento los cabellos de la nuca de Emilio.
Se despidió de su amigo estanciero y se dirigió al lago Moquehue, sin sospechar que otra camioneta con tres personas seguía con gran detenimiento sus pasos.
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En el poblado del Mallín de Icalma alquiló una pequeña lancha por dos semanas y se dirigió al norte del lago, justo a las puertas del paso de Icalma, el que usara el piloto en sus vuelos clandestinos. Desembarcó su equipo en la orilla norte del lago y fondeó la lancha en un pequeño ancón al abrigo del viento.
Las palabras de la mujer volvían una y otra vez a su cabeza, por lo que decidió preparar su arma, una Glock 19 que siempre lo acompañaba en el bosque, y que colocó en su cinturón.
Buscó un viejo refugio que figuraba en sus mapas y que sería la base desde donde comenzaría la búsqueda.


                                           

A la luz de una lámpara de querosén, revisó una y otra vez los mapas tratando de adivinar cuál sería la ruta que eligiera el piloto perdido.
Finalmente decidió cortar el paso como si fuera un pastel y recorrer una porción por vez, revisando cada quebrada, cada valle, cada depresión, tratando de hallar las alas plateadas del avión.
Mientras él recorría el bosque, otra lancha atracaba en aquella playa, y tres hombres de aspecto siniestro establecían un campamento en un lugar oculto cercano. Los tres llevaban armas largas y no eran precisamente cazadores. Al menos no de animales.
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 Los días pasaban y el ánimo de Emilio decaía, los días en el bosque se hacían monótonos y la rutina de cocinar, caminar todo el día atento a cada detalle lo hastiaba... pensaba si aquello valía la pena, y si no estaba desperdiciando parte de los dólares que había encontrado en aquella aventura; sin embargo algo dentro de él le decía que, de algún modo, todo cuanto había hecho en la vida lo conducía a ese lugar y ese momento. No podía explicar la sensación que sentía, pero siempre terminaba pensando que aquello era lo que debía hacer, que él encontraría ese oro y se reivindicaría con la vida y consigo mismo, y que tal vez pudiera comprar un barco más grande que el de Alberto en el que sus hijos sonrieran felices mientras él los fotografiaba...
En la noche del séptimo día, algo aconteció.
Estaba durmiendo dentro de su carpa cuando sintió claramente la presencia de alguien afuera de la misma. Sigilosamente tomo la pistola y se preparó para lo inesperado... lo que sea que estuviera ahí afuera estaba caminando alrededor de la carpa.
Con sumo cuidado abrió un poco el cierre de la puerta, lo suficiente como para poder espiar hacia afuera.
El corazón se le detuvo de espanto al ver una inmensa figura de casi dos metros de alto, completamente cubierta de pelos que miraba la carpa con gesto feroz...
Cuando enfilaba el cañón del arma hacia esa cosa, alguien silbó desde una pequeña quebrada y el ser aquel corrió en dirección al sonido.
Emilio salió de la carpa y miraba aterrorizado a todas partes sin ver nada.
Era suficiente, decidió que los quince mil dólares que había encontrado eran bastante... no quería arriesgarse más, desarmó el campamento y arma en mano tomó el camino de regreso al lago con el propósito de volver a Buenos Aires... aquello que había visto no era normal y sin duda él jamás había visto ni oído de algo así, pero no quería quedarse a saber más.
Justo cuando subía un repecho que había atravesado tres día antes notó algo que no había visto en ese momento: el bosque de lengas tenía, visto desde allí, una altura uniforme, pero había una franja de unos cinco, quizá siete metros de ancho, donde los árboles eran mucho más bajos y la misma se extendía por unos cuarenta y cinco metros. Justo al final de esa franja algo brillaba.
Sacó los binoculares para ver y el corazón pareció darle un vuelco. La inconfundible silueta del plano de cola de un avión brillaba entre las ramas.
Se dirigió hacia allí con precaución, con la mente siempre recordando la cosa de la noche anterior, así que con el arma en la diestra llego al fondo del barranco.
Allí estaban los restos de la avioneta y su piloto. Verificó la matrícula; LV-INRI, no cabía en sí de la alegría, estaba frente a lo que vino a buscar.
El avión no estaba demasiado estropeado, solo sus alas estaban destrozadas, la cabina y el resto del fuselaje estaba intacto, dentro, se veían los restos esqueléticos del piloto aún en su asiento con una gorra y los auriculares puestos. Con el machete forzó una de las puertas y abrió la cabina, con cuidado sacó el cuerpo, que colocó a un costado y entró.
Había allí varias cajas, las fue abriendo una a una, en dos de ellas habían carabinas M1 americanas, en otra paquetes de cigarrillos franceses y en las dos últimas, dos cajas de metal con cerraduras, una de ellas bastante pesada, también el bolso del piloto, con una botella de licor y una pistola calibre .45.
Sacó las cajas con cerradura y las forzó.
Sus ojos se salieron de las orbitas al ver las brillantes monedas de oro, en una de las cajas estaban los mejicanos de oro. Quinientos de ellos.
Sin perder tiempo los colocó en su mochila, dejando allí, parte del equipo y los alimentos que ya no necesitaría. Luego abrió la otra caja.
Lo que encontró lo llenó de intriga.
Era una antiquísima copa de madera, como de medio litro de capacidad, construida, probablemente por su color, de cedro del Líbano, con una solo adorno, un aro de cobre de unos siete centímetros de ancho a mitad de la parte superior y que tenía tallado un sencillo esquema de un pez. Aquel objeto no parecía valer gran cosa, sin embargo estaba envuelto con gran delicadeza en un paño de seda y la caja tenía moldeada exactamente su silueta, que la contenía a la perfección.


