domingo, 22 de junio de 2014

ABIGEATO

                                                

                                                                        Dedicado al policía pampeano que no encontró respuestas ni paz... aún

 

23 de febrero de 2006 – 23:30 hs.
Camino vecinal paralelo a la ruta provincial N° 1, Quemú Quemú
Provincia de La Pampa – Argentina
  
El policía Luis Sergio Puchetta, suboficial de la policía pampeana y miembro de la división Anti abigeato se desplazaba veloz en su motocicleta Honda CG 125 blanca, con el faro azul apagado, para no representar un blanco fácil a los ladrones de vacas que estaba persiguiendo. Llevaba desenfundada su pistola Browning 9mm ya que podía ver claramente a los delincuentes corriendo hacia la camioneta estacionada cerca del alambrado.
Minutos antes había pedido apoyo a la departamental y dos de sus compañeros le cerrarían el paso a los maleantes por el otro lado del polvoriento camino de tierra.
Tuvo un presentimiento y frenó la moto un segundo antes de ver el fogonazo, se dejó caer de costado al tiempo que una nube de polvo explotaba a un par de metros delante suyo, uno de los delincuentes le había disparado, cuando pudo cubrirse respondió el fuego generándose entonces un nutrido tiroteo, a lo lejos oía la sirena de la camioneta de sus compañeros y respiró aliviado. Los delincuentes, al verse cercados por ambos lados del camino, optaron por correr a campo traviesa, abandonando su vehículo.

              Vaya nochecita Sergio, le dijo su compañero y amigo, el sargento Ramón S. al encontrarse con el policía.
              Estuvo bravo, esos malandras me mandaron unos cuantos tiros, pero por suerte solo le pegaron al polvo... le respondió sacudiéndose la tierra de su uniforme
              No te aflijas demasiado, los muchachos de Pico los están esperando del otro lado del campo, no zafan...

Luego de levantar su moto del suelo y con la ayuda de los otros policías logró ponerla en marcha, mientras por el handy oía que tres cuatreros habían sido apresados por policías de General Pico, sonrió feliz mientras conducía su moto a la dependencia policial de Quemú Quemú; donde lo esperaban para redactar el informe de lo sucedido.
Lo recibió su Jefe, el Comisario Ayala
              Bien hecho pibe, si seguimos así, vamos a limpiar el campo de caranchos... le dijo mientras lo palmeaba en el hombro, ni bien termines el informe, podés ir para tu casa así se tranquiliza tu mujer que ya oyó las noticias en la radio de Pico
              Gracias jefe, ya se lo preparo. 


                                                    


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La vida del policía pampeano era sencilla, de 31 años recién cumplidos tenía una foja de servicios intachable en su carrera como policía, casado y con su esposa con varios meses de embarazo, completaba sus ingresos como dueño de un Cybercafé donde pasaba las horas en las que no trabajaba como policía, si bien a ella le daba miedo que su marido pasara varias noches a la semana recorriendo desolados parajes del campo pampeano, sabía que Sergio se había criado en esos mismos campos y los conocía como la palma de su mano, de ahí que no correría riesgos innecesarios, sin embargo, últimamente el robo de ganado había crecido considerablemente y los policías debían extremar las precauciones, pero aún así, la vida del policía pampeano discurría apaciblemente.

1° de Marzo de 2006, 1:50 AM
Estancia Iruzetta, 20 km. al sudeste de Gral. Pico

Esteban Iruzetta se despertó por el ladrido de sus perros, se levantó y poniéndose un abrigo se asomó por la ventana del cuarto que daba a los fondos de su campo. Unas luces bamboleantes cerca del alambrado que separaba su propiedad de la ruta 1 lo terminaron de despertar, preocupado, despertó a su vez a sus dos hijos mayores al ver que las luces parecían moverse por el campo en dirección a la casa...

