Dedicado al policía pampeano que no encontró respuestas ni paz... aún
23 de febrero de 2006 – 23:30 hs.
Camino vecinal paralelo a la ruta provincial N° 1, Quemú Quemú
Provincia de La Pampa – Argentina
El policía Luis Sergio Puchetta, suboficial
de la policía pampeana y miembro de la división Anti abigeato se
desplazaba veloz en su motocicleta Honda CG 125 blanca, con el faro azul
apagado, para no representar un blanco fácil a los ladrones de vacas
que estaba persiguiendo. Llevaba desenfundada su pistola Browning 9mm ya
que podía ver claramente a los delincuentes corriendo hacia la
camioneta estacionada cerca del alambrado.
Minutos antes había pedido apoyo a la
departamental y dos de sus compañeros le cerrarían el paso a los
maleantes por el otro lado del polvoriento camino de tierra.
Tuvo un presentimiento y frenó la moto un
segundo antes de ver el fogonazo, se dejó caer de costado al tiempo que
una nube de polvo explotaba a un par de metros delante suyo, uno de los
delincuentes le había disparado, cuando pudo cubrirse respondió el fuego
generándose entonces un nutrido tiroteo, a lo lejos oía la sirena de la
camioneta de sus compañeros y respiró aliviado. Los delincuentes, al
verse cercados por ambos lados del camino, optaron por correr a campo
traviesa, abandonando su vehículo.
– Vaya nochecita Sergio, le dijo su compañero y amigo, el sargento Ramón S. al encontrarse con el policía.
– Estuvo bravo, esos malandras me mandaron unos
cuantos tiros, pero por suerte solo le pegaron al polvo... le respondió
sacudiéndose la tierra de su uniforme
– No te aflijas demasiado, los muchachos de Pico los están esperando del otro lado del campo, no zafan...
Luego de levantar su moto del suelo y con la
ayuda de los otros policías logró ponerla en marcha, mientras por el
handy oía que tres cuatreros habían sido apresados por policías de
General Pico, sonrió feliz mientras conducía su moto a la dependencia
policial de Quemú Quemú; donde lo esperaban para redactar el informe de
lo sucedido.
Lo recibió su Jefe, el Comisario Ayala
– Bien hecho pibe, si seguimos así, vamos a
limpiar el campo de caranchos... le dijo mientras lo palmeaba en el
hombro, ni bien termines el informe, podés ir para tu casa así se
tranquiliza tu mujer que ya oyó las noticias en la radio de Pico
– Gracias jefe, ya se lo preparo.
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La vida del policía pampeano era sencilla, de
31 años recién cumplidos tenía una foja de servicios intachable en su
carrera como policía, casado y con su esposa con varios meses de
embarazo, completaba sus ingresos como dueño de un Cybercafé donde
pasaba las horas en las que no trabajaba como policía, si bien a ella le
daba miedo que su marido pasara varias noches a la semana recorriendo
desolados parajes del campo pampeano, sabía que Sergio se había criado
en esos mismos campos y los conocía como la palma de su mano, de ahí que
no correría riesgos innecesarios, sin embargo, últimamente el robo de
ganado había crecido considerablemente y los policías debían extremar
las precauciones, pero aún así, la vida del policía pampeano discurría
apaciblemente.
1° de Marzo de 2006, 1:50 AM
Estancia Iruzetta, 20 km. al sudeste de Gral. Pico
Esteban Iruzetta se despertó por el ladrido
de sus perros, se levantó y poniéndose un abrigo se asomó por la ventana
del cuarto que daba a los fondos de su campo. Unas luces bamboleantes
cerca del alambrado que separaba su propiedad de la ruta 1 lo terminaron
de despertar, preocupado, despertó a su vez a sus dos hijos mayores al
ver que las luces parecían moverse por el campo en dirección a la
casa...
– Theo, Marcelo; despierten... parece que
tenemos gente en el potrero de atrás, les gritó casi, mientras
descolgaba un viejo Winchester palanquero 44.40 de la pared del comedor
– Que pasa, viejo? Donde hay gente? Le contestó medio dormido uno de sus hijos
– Atrás, en el potrero de los novillos...