                                    



Al tenerla en sus manos sintió una paz extraña, una sensación que jamás había sentido, algo que le decía que aquella copa quizá era más valiosa que los mejicanos de oro y los dólares.
La envolvió en la seda y con gran cuidado la puso también en la mochila.
Cuando estaba por irse miró el cuerpo del piloto. No podía irse dejándolo así, sin embargo la tarde caía rápido y si no apuraba no llegaría a la orilla del lago de día.
Decidió que no importaba. Con un trozo de metal del avión y a modo de pala cavó una fosa como de medio metro de profundidad, colocó allí el cuerpo, sacó antes la billetera y una cadena de oro con una pequeña cruz que llevaba y que pensaba llevarle a la viuda.
Lo cubrió de tierra y con los restos de la hélice fabricó una sencilla cruz. Las primeras sombras de la noche llegaban ya y decidió dormir en la cabina del avión, ante la eventualidad de que ese ser de la noche anterior volviese.
No tardó en dormirse y soñó que navegaba con sus hijos en un bello velero amarillo en un mar tranquilo y azul.
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La mañana siguiente recogió sus cosas y emprendió el regreso.
Al llegar a la pequeña bahía donde dejara la lancha se encontró con tres hombres armados que lo esperaban.
No le dieron tiempo a sacar su pistola ni a intentar ninguna defensa, simplemente uno de ellos le golpeó la cabeza con su arma y perdió el conocimiento.
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Cuando abrió los ojos era ya media tarde... estaba aferrado a la mochila con las monedas y la copa... sin comprender, se levantó con dificultad y un gran dolor de cabeza. Al mirar en derredor, vio gran cantidad de vainas servidas y uno de los fusiles automáticos de los hombres que lo golpearan, partido en el suelo como si le hubiese estallado una granada encima. Una sensación extraña de zozobra le fue ganando; algo terrible había ocurrido allí mientras estaba inconsciente. Desde luego se había producido un gran tiroteo, las vainas desparramadas por doquier lo atestiguaban, pero... que había pasado.?


                           

Una más prolija revisión de los alrededores le permitió hallar otro de los fusiles y más arriba de la quebrada, algo macabro... había allí un brazo cuya mano aún aferraba una pistola.
Algo explotó en su cabeza haciéndole comprender. Esa gente, sin duda se había topado con el ser (o varios de ellos) de la otra noche, y habían terminado mal. Pero no lograba entender por qué a él no lo habían atacado, quizá el estar inconsciente lo protegió o quizá otra cosa... de pronto recordó la copa y lo que había sentido al tenerla en las manos y entendió que quizá ella lo había protegido. En todo caso no pensaba quedarse a averiguarlo.
Volvió a la bahía y sin más pérdida de tiempo abordó la lancha e inició el cruce del lago. Mientras se alejaba de la costa oyó un sinnúmero de sonidos extraños, semejantes a aullidos que surgían de lo profundo del bosque y vio entre los árboles brillantes ojos amarillos que lo observaban alejarse...