              Theo, Marcelo; despierten... parece que tenemos gente en el potrero de atrás, les gritó casi, mientras descolgaba un viejo Winchester palanquero 44.40 de la pared del comedor
              Que pasa, viejo? Donde hay gente? Le contestó medio dormido uno de sus hijos
              Atrás, en el potrero de los novillos...
              Otra vez cuatreros?, carajo, habló entre dientes el otro, mientras cargaba la escopeta doble con cartuchos de bala única
              Vamos saliendo, dijo el padre cuando los tres hubieron estado preparados

Pero cuando salieron a la noche, algo extraño les aconteció, las luces que venían recto hacia la casa se detuvieron en seco; el menor de los hermanos enfocó la poderosa linterna que traía en una mano hacia el lugar de las luces, mientras le apuntaba con la pistola .45 que tenía en la otra... en ese momento aquellas luces se apagaron...

              Guarda chicos, apagá la linterna Theo, a ver si nos tiran, alcanzó a decir Esteban

Justo en ese momento se encendió el reflector mas poderoso que hubiesen visto nunca, el que los iluminó e iluminó la casa como si fuese pleno día, a pesar de ser las dos de la mañana.
Los tres Iruzetta se miraron unos a otros mientras el temor se apoderaba de ellos, sin pensarlo, los tres se zambulleron en el galpón de herramientas que tenían a su izquierda mientras esa poderosa luz se apagaba, dando paso a otras de varios colores que iban de derecha a izquierda, como siguiendo el borde de alguna cosa. Los tres miraban absortos aquel espectáculo sin entender nada.
Unos momentos después las luces comenzaron a brillar con mas intensidad y en un momento, instantáneamente, desaparecieron hacia arriba.
Los tres Iruzetta se miraron entre si con gesto de asombro...

              Pero que diablos era eso, pá?, preguntó el mayor
              No tengo ni la mas mínima idea, respondió Esteban, pero por las dudas mañana hago la denuncia...

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El Suboficial Anselmo Benítez recibió al estanciero, que lucía preocupado mientras saludaba y se quitaba la boina negra.
              Que le anda pasando don Esteban, que lo trae por acá...? preguntó cordial
              Vengo a hacer una denuncia, parece que unos cuatreros andan rondando mi campo, dijo escueto
              Ahá, bien, pase por la oficina que la ayudante le va a tomar la declaración y la denuncia, le dijo indicándole una oficina donde una mujer policía estaba frente a una computadora.
Un rato después Esteban Iruzetta subía a la camioneta y partía para su campo, quizá aliviado con la promesa del suboficial, quien le había prometido mandar un policía a vigilar la estancia aquella noche.

Sergio Puchetta desayunó liviano aquella mañana, ya que al mediodía harían un asado con sus compañeros en la comisaría, para festejar el cumpleaños de uno de ellos, de regalo, le había conseguido un precioso cuchillo verijero encabado con una pezuña de ñandú, muy bonito. Al llegar a la dependencia, el suboficial Benítez lo impuso de la situación, pidiéndole que esa noche, extendiera su recorrido al camino vecinal que corría paralelo a la ruta N°1 y que lindaba con los campos de la familia Iruzetta.
A mediodía comieron el asado y luego le dieron permiso de ir a su casa a descansar unas horas, ya que esa noche le tocaba patrullar desde las 20 a las cuatro de la mañana.
Aún hacía calor ese primer día de marzo así que no le preocupaba el frío pero si la posibilidad de la tormenta que anunciaba la radio.
Cerca de las 6 de la tarde se levantó, se vistió con su uniforme y controlando su arma y su equipo, sacó la moto patrulla de su garaje, sin saber que esa noche su vida cambiaría PARA SIEMPRE.

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En la Comisaría establecieron el plan de acción de esa noche, Sergio circularía con su moto por el camino vecinal mientras dos de sus compañeros lo harían por la ruta, cualquier luz o vehículo sospechoso sería detenido con el apoyo de un tercer vehículo policial que estaría estacionado frente al campo de los Iruzetta, si los cuatreros volvían esa noche, el cerrojo los dejaría sin aire.