– Otra vez cuatreros?, carajo, habló entre dientes el otro, mientras cargaba la escopeta doble con cartuchos de bala única
– Vamos saliendo, dijo el padre cuando los tres hubieron estado preparados
Pero cuando salieron a la noche, algo extraño
les aconteció, las luces que venían recto hacia la casa se detuvieron
en seco; el menor de los hermanos enfocó la poderosa linterna que traía
en una mano hacia el lugar de las luces, mientras le apuntaba con la
pistola .45 que tenía en la otra... en ese momento aquellas luces se
apagaron...
– Guarda chicos, apagá la linterna Theo, a ver si nos tiran, alcanzó a decir Esteban
Justo en ese momento se encendió el reflector
mas poderoso que hubiesen visto nunca, el que los iluminó e iluminó la
casa como si fuese pleno día, a pesar de ser las dos de la mañana.
Los tres Iruzetta se miraron unos a otros
mientras el temor se apoderaba de ellos, sin pensarlo, los tres se
zambulleron en el galpón de herramientas que tenían a su izquierda
mientras esa poderosa luz se apagaba, dando paso a otras de varios
colores que iban de derecha a izquierda, como siguiendo el borde de
alguna cosa. Los tres miraban absortos aquel espectáculo sin entender
nada.
Unos momentos después las luces comenzaron a
brillar con mas intensidad y en un momento, instantáneamente,
desaparecieron hacia arriba.
Los tres Iruzetta se miraron entre si con gesto de asombro...
– Pero que diablos era eso, pá?, preguntó el mayor
– No tengo ni la mas mínima idea, respondió Esteban, pero por las dudas mañana hago la denuncia...
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El Suboficial Anselmo Benítez recibió al estanciero, que lucía preocupado mientras saludaba y se quitaba la boina negra.
– Que le anda pasando don Esteban, que lo trae por acá...? preguntó cordial
– Vengo a hacer una denuncia, parece que unos cuatreros andan rondando mi campo, dijo escueto
– Ahá, bien, pase por la oficina que la
ayudante le va a tomar la declaración y la denuncia, le dijo indicándole
una oficina donde una mujer policía estaba frente a una computadora.
Un rato después Esteban Iruzetta subía a la
camioneta y partía para su campo, quizá aliviado con la promesa del
suboficial, quien le había prometido mandar un policía a vigilar la
estancia aquella noche.
Sergio Puchetta desayunó liviano aquella
mañana, ya que al mediodía harían un asado con sus compañeros en la
comisaría, para festejar el cumpleaños de uno de ellos, de regalo, le
había conseguido un precioso cuchillo verijero encabado con una pezuña
de ñandú, muy bonito. Al llegar a la dependencia, el suboficial Benítez
lo impuso de la situación, pidiéndole que esa noche, extendiera su
recorrido al camino vecinal que corría paralelo a la ruta N°1 y que
lindaba con los campos de la familia Iruzetta.
A mediodía comieron el asado y luego le
dieron permiso de ir a su casa a descansar unas horas, ya que esa noche
le tocaba patrullar desde las 20 a las cuatro de la mañana.
Aún hacía calor ese primer día de marzo así
que no le preocupaba el frío pero si la posibilidad de la tormenta que
anunciaba la radio.
Cerca de las 6 de la tarde se levantó, se
vistió con su uniforme y controlando su arma y su equipo, sacó la moto
patrulla de su garaje, sin saber que esa noche su vida cambiaría PARA
SIEMPRE.
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En la Comisaría establecieron el plan de
acción de esa noche, Sergio circularía con su moto por el camino vecinal
mientras dos de sus compañeros lo harían por la ruta, cualquier luz o
vehículo sospechoso sería detenido con el apoyo de un tercer vehículo
policial que estaría estacionado frente al campo de los Iruzetta, si los
cuatreros volvían esa noche, el cerrojo los dejaría sin aire.
21:20 horas
El policía detuvo la moto justo unos metros
antes del Cruce de las Cañas, un lugar con uno de los cañaverales mas
grandes de la región; había creído ver unas luces como a cien metros
hacia el interior del campo, hacia el oeste, pero como se aproximaba una
tormenta, no estaba seguro si eran relámpagos o luces de un vehículo.