                                                      
Llegó al mallín en el crepúsculo. Había vuelto una semana antes de lo previsto así que no lo esperaban. Fue a la guardería y devolvió la lancha.
                    Que pronto volvió, amigo, le dijo el dueño.
                    Así es, por suerte terminé el trabajo antes de lo previsto, así que aproveché.
Había mentido que estaba allí para fotografiar ciertas especies vegetales propias de la región.
                    Sabe algo?, una día después que usted partió al norte, unos tipos me alquilaron otra lancha y fueron a la misma zona, los vio?
                    La verdad que no, porque estuve siempre en el bosque... sabe a que vinieron?
                    Dijeron que a cazar, pero las armas que llevaban parecían de guerra, para mí que son espías o algo así, vinieron en esa camioneta negra que está allá, dijo señalando una Chrysler RAM Line negra, me tome el trabajo de buscar la patente en internet y no figura... para mí que es falsa, por suerte me pagaron un buen reaseguro, igual espero que vuelvan.
                    Estarán cazando por ahí seguramente, le respondió, pensando que el buen hombre jamás los volvería a ver.
Se despidió y subiendo a la camioneta partió hacia Aluminé, donde se registro en un Motel de la ruta para descansar.
Casi no pudo dormir pensando en las cosas que le habían cambiado tanto la vida en los últimos días, así que tomo un par de píldoras y pudo entonces dormir.
En la mañana pidió que le llevaran el desayuno a la cama y llamó a Valeria para avisarle que volvería antes de lo previsto. En ese momento un desvencijado Renault 4 L blanco paraba en la puerta de su habitación en el motel.
Asustado, preparó la Glock, corriendo una bala en la recámara. Justo cuando golpeaban a la puerta.
                    Quién es?, preguntó asustado.
                    Jorge, abrime por favor, Emilio
La voz le era familiar, pero se negaba a creer a quien pertenecía.
Al abrir la puerta, un hombre mayor, con anteojos y vestido con un pantalón negro y camisa con cuello de sacerdote estaba frente a él.
                    Su Santidad...?, pero, cómo...?
Las palabras le salían entrecortadas, no podía dar crédito a sus ojos, Jorge Bergoglio, el mismísimo Papa Francisco estaba parado frente a él.
                    Me imagino que te estarás haciendo muchas preguntas... pero si me cebás unos buenos mates, con gusto te las responderé, allá en el Vaticano, no consigo nadie que cebe un mate como la gente. Le decía con un brillo pícaro en los ojos.
                    Pe.. pero..., las palabras se le cortaban en la garganta.
Luego de un rato Emilio logró serenarse y más tarde, mate de por medio, Francisco le dio una explicación:


                                                         