21:20 horas

El policía detuvo la moto justo unos metros antes del Cruce de las Cañas, un lugar con uno de los cañaverales mas grandes de la región; había creído ver unas luces como a cien metros hacia el interior del campo, hacia el oeste, pero como se aproximaba una tormenta, no estaba seguro si eran relámpagos o luces de un vehículo.
Llamó por radio a sus compañeros, informándolos de la novedad y consultando donde estaban, para no confundir las luces de las patrullas con la de los cuatreros
 -           Ramón, estoy viendo luces dos km. al sudeste de la entrada del campo de Brandán, son ustedes? Preguntó a sus compañeros
  -          Negativo, estamos cinco km. al norte de Quemú, por el almacén de Brítez
 -          Será el móvil de Páez?, preguntó aun
 -           Negativo, a Paez lo pasamos hace 15', estaba en la tranquera de Iruzetta...  le respondió su amigo
Justo en ese momento un violento destello y varias luces multicolores iluminaron la noche pampeana; el policía jamás había visto nada igual y quedó atónito, mientras aquellas luces parecían dirigirse hacia él.
 -           Apoyo, apoyo, apoyo, solicitó con urgencia por el handy
 -           Qué está pasando, Sergio?
 -           No sé, hermano, algo raro se me viene encima, las luces...
La comunicación se llenó de sonidos parásitos e interferencia, impidiéndole a Ramón S. oír a su camarada...
 -          Sergio, que pasa?, no te copio, Sergio...
Del otro lado solo se oía la estática.
              Agarrá para el lado del cruce de la cañas, ya!, le ordenó al agente que conducía la camioneta, mientras se comunicaba con la departamental, solicitando apoyo para el oficial en apuros, y preparando la escopeta.
Se organizó entonces una de las búsquedas mas gigantescas que se hayan dado en aquellos parajes, donde intervinieron mas de 20 móviles policiales y hasta un helicóptero, cerca de las tres de la mañana del 2 de marzo de 2006 se halló la motocicleta del suboficial Puchetta tirada en el piso, a su lado se hallaron DESARMADOS COMPLETAMENTE, su arma, el handy policial y el teléfono celular del policía, pero ni rastos de él. De inmediato se organizó un rastrillaje que incluyó perros de la familia Iruzetta; los que luego de un rato detectaron rastros que, a campo traviesa, se dirigían a la parte mas desolada de la estancia, allí se veían claramente las huellas de los borceguíes del suboficial por unos cuatro km., hasta que en un punto en medio del campo, DESAPARECÍAN, a partir de allí, los perros, desorientados, ya no hallaron rastros para seguir.


                                         


Por e
l oeste de declaró entonces y formalmente una feroz tormenta que habría de paralizar la búsqueda hasta las primeras horas de la mañana siguiente.


                                        
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3 de Marzo de 2006 -  9:50 AM
Paraje El Triángulo, 48 km. al este de la ruta provincial N°1

El productor rural Evaristo Cáceres trotaba con su caballo por el camino vecinal que conducía a la entrada de su campo cuando creyó ver una mancha azul en un zanjón al costado oeste de la calle, precavido, extrajo su revólver .38 y se acercó despacio, desmontando y atando su caballo al alambrado. Con sorpresa halló un policía tirado allí, que en posición fetal, parecía estar muerto. Asustado y sin saber que hacer, recordó el handy que su hijo le ponía siempre en el recado y que apenas sabía utilizar; sumamente nervioso lo usó para llamar a su hijo, sin lograrlo al principio, hasta que recordó como se encendía y oprimir el botón para hablar
-Julio, contestame hijo, por favor...!
El hijo se preocupó al oír la voz y el tono de su padre por el aparato, ya que era la primera vez que lo usaba.
-          Que pasa viejo? Le preguntó.
              Encontré un policía muerto en el zanjón, no se que hacer!!!!.
              Esperame ahí, y ojo que no anden los que lo mataron cerca, cuidado!.
Cortó la comunicación y salió a toda velocidad hacia el camino en su camioneta, mientras avisaba a la comisaría de Quemú Quemú por el celular.
Tres patrulleros partieron inmediatamente al lugar al oír la noticia, sin embargo, el productor rural afortunadamente estaba equivocado, el policía Luis Sergio Puchetta no estaba muerto.
El primero en llegar al lugar fue Julio Cáceres, menos de 15' después lo hacían tres móviles policiales. Al acercarse al policía en shock, éste apenas respiraba.
El Comisario trata de hablar con él que se incorpora apenas y abrazando sus piernas, llora y tiembla como un bebé. Solo puede informar que unos seres de ojos rojos como brasas lo perseguían y que tenía mucho miedo.