Llamó por radio a sus compañeros,
informándolos de la novedad y consultando donde estaban, para no
confundir las luces de las patrullas con la de los cuatreros
- Ramón, estoy viendo luces dos km. al sudeste de la entrada del campo de Brandán, son ustedes? Preguntó a sus compañeros
- Negativo, estamos cinco km. al norte de Quemú, por el almacén de Brítez
- Será el móvil de Páez?, preguntó aun
- Negativo, a Paez lo pasamos hace 15', estaba en la tranquera de Iruzetta... le respondió su amigo
Justo en ese momento un violento destello y
varias luces multicolores iluminaron la noche pampeana; el policía jamás
había visto nada igual y quedó atónito, mientras aquellas luces
parecían dirigirse hacia él.
- Apoyo, apoyo, apoyo, solicitó con urgencia por el handy
- Qué está pasando, Sergio?
- No sé, hermano, algo raro se me viene encima, las luces...
La comunicación se llenó de sonidos parásitos e interferencia, impidiéndole a Ramón S. oír a su camarada...
- Sergio, que pasa?, no te copio, Sergio...
Del otro lado solo se oía la estática.
– Agarrá para el lado del cruce de la cañas,
ya!, le ordenó al agente que conducía la camioneta, mientras se
comunicaba con la departamental, solicitando apoyo para el oficial en
apuros, y preparando la escopeta.
Se organizó entonces una de las búsquedas mas
gigantescas que se hayan dado en aquellos parajes, donde intervinieron
mas de 20 móviles policiales y hasta un helicóptero, cerca de las tres
de la mañana del 2 de marzo de 2006 se halló la motocicleta del
suboficial Puchetta tirada en el piso, a su lado se hallaron DESARMADOS
COMPLETAMENTE, su arma, el handy policial y el teléfono celular del
policía, pero ni rastos de él. De inmediato se organizó un rastrillaje
que incluyó perros de la familia Iruzetta; los que luego de un rato
detectaron rastros que, a campo traviesa, se dirigían a la parte mas
desolada de la estancia, allí se veían claramente las huellas de los
borceguíes del suboficial por unos cuatro km., hasta que en un punto en
medio del campo, DESAPARECÍAN, a partir de allí, los perros,
desorientados, ya no hallaron rastros para seguir.
Por el oeste de declaró entonces y formalmente una feroz tormenta que habría de paralizar la búsqueda hasta las primeras horas de la mañana siguiente.
Por el oeste de declaró entonces y formalmente una feroz tormenta que habría de paralizar la búsqueda hasta las primeras horas de la mañana siguiente.
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3 de Marzo de 2006 - 9:50 AM
Paraje El Triángulo, 48 km. al este de la ruta provincial N°1
El productor rural Evaristo Cáceres trotaba
con su caballo por el camino vecinal que conducía a la entrada de su
campo cuando creyó ver una mancha azul en un zanjón al costado oeste de
la calle, precavido, extrajo su revólver .38 y se acercó despacio,
desmontando y atando su caballo al alambrado. Con sorpresa halló un
policía tirado allí, que en posición fetal, parecía estar muerto.
Asustado y sin saber que hacer, recordó el handy que su hijo le ponía
siempre en el recado y que apenas sabía utilizar; sumamente nervioso lo
usó para llamar a su hijo, sin lograrlo al principio, hasta que recordó
como se encendía y oprimir el botón para hablar
-Julio, contestame hijo, por favor...!
El hijo se preocupó al oír la voz y el tono de su padre por el aparato, ya que era la primera vez que lo usaba.
- Que pasa viejo? Le preguntó.
– Encontré un policía muerto en el zanjón, no se que hacer!!!!.
– Esperame ahí, y ojo que no anden los que lo mataron cerca, cuidado!.
Cortó la comunicación y salió a toda
velocidad hacia el camino en su camioneta, mientras avisaba a la
comisaría de Quemú Quemú por el celular.
Tres patrulleros partieron inmediatamente al
lugar al oír la noticia, sin embargo, el productor rural afortunadamente
estaba equivocado, el policía Luis Sergio Puchetta no estaba muerto.