                    Verás, desde que en un e-mail anotaste la matricula de la aeronave que encontraste, un grupo de enemigos de la Iglesia está detrás tuyo, y nosotros detrás de ellos... en ese avión viajaba uno de los máximos símbolos de la cristiandad, algo que contuvo, ni más ni menos que la alianza de los cielos con los hombres. Esa copa que encontraste fue hecha por un carpintero hace más de dos mil años y se usó en la última comida que hizo con sus amigos... antes de ser crucificado. Esa copa es el Santo Grial. Es por eso que viajé de incógnito, solo si escuchabas de mi boca la explicación entenderías su importancia, estoy en el convento de las Carmelitas de Aluminé, que depende de los jesuitas, mi congragación. Vine a buscar, si es que decidís dármelo, este símbolo para llevarlo a lugar seguro.
                    Pero... por que es tan importante esta copa de madera...? preguntó Emilio.
                    La tradición dice que quien beba de ella estará bebiendo la sangre del Señor, con los dones y poderes que ello conlleva.... creemos que nadie está capacitado para eso, salvo aquellos que el Señor eligió aquella noche.
Emilio tardaba en procesar tanta información, la cabeza le daba vueltas y vueltas... ni en sus sueños más bizarros hubiera imaginado estar tomando mates en un motel de Aluminé con el Papa mientras en una bolsa tenía nada menos que el Santo Grial.
Aquello era demasiado para él.
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                    Hay algo mas, solo en vos está la decisión de entregarlo a la Iglesia, ya que fuiste elegido para hallarlo, muy pocos en el mundo han recibido semejante Don.
                    Pero, por que yo?, si no tengo nada de especial....
                    Durante las cruzadas, el Grial fue rescatado por caballeros franceses, algunos de ellos eran Templarios, que debieron refugiarse con los Cátaros, los que finalmente fueron exterminados por el mismo grupo que te seguía... a propósito, que fue del trío que mandaron detrás tuyo?
                    Algo monstruoso pasó allá arriba, unos seres extraños, gigantes peludos de ojos amarillos los destrozaron, no se mucho mas...
                    Dios reciba sus almas, murmuró su Santidad por lo bajo. Ya veo, los caminos del Señor son extraños, serán los seres Alma de los que hablan por estos lugares, sin duda el Grial debe haberte protegido.
                    Eso creo, pero sigo sin entender, por que yo...?
                     Porque al igual que el dueño de la mansión Vereen, sos descendiente directo de uno de los nueve caballeros fundadores de la Orden del Templo, de los Templarios... tu antepasado fue Jacques de Rossal, el del otro francés, Hugo de Payns.
                    Dios mío... alcanzó a balbucear Emilio, abrumado ante tanta información.
                    Lo que más extraño en el Vaticano, son los buenos asados... le respondió Francisco para cortar la angustia de Emilio, que lo miró primero sin entender y luego dibujó una sonrisa.
                    Desde luego, la copa se va con usted, su Santidad, le dijo el fotógrafo.
                    Me imaginé que teniendo sangre noble en las venas, nobles serían tus acciones.....
                    Y con los mejicanos de oro...?, que hago...?
                    El carpintero que hizo esa copa dijo una vez, “Dad al César lo que es del César”, así que no creo que se enoje si se lo das de la manera que más te guste, le contestó con una sonrisa y un guiño Francisco.
Después de una larga charla, Emilio le entregó solemnemente la copa, luego de besarla; Francisco se subió al viejo Renault y partió hacia el convento.
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Tres meses después sucedieron dos cosas...


En las catacumbas de la catedral de San Pedro, en Roma, una vieja copa de madera con la figura de un pez grabada a mano en un costado, era colocada en la tumba de uno de los que bebieron de ella en la noche de la última cena. A final del camino, Pedro seguiría custodiando la Alianza de los hombres con los Cielos.


                           

jueves, 22 de agosto de 2013

Rakshasa (Sandman II)

                Dedicado a Daniel, Alejandra e Ignacio, que me pusieron tras la pista de esta increíble historia.

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Nueva Atlantis, Costa Bonaerense Argentina

Invierno de 2007



Isidro Guastavi salió del único almacén que estaba abierto a esa hora con los cuatro tetrabrick de vino barato y el fiambre para la cena, estaba contento por un trabajo que había conseguido y que le permitiría estirar los recursos hasta fin de mes; por aquel trabajo de pintura le habían dado un adelanto y esta noche sería de festejo, ya tenía leña que había juntado en los bosquecitos de los alrededores y bastantes piñas como para un buen fuego en la salamandra, y el vino le prometía hacerle olvidar un poco su penosa vida, sus fracasos y su soledad. Llegó cansado a la casilla que había construido al fondo de la calle Olmos, a pasitos de Newton, justo en el límite entre Nueva Atlantis y el medanal interminable de la costa bonaerense. Allí vivía solo, sin más compañía que un perro flaco que por las noches solía recorrer la playa buscando despojos de peces y otros alimentos que a veces el mar le regalaba.

La miseria les afinaba la cintura a ambos, y en este particularmente frío invierno la cosa era seria.

Luego de comer el fiambre y en la tercera caja de vino, Isidro empezó a cabecear de sueño, afuera el viento silbaba entre los árboles y en la ventana de la casilla nada se veía, empañada por la humedad y el calor de la salamandra. Un sonido lo sacó de la modorra, creyó escuchar un grito de su perro, no un ladrido ni un aullido, más bien un grito como cuando él lo pateaba cuando le robaba la comida de la fiambrera. Prestó atención pero nada más oyó, solo el sonido del viento y a veces de las olas, ya que estaba cerca del mar. Pensó que quizá se hubiera encontrado con otro perro cuando escuchó el ruido del portón de lata de su terreno, alguien lo había abierto, ya que el pasador solo podía correrlo una persona... miró la hora en el viejo despertador, las once de la noche. Quién podría ser a esa hora?, precavido, sacó del cajón el revólver .32 que tenía para su defensa y con un trapo limpió un poco el vidrio, para poder ver hacia afuera.