                                    
Es trasladado a un centro asistencial donde lo revisan y constatan un fuerte estado de shock emocional, y unas extrañas heridas: en el parietal izquierdo y entre los dedos medio y anular de la mano derecha; ya mas tranquilo y luego de dormir casi 36 horas apenas recuerda su nombre  y es incapaz de mantener una conversación coherente, no sabe que le ocurrió.
Allí comenzó parte de su calvario.

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General Pico, 13 de mayo de 2013

Finalmente y por un decreto del Ministerio de Seguridad, se jubila al Suboficial Puchetta por incapacidad de continuar en sus funciones.
Su esposa decide continuar sola debido al continuo escarnio al que se somete a su marido y los rumores del pueblo. El Ex policía se muda a la provincia de Buenos Aires a la casa de su hermana buscando una explicación que no halla y una paz que lo esquiva.

Ingeniero Maschwitz, Buenos Aires; en la actualidad

Conocí al ex policía a través de un amigo que vive en la ciudad; al enterarme de su caso, de inmediato la curiosidad pudo mas  y me puse a investigar, y a la vez, a tratar de ayudarlo, ya que al charlar con él, me pareció sincero y muy apesadumbrado al no poder encontrar un eje para su vida; si bien vive en la casa de su hermana, trabaja reparando computadoras y es un hombre callado y muy reservado.
De entrada le aclaré mis intenciones y si bien en un primer momento no mostró interés en colaborar con mi curiosidad, luego de algún tiempo y al ganarme su confianza, accedió.
Ésta es la grabación original de lo que charlamos y de la sesión de sofrosis a la que permitió someterse:
              Ese día me comí un asado con los muchachos del destacamento, era el cumpleaños de un compañero y le regalé un cuchillo muy lindo; después fui a casa y dormí una siesta, me levanté, tomé unos mates, limpié la pistola, cambié las balas, coloque la batería cargada al handy y el celular, pasé por la Shell y le llené el tanque a la moto, en el destacamento el jefe nos dijo el rol del día y salí para el campo... pasé por la tranquera de Iruzetta y estaba la camioneta con dos muchachos ahí por las dudas volvieran unos cuatreros que habían andado la noche antes. Después agarré para el lado del cruce de las cañas, porque me pareció ver una camioneta plateada en un vado cerca de ahí, cuando estaba llegando veo la tormenta que viene por el oeste y pienso que me voy a empapar en un rato nomás, paro la moto para llamar al apoyo y veo unas luces en el campo; como estaba de costado no se si son relámpagos u otra cosa, las veo de nuevo muy brillantes, pero raras...
              Que querés decir con raras?
              No sé, raras, de colores raros y moviéndose de derecha a izquierda como las señales que marcan una curva en las rutas.
              Y después?
              Recuerdo llamar al negro Ramón para apoyo, porque las luces se me venían... después no me acuerdo de nada hasta que desperté en el hospital.
Hasta acá el relato coincide con la historia oficial, le comento que unos amigos profesionales, a través de un método sencillo (se le realizaría una sofrosis, que es una especie de hipnosis regresiva), quizá lo ayuden a recordar que pasó; luego de algún tiempo accede y ésta es la transcripción de su historia:
              Cuando las luces se me venían encima, siento que me llaman, pero no por mi nombre, aunque sabía que me llamaban a mi...
              Quien te llamaba?
              Esos seres de ojos rojos, los que tenían la cabeza como una cebolla...