El primero en llegar al lugar fue Julio
Cáceres, menos de 15' después lo hacían tres móviles policiales. Al
acercarse al policía en shock, éste apenas respiraba.
El Comisario trata de hablar con él que se
incorpora apenas y abrazando sus piernas, llora y tiembla como un bebé.
Solo puede informar que unos seres de ojos rojos como brasas lo
perseguían y que tenía mucho miedo.
Es trasladado a un centro asistencial donde
lo revisan y constatan un fuerte estado de shock emocional, y unas
extrañas heridas: en el parietal izquierdo y entre los dedos medio y
anular de la mano derecha; ya mas tranquilo y luego de dormir casi 36
horas apenas recuerda su nombre y es incapaz de mantener una conversación coherente, no sabe que le ocurrió.
Allí comenzó parte de su calvario.
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General Pico, 13 de mayo de 2013
Finalmente y por un decreto del Ministerio de
Seguridad, se jubila al Suboficial Puchetta por incapacidad de
continuar en sus funciones.
Su esposa decide continuar sola debido al
continuo escarnio al que se somete a su marido y los rumores del pueblo.
El Ex policía se muda a la provincia de Buenos Aires a la casa de su
hermana buscando una explicación que no halla y una paz que lo esquiva.
Ingeniero Maschwitz, Buenos Aires; en la actualidad
Conocí al ex policía a través de un amigo que vive en la ciudad; al enterarme de su caso, de inmediato la curiosidad pudo mas y
me puse a investigar, y a la vez, a tratar de ayudarlo, ya que al
charlar con él, me pareció sincero y muy apesadumbrado al no poder
encontrar un eje para su vida; si bien vive en la casa de su hermana,
trabaja reparando computadoras y es un hombre callado y muy reservado.
De entrada le aclaré mis intenciones y si
bien en un primer momento no mostró interés en colaborar con mi
curiosidad, luego de algún tiempo y al ganarme su confianza, accedió.
Ésta es la grabación original de lo que charlamos y de la sesión de sofrosis a la que permitió someterse:
– Ese día me comí un asado con los muchachos
del destacamento, era el cumpleaños de un compañero y le regalé un
cuchillo muy lindo; después fui a casa y dormí una siesta, me levanté,
tomé unos mates, limpié la pistola, cambié las balas, coloque la batería
cargada al handy y el celular, pasé por la Shell y le llené el tanque a
la moto, en el destacamento el jefe nos dijo el rol del día y salí para
el campo... pasé por la tranquera de Iruzetta y estaba la camioneta con
dos muchachos ahí por las dudas volvieran unos cuatreros que habían
andado la noche antes. Después agarré para el lado del cruce de las
cañas, porque me pareció ver una camioneta plateada en un vado cerca de
ahí, cuando estaba llegando veo la tormenta que viene por el oeste y
pienso que me voy a empapar en un rato nomás, paro la moto para llamar
al apoyo y veo unas luces en el campo; como estaba de costado no se si
son relámpagos u otra cosa, las veo de nuevo muy brillantes, pero
raras...
– Que querés decir con raras?
– No sé, raras, de colores raros y moviéndose de derecha a izquierda como las señales que marcan una curva en las rutas.
– Y después?
– Recuerdo llamar al negro Ramón para apoyo,
porque las luces se me venían... después no me acuerdo de nada hasta que
desperté en el hospital.
Hasta acá el relato coincide con la historia
oficial, le comento que unos amigos profesionales, a través de un método
sencillo (se le realizaría una sofrosis, que es una especie de hipnosis
regresiva), quizá lo ayuden a recordar que pasó; luego de algún tiempo
accede y ésta es la transcripción de su historia:
– Cuando las luces se me venían encima, siento que me llaman, pero no por mi nombre, aunque sabía que me llamaban a mi...
– Quien te llamaba?
– Esos seres de ojos rojos, los que tenían la cabeza como una cebolla...
– Como una cebolla?