La figura de una mujer vieja se entreveía apenas a la luz vacilante de la bombilla de luz que tenía sobre la puerta.

  • Mamá?, preguntó casi en un grito Isidro, sorprendido y sin poder entender lo que veía... sos vos?, pero....
  • Abrime Isidro, que hace frío acá afuera...
  • Pero, mamá, como es posible...? vos....

Isidro tenía sesenta años, y su madre había muerto hacía ya más de veinte... pensó entonces que el vino le estaba haciendo ver cosas... sin embargo esa voz era tan conocida... y las facciones de la mujer que veía parada en la puerta eran las de su madre, indudablemente...

  • Esperá mamá, ya te abro, esperá...
  • Dale Isidro, que acá hace mucho frío... dejame entrar...

Sin soltar el arma Isidro descorrió el pasador y abrió la puerta de la casilla.

Allí afuera estaba su madre, que estiraba los brazos, sonriente, para abrazarlo...

  • Apartá el revólver Isidro, que me estás haciendo asustar...
  • Perdoná, le contestó Isidro dejando el arma sobre una caja que había en el piso...
  • Vení hijito, que quiero darte un abrazo....

Cuando ya sentía el abrazo cálido de su madre, Isidro vió a su perro, destrozado, tendido a un costado del portoncito... sorprendido, volteó a ver el rostro de su madre, que lo abrazaba ya... pero no fué a ella a quien vió.



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Los Molles, 11 km. Al sur de Merlo, Pcia. De San Luis, Argentina



Ignacio Diaz había terminado de juntar la leña de espinillo que había podido encontrar contra una de las paredes del solitario rancho. La aridez del lugar hacía escasa la vegetación y cada vez le costaba más trabajo conseguir leña para calentarse, además era bastante trabajo hacer que el improvisado sidecar que le había agregado a su motocicleta se quedara lo bastante quieto durante la marcha como para no desparramar la leña que era cada vez más escasa. Temblaba de frío cuando encendió la cocina económica y dispuso el agua para un café caliente. Como todos los días, abrió la notebook y comenzó a revisar las noticias con detenimiento. Sus ojos repasaban mecánicamente todas esas informaciones bizarras que solían encontrarse en portales poco conocidos... en un momento leyó la noticia de un solitario pintor que había sido hallado muerto en un balneario de la costa en circunstancias poco claras, interesado, abrió la página donde encontró abundantes fotografías del lugar y de lo que quedaba del pobre muerto. En una de ellas de veía uno de los brazos del hombre donde destacaba una nítida y visible mordida. En ese instante las pupilas de Ignacio se dilataron completamente y su rostro adquirió la expresión de la piedra.

Imprimió la noticia, las fotos y también un plano de Nueva Atlantis, que era el lugar de los sucesos. Preparó la cena y luego armó la mochila, también el resto de su equipo.

                                      

Le demandó un día y medio el viaje en moto desde San Luis hasta la costa, con un frío verdaderamente tremendo que soportó sin un solo gesto y con la mente puesta en la misión que tenía delante.

Unos kilómetros antes de San Clemente del Tuyú, en un lugar llamado Lavalle fué detenido en un control policial.

El agente lo miraba con desconfianza, Ignacio era muy alto y rubio, parecía un vikingo sobre la motocicleta, más aún, vestido con ropa de cuero y con el casco en la mano... solo sus ojos profundamente negros desentonaban en su aspecto, y eran ellos los que estremecían al policía, que no encontrando nada raro en la documentación del hombre y su vehículo, aun así quería saber mas..

  • Feo tiempo para andar en moto, señor, que lo trae por esta zona?, le preguntó en tono poco amigable el policía.
  • Soy fotógrafo, le dijo señalando el bolso típico de éstos que tenía delante de sí y sobre el tanque de combustible.
  • Ahá... trabaja por la zona?
  • Se puede decir que sí, vengo a buscar un viejo amigo...
  • Bien, puede continuar, le contestó sin otro motivo para retenerlo ahí, sin embargo, cuando la moto aún se veía en la ruta comunicó a otras patrullas la sospecha que tenía sobre el solitario motociclista.