                                                          
              Como una cebolla?
              Si, parecían como una cebolla de verdeo grande puesta al revés, y eran flaquitos como de un metro, o un poco mas de alto... me dicen que no me asuste, pero igual saco la pistola, entonces los ojos les empiezan a brillar mas fuerte y me duele la cabeza, me duele tanto que no aguanto... entonces escucho al negro por el handy, y ellos me dicen que no tengo que hablar, entonces lo desarmo, también desarmo la pistola y el celular;  porque el negro me llamaba por el celular... los tiro al piso, y la cabeza me duele menos; me quiero escapar y corro por el campo, pero siempre que me doy vuelta están atrás mío, con los ojos como brasas... y me duele la cabeza, mucho... los ojos me lagrimean y no veo donde corro, solo que voy para el lado de la tormenta y me duele la cabeza.. pasa como una hora y ya no puedo correr, solo camino y esos siempre atrás, hablándome adentro de la cabeza, pero no entiendo nada, y me duele, y me hablan y veo dibujos y cosas como planos pero no entiendo; solo quiero que se vayan, pero no se van y los ojos les brillan y me duele la cabeza (llanto); se me acercan... (llanto y gritos)
              Tranquilo, no están acá, solo te estás acordando...
              Si... pero les brillan los ojos y me duele la cabeza... Y ESTAN ACÁ (mira hacia la ventana que da al parque de la quinta donde hacemos la hipnosis)
              No, no están, solo te estas acordando...
              No, no, no... están ahí afuera, SABEN...
              Que saben?
              (pausa, se tranquiliza) No se, sigo caminando por el campo, va a llover, entonces se hace de día, pero no es de día, solo una luz re fuerte que viene de arriba y es como un caño... y yo estoy en medio Y ME SUBEN...
              Dónde te suben..?
              No sé... pero hay otros cabeza de cebolla y dos mujeres como las de acá pero con ojos grandotes, me llevan a un lado donde las paredes brillan, pero no hay lamparitas y veo agua, como si por la ventana se viera una pecera gigante y pescados nadando, me acuestan en una mesa... (se detiene y sus ojos se ponen en blanco)
              Que pasó entonces, Sergio..?
              (silencio)
Insistimos varias veces pero nada, al cabo de unos minutos, parece volver...
              Estoy otra vez en el caño de luz, pero afuera es de día, y me dejan en el pasto... esta todo mojado y hace frío, me duermo
              Están esos seres con vos?
              No, hay un viejo con un revólver y un caballo tobiano, y habla por un handy amarillo, después llega el jefe y me llevan a un hospital...
               (fin de la cinta)

Terminada la sesión le hacemos escuchar su relato, el que parece sorprenderlo, a su vez tomamos nota de sus expresiones, como si recordase las cosas a medida que se oye a si mismo;  gracias a los buenos oficios de un psiquiatra amigo que acepta tratarlo en forma gratuita, Sergio se recupera mucho y accede a una vida casi normal, incluso vuelve a la Pampa a visitar a su ex mujer y su hija, con la que entabla buenas relaciones. Lo veo poco, pero siempre que lo encuentro me agradece la ayuda.

Ciudad de Tigre, Buenos Aires; dos días atrás

Hace unas horas me encontré con el ex policía en una lancha pasajera que tomé rumbo a la isla de un amigo, charlamos un rato, donde me contó que su vida había cambiado muchísimo y que ahora entendía lo que le había pasado... ante mi pedido que me explicara, solo me respondió con una sonrisa, diciéndome:
              No se haga problema, don Daniel, ELLOS lo van a ir a ver en estos días...
              Como decís...?; le pregunté con gran inquietud
Justo en ese momento el patrón de la lancha anunciaba el muelle Patiño
              Acá me bajo... pero espérelos, me avisaron QUE LO VAN A BUSCAR.

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Isla Mal del Sauce, arroyo Caraguatá
Primera sección del Delta Bonaerense

Son las tres de la mañana, afuera parece acercarse una tormenta, que ilumina cada tanto el monte y el río... mis amigos duermen, pero no puedo pegar un ojo, al lado del catre tengo la escopeta y cada ruido es una tortura para mis nervios.
Un destello me hace mirar por la ventana hacia el río; veo unas luces multicolores que se acercan por el canal...


                                     

Intento despertar a mis amigos, pero ahora se que es inútil.