– Si, parecían como una cebolla de verdeo
grande puesta al revés, y eran flaquitos como de un metro, o un poco mas
de alto... me dicen que no me asuste, pero igual saco la pistola,
entonces los ojos les empiezan a brillar mas fuerte y me duele la
cabeza, me duele tanto que no aguanto... entonces escucho al negro por
el handy, y ellos me dicen que no tengo que hablar, entonces lo desarmo,
también desarmo la pistola y el celular; porque
el negro me llamaba por el celular... los tiro al piso, y la cabeza me
duele menos; me quiero escapar y corro por el campo, pero siempre que me
doy vuelta están atrás mío, con los ojos como brasas... y me duele la
cabeza, mucho... los ojos me lagrimean y no veo donde corro, solo que
voy para el lado de la tormenta y me duele la cabeza.. pasa como una
hora y ya no puedo correr, solo camino y esos siempre atrás, hablándome
adentro de la cabeza, pero no entiendo nada, y me duele, y me hablan y
veo dibujos y cosas como planos pero no entiendo; solo quiero que se
vayan, pero no se van y los ojos les brillan y me duele la cabeza
(llanto); se me acercan... (llanto y gritos)
– Tranquilo, no están acá, solo te estás acordando...
– Si... pero les brillan los ojos y me duele la
cabeza... Y ESTAN ACÁ (mira hacia la ventana que da al parque de la
quinta donde hacemos la hipnosis)
– No, no están, solo te estas acordando...
– No, no, no... están ahí afuera, SABEN...
– Que saben?
– (pausa, se tranquiliza) No se, sigo caminando
por el campo, va a llover, entonces se hace de día, pero no es de día,
solo una luz re fuerte que viene de arriba y es como un caño... y yo
estoy en medio Y ME SUBEN...
– Dónde te suben..?
– No sé... pero hay otros cabeza de cebolla y
dos mujeres como las de acá pero con ojos grandotes, me llevan a un lado
donde las paredes brillan, pero no hay lamparitas y veo agua, como si
por la ventana se viera una pecera gigante y pescados nadando, me
acuestan en una mesa... (se detiene y sus ojos se ponen en blanco)
– Que pasó entonces, Sergio..?
– (silencio)
Insistimos varias veces pero nada, al cabo de unos minutos, parece volver...
– Estoy otra vez en el caño de luz, pero afuera es de día, y me dejan en el pasto... esta todo mojado y hace frío, me duermo
– Están esos seres con vos?
– No, hay un viejo con un revólver y un caballo
tobiano, y habla por un handy amarillo, después llega el jefe y me
llevan a un hospital...
– (fin de la cinta)
Terminada la sesión le hacemos escuchar su
relato, el que parece sorprenderlo, a su vez tomamos nota de sus
expresiones, como si recordase las cosas a medida que se oye a si mismo; gracias
a los buenos oficios de un psiquiatra amigo que acepta tratarlo en
forma gratuita, Sergio se recupera mucho y accede a una vida casi
normal, incluso vuelve a la Pampa a visitar a su ex mujer y su hija, con
la que entabla buenas relaciones. Lo veo poco, pero siempre que lo
encuentro me agradece la ayuda.
Ciudad de Tigre, Buenos Aires; dos días atrás
Hace unas horas me encontré con el ex policía
en una lancha pasajera que tomé rumbo a la isla de un amigo, charlamos
un rato, donde me contó que su vida había cambiado muchísimo y que ahora
entendía lo que le había pasado... ante mi pedido que me explicara,
solo me respondió con una sonrisa, diciéndome:
– No se haga problema, don Daniel, ELLOS lo van a ir a ver en estos días...
– Como decís...?; le pregunté con gran inquietud
Justo en ese momento el patrón de la lancha anunciaba el muelle Patiño
– Acá me bajo... pero espérelos, me avisaron QUE LO VAN A BUSCAR.
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Isla Mal del Sauce, arroyo Caraguatá
Primera sección del Delta Bonaerense
Son las tres de la mañana, afuera parece
acercarse una tormenta, que ilumina cada tanto el monte y el río... mis
amigos duermen, pero no puedo pegar un ojo, al lado del catre tengo la
escopeta y cada ruido es una tortura para mis nervios.
Un destello me hace mirar por la ventana hacia el río; veo unas luces multicolores que se acercan por el canal...