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Entró a Nueva Atlantis a las cuatro de la tarde de un viernes con un frío terrible y se dirigió inmediatamente a una de las pocas inmobiliarias sobre la avenida Lebenshon, pero no encontró lo que buscaba, así que dirigiéndose hacia donde habían encontrado el cuerpo de Isidro vió un cartel en un solitario dúplex. Dos horas después había alquilado el lugar por una semana, pagándole al dueño., quien le facilitó una estufa a gas con la que calentó un poco el lugar.

                         


Rato después acomodó su equipo sobre la cama, del bolso de fotografía además de la cámara, sacó un visor infrarrojo, un ejemplar del Rig Veda, un texto sagrado hindú y una gastada pistola Beretta 9 mm.

De la mochila emergieron sus objetos personales, una caja con extrañas balas, una ballesta y tres flechas para ella, construidas en un metal negro brillante.

                      

Se bañó para sacarse el frío del cuerpo, cargó la pistola con esas extrañas balas negras, colocó el visor nocturno en el bolso y salió a reconocer el lugar.

No le costó trabajo relacionarse con la camarera del único restaurante que abría en aquel duro invierno, de ella obtuvo la información que necesitaba.

La mañana siguiente la empleó para conectarse con los periodistas que habían cubierto la noticia.

  • Así que trabajás para el Discovery, le preguntó el periodista, entre asombrado y cholulo.
  • Sí, estoy cubriendo la noticia de algunos desaparecidos que podrían haber sido atacados por perros hambrientos en la zona...
  • Mirá, acá dos por tres desaparece alguno... pero son en general tipos que viven solos, drogadictos o gente de afuera, lo raro es que se da más en invierno, y no solo acá, por todos los balnearios pasa lo mismo. A veces los encuentran... báh, lo que queda de ellos, como este pobre tipo, siempre cerca de la playa y a medio comer. A veces salen de la municipalidad a liquidar perros callejeros pero nada... sigue pasando.
  • Tenés las fotos de este caso?, me interesaría verlas.
  • Tengo más!, hasta de la autopsia... che, que posibilidades de una corresponsalía se podrían tener en tu laburo...?
  • Muchas, vemos las fotos?

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Ignacio llegó a la casa entrada la tarde con varios aerosoles de pintura, con los que dibujó una esvástica roja en cada pared del cuarto donde dormía y en la puerta de entrada, también pintó esvásticas en el tapial del fondo y en la entrada trasera.

Le había pedido al periodista copias de las fotos y las estaba mirando con detenimiento cuando escuchó ecos de disparos en la noche, a lo lejos. Automáticamente se abrigó y salió con su moto en dirección de los sonidos. No encontró ni vió nada raro. Cuando volvía se cruzó con el periodista que lo invitó a tomar un trago.

  • Estás causando sensación, le dijo, las minas locales hace rato que no ven un rubio como vos y la moza del boliche corrió la bola, están enloquecidas.
  • Suele pasar, le respondió sincero Ignacio. Lo que no podía decirle es que ninguna mujer ni nadie podría estar seguro cerca de él mientras no terminara su misión.
  • Y?, tenés alguna novedad de la investigación?
  • Todavía nada.
  • Mirá, yo tengo alguna idea, pero es medio bizarra, viste? Medio paranormal...

Las pupilas de Ignacio se abrieron completamente y su rostro se transformó en piedra.

  • Contá. Le pidió a su nuevo amigo
  • Acá hay varias teorías y leyendas locales... ojo, no se habla con los turistas esto, imaginate...

La expresión de Ignacio se endurecía cada vez más, si ello fuese posible.

  • Soy amigo de gente de prefectura, y ellos me cuentan que desde hace tiempo tratan de cazar un animal o ser extraño, que se yo, una especie de gorila grande que algunos dicen haber visto salir del mar caminando a cuatro patas y después seguir en dos, parece que este bicho cada tanto agarra a alguna persona que anda sola, sobre todo en invierno, y se la lleva cerca del agua, donde se la come... Sandman, le dicen acá, el hombre de arena...una ligera sonrisa en el rostro del periodista no encontró eco en el duro rostro de Ignacio,
  • Y pudieron verlo?, preguntó.
  • No, pero acá viene lo raro... cuando pasó lo de Guastavi, un rato antes, en las cámaras que filman día y noche el mar y el pueblo, las de seguridad nuevas que pusieron, se vió una especie de perro grande y negro salir del mar, y después otra de las cámaras de la playa enfocó una cosa grande y peluda que no se veía bien... yo vi los videos y meten miedo, te juro.

Ignacio ensayó un diálogo de compromiso y se despidió de su amigo, debía cumplir la misión antes que alguien más saliera lastimado.

Se dirigía en la moto hacia la casa cuando vió una sombra detrás de unas plantas, sobre un médano que daba al mar.

         

                   

Abrió despacio el bolso y extrajo la pistola. De pronto una figura familiar se dirigía hacia él.

  • Ignacio!!!, que hacés por acá? Que alegrón verte!!!...
  • Juan Manuel?, balbuceó, incrédulo... vos?
  • Si... no te acordás que te llamé hace unos días a Los Molles y te conté que vendría a pescar tiburones...?
  • No recuerdo bien... pero no te me acerques, le contestó a la figura de su hermano mayor mientras le apuntaba con la pistola.
  • Que hacés, pelotudo?, bajá el fierro que me vas a meter un tiro, salame...
  • No des un paso más, por favor. Le suplicó
  • Dejá ese fierro y vení que te doy un abrazo, pollito... le decía desplegando una amplia sonrisa...
  • Quieto!, le gritó casi...

En el preciso momento que estaba por abrazarlo, le disparó en un brazo. Entonces quien se viera como su hermano se reveló realmente, era un horrendo ser de casi dos metros de estatura, completamente negro y peludo, con unos ojos fulgurantes de un color amarillo fosforescente muy vivo, con la mirada increíblemente lúcida y cruel, con un reflejo de odio que surgía de lo profundo del abismo de esos ojos, con una increíble boca llena de filosos colmillos y dientes, y que seguía avanzando.

Le disparó otra vez en el preciso momento en que con una de las garras llenas de uñas como navajas le abría una profunda herida en el brazo izquierdo. El nuevo disparo dio en el abdomen de la bestia que corrió en dirección al mar, mientras Ignacio se desvanecía por la pérdida de sangre.

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Despertó en la guardia de una clínica, a su lado estaba el periodista que conociera allí.

  • Discovery las pelotas!, ya me imaginaba que vos no eras del palo... vos sos nazi, cuando salgamos de acá me vas a explicar algunas cosas... le decía mientras miraba la esvástica que tenía tatuada en medio del pecho y las inscripciones en latín que tenía en los antebrazos.
  • Cómo llegué acá..? preguntó aún mareado.
  • Te traje yo, te olvidaste la cámara en el boliche y te venía siguiendo, cuando oí los tiros me apuré y alcancé a ver esa cosa... usé tu cámara y le saque una foto... mirá:

En el visor de la Nikon se veía una cosa difícil de describir...

  • Creo que te debo una explicación, llevame a la casa, le pidió al periodista.
  • Me debés mas que eso, pibe... te arregle todo con la cana, nadie sabe del fierro, lo tengo yo, quedate tranquilo, quedó como que te atacaron perros callejeros, yo firmé.
  • Gracias.

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Una vez en la casa y con café de por medio, Ignacio comenzó a hablar.

  • Esa cosa que viste es un Rakshasa...
  • Y eso que es...? perguntaba el periodista mientras miraba, asombrado, las esvásticas pintadas en las paredes.
  • Los Rakshasa son seres elementales que viven en la Tierra desde antes que los hombres, los hindúes fueron los primeros en descubrirlos, viven cerca o en el agua y durante algunos períodos de tiempo salen a cazar personas, de las que se alimentan...
  • Y que tienen que ver los nazis?, preguntó el periodista señalando las esvásticas.
  • Las cruces esvásticas no son nazis, son un antiguo símbolo de protección hindú contra los rakshasa...

              
  • A vos no te funcionaron mucho las que tenes tatuadas en el pecho y la espalda...
  • No, porque por un segundo logró confundirme haciéndome creer que era mi hermano...
  • Cómo pudiste pensar que esa cosa peluda era tu hermano?
  • De algún modo leen en la mente de las víctimas y descubren como verse como las personas en que éstas confían, mi hermano murió hace un par de años durante una excursión de pesca, por eso pude balearlo.
  • Mierda...
  • Si ves a tu tía favorita en la noche queriéndote abrazar, salí corriendo, si te da tiempo...

Siguieron conversando largo rato mientras afuera caía una nevada como no se había visto nunca, era el nueve de Julio.

Durante los días siguientes Ignacio y el periodista recorrieron las playas buscando rastros de aquella cosa, visitaron otros balnearios desde donde venían rumores de que sucedían cosas extrañas, pero nada, finalmente decidieron instalarse en el estudio de la tv local, donde podían ver todas las cámaras de seguridad.

Dos noches después la paciencia dio sus frutos, por la calle Diagonal Macedo cerca de la playa descubrieron una sombra inequívoca...

Pasaron por la casa de Ignacio, donde recogieron la ballesta y las flechas, mientras el periodista lo miraba raro...

  • La ballesta es lo único que lo puede matar, usando estos dardos, están construidos con el metal de una estatua bendecida que Brahma le regaló a Visnú, unos dioses hindúes que conocían a los rakshasa... las balas de la pistola tienen las puntas del mismo metal, pero solo los hieren, la flecha es lo único que lo mata...
  • Y si le errás...?
  • Imaginate, le contestó Ignacio.



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Estuvieron caminando varias horas, hasta que Ignacio notó una sombra entre las olas. Discretamente se alejó de su amigo y preparó la ballesta, mimetizándose entre las sombras de la noche...

En un momento, cuando caminaba distraído cerca del agua, el periodista de pronto se detuvo en seco...

  • Marta?... que hacés acá...?
  • Te vengo siguiendo, tu hijo tuvo un accidente terrible y te tenía que avisar... pobre mi Pedrito, dejá que te dé un abrazo, querido...
    El periodista estiró los razos hacia la mujer, sin ver lo que en realidad era lo que se le acercaba desde el agua...

Era lo que Ignacio esperaba. La negra flecha se clavó en el pecho de aquella mujer, que al ser herida reveló al espantoso ser que en realidad era... un grito horroroso fué escuchado por casi todos los escasos pobladores invernales de Nueva Atlantis, que al ser una noche tan fría, estaban recluidos en sus casas...

  • Qué hiciste, nazi loco de mierda!!!! le metiste un flechazo a mi hermana!!!!!. le gritaba Pedro mientras amenazaba golpearlo...
    Ignacio lo sujetó firmemente, evitando los golpes y patadas que le dirigía el enfurecido periodista, mientras lo obligaba a mirar lo que estaba tendido en la arena...
  • Tranquilo... mirala...

    Pedro miró, pero no era una mujer lo que vió, sino aquel espantoso ser, que en agonía los miraba con un profundo odio...
  • Dios mío.... solo atinó a decir.

Segundos después aquel ser comenzó a desintegrarse, transformándose en un líquido viscoso y maloliente, que se filtraba en la arena; hasta que solo quedó la flecha sobre ella...

  • No entiendo... balbuceaba Pedro.
  • Simplemente desaparecen cuando mueren... vámonos, aclaró Ignacio.



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Tres días después, mientras lo ayudaba a cargar las cosas en la moto, Pedro le decía:

  • Quedate unos días más, así te presento a mi gente...
  • Me encantaría, pero tengo que volver a San Luis, tengo una vida allá...
  • Terminó..? le preguntó el periodista.
  • Este si... pero hay mas, y cada tanto volverán, pero ahora puedo descansar un poco, tengo un sucesor, le dijo mientras lo miraba fijo a los ojos.

En ese momento Pedro sintió una intensa quemazón en los brazos, el pecho y la espalda... cuando se miró, en la cara interna de los brazos tenía dos inscripciones: adimplere missio en el izquierdo y animo ac viribus en el derecho, mas dos esvásticas, una en el pecho y la otra en la espalda...

  • En el auto te dejé la pistola, las balas, la ballesta y los dardos... ahora te toca a vos... ya sabés como es esto... buena suerte, le dijo mientras arrancaba la moto y se perdía rumbo a la ruta 0nce...

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Nueva Atlantis, en la actualidad



Pedro Encino es dueño de una radio de FM que pasa buena música y poca propaganda... pero algunos vecinos piensan que el tipo es neonazi y que está medio loco... en la casa tiene varias esvásticas pintadas en las paredes y cuando tiene su programa, que va por las noches en la 107.1, suele decir que si en las frías y oscuras noches de invierno, nos encontramos con alguien en quien confiamos, no importa que ya esté muerto o no, y que nos quiere dar un abrazo, huyamos despavoridos, o confiemos en nuestra buena suerte... que loco, no?