viernes, 13 de noviembre de 2015

La Alcantarilla

                                    

                            Dedicado a Jehová A. Sánchez, quien me puso en conocimiento de esta historia, en una noche de frío y miedo allá en el campo.
                                                       

   El paisaje transcurría monótono aquella noche de junio.... de vez en vez algún insecto se aplastaba contra el faro delantero de la locomotora, que alumbraba la lóbrega noche con una persistente pero tenue llovizna, que hacía mas corta la visibilidad.
Los dos maquinistas tomaban mate mientras dejaban pasar las horas en aquel tramo férreo que unía las localidades de Venado Tuerto con Rufino, en la provincia de Santa Fe; en forma regular el ayudante se levantaba, echaba un vistazo a los instrumentos de la locomotora y espiaba por las escotillas delanteras que no hubiese alguna vaca trasnochada cruzando las vías. El convoy se deslizaba ruidoso en la oscuridad y solo la luz del furgón de cola donde el guardia seguramente dormía, daban idea de la longitud enorme del mismo, llevaban un cargamento de piedras partidas, granos y combustibles ayudados por dos locomotoras, pero solo la delantera estaba funcionando en ese momento, y como iban a la velocidad de crucero, el ruido no era para nada molesto y permitía la charla entre aquellas dos personas....

                        
Fue justamente durante uno de esos controles de instrumentos, que el ayudante creyó ver algo blanco y grande colgando de uno de los postes del telégrafo ferroviario que se alineaban prolijos a la izquierda de la formación...
              Pedro!, le gritó al jefe, vení a ver esto...
              Qué hay?, preguntó preocupado el motorman...
              No alcanzó a ver bien... es algo raro..
              Hay algo cruzado en las vías? Preguntó poniendo su mano en el freno de emergencias
              No, no, es algo en uno de los postes... mirá, le dijo señalando algo blancuzco en el tope de un poste como a doscientos metros
              Que diablos es eso...? se preguntó el motorman tomando la poderosa linterna que llevaba como equipo
Unos segundos mas tarde pasaban junto al poste, Y NO PODÍAN DAR CRÉDITO A LO QUE ESTABAN VIENDO...

Encaramado al tope del mismo, sentado sobre la cruceta donde se apoyaban los hilos del telégrafo se hallaba un hombre completamente desnudo y atado a éste con un cinturón, que les hacías señas desesperadas y gritos, que ellos no podían oír por el ruido de los motores.
              Que hacemos Pedro...? paramos? Le preguntó el ayudante
El motorman pensó un segundo y luego accionó suavemente la palanca de los frenos... el tren comenzó a detenerse estrepitosamente, al tiempo que el guarda del furgón de cola cayó al piso de la litera donde dormía, golpeándose la cabeza...
              Que mierda pasa? Se dijo en voz alta mientras se ponía el sobretodo, tomaba la linterna y el revólver .38 que formaba parte de su equipo.
              Por que estarán parando acá en el medio del campo...?
Detener una formación de 50 vagones no era cosa sencilla y le tomó como trescientos metros el detenerse completamente.
Una vez completamente detenido, el poste donde se hallaba el hombre había quedado a mitad de la formación, así que de una punta y la otra del tren veía las luces que se le acercaban por el terraplén.
              Socorro!!!!!, ayuda!!!!!!!!!!!!! gritaba con ojos desesperados de terror un hombre joven atado a la punta del poste, Por el amor de Dios, VENGAN POR MI!!! gritaba con todas sus fuerzas.
Al oír los gritos con nitidez, tanto el guardia que venía armado desde la parte posterior del carguero, como el maquinista y su ayudante que venían del otro extremo sintieron un profundo miedo que les erizaba la piel... el ayudante sacó entonces de entre sus ropas una pistola que siempre llevaba, como esperando que algo terrible sucediera...
Al llegar todos al lugar donde gritaba aquella persona, comprobaron que el poste estaba justo al borde de una alcantarilla de escurrimiento de agua de los campos, una especie de túnel de buen diámetro, de cemento y que comunica como un canal ambos lados del terraplén para evitar las inundaciones.
Casi al mismo tiempo las tres linternas y las dos armas apuntaron a aquel joven que gritaba desesperadamente..
              Qué es lo que le pasa y quién es usted!!!??? le gritó el guardia mientas lo iluminaba...
              Por el amor de Dios, VIGILEN LA ALCANTARILLA MIENTRAS ME BAJO, contestó aquel muchacho mientras se desataba del poste y bajaba por las clavas de la escalerilla
Mientras hacía esto, el ayudante bajó su linterna y alumbró la alcantarilla apuntándola con su arma.... Un grito de horror se escapó de su boca al ver el enorme mar de sangre y despojos que allí había...
              Virgen Santísima... que pasó aquí...? solo pudo articular aquel hombre ante lo que había frente a su vista.
Mientras el guardia y el motorman miraban con estupor aquello, el muchacho que se hallaba desnudo y solo tenía puesto un par de borceguíes, ya había bajado del poste y les gritó:
              Rápido, por el amor de Dios subamos al tren ANTES QUE VUELVAN!!!!!!!!!!!
Ante esto, y el miedo que sintieron al ver aquella carnicería, no dudaron en correr tras él hacia la locomotora.
Una vez dentro el muchacho, le dijo:
              Pronto, cierren bien todo!!!, acá no podrán entrar!!!!!!
Los tres hombres del ferrocarril se miraron entre sí y el motorman fue el primero en hablar:
              Esperá un poquito, pibe, que pasa, podés decirnos que pasó ahí en esa alcantarilla y que hacías en pelotas arriba del poste...?
              Ya les cuento, les contaré todo... pero por favor arranque ya y vámonos de aquí ANTES QUE VUELVAN!!!!!!!!
Mientras el pesado tren de carga retomaba la velocidad de crucero, aquellos tres hombres no podían despegar los ojos de los del muchacho, a quien le habían prestado un pantalón, una camisa de trabajo y un grueso capote que llevaban para la lluvia, también le habían dado un trago de Legui, que llevaban oculta en la locomotora.

Su relato no los dejaría dormir en mucho tiempo.

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TRES MESES ANTES DE ESA NOCHE

 Antonio Balmaceda estaba contento, la cosecha de maíz había sido excelente y ya pregustaba la suma de dinero que ésta le reportaría, pero para eso, necesitaba embolsarlo y enviarlo al acopiador, y la cantidad de peones del campo no bastaba para aquello, así que corrió la voz por los boliches del pueblo que necesitaba embolsadores y cosedores para su maíz y que pagaba por día con alojamiento y comida. Eso era un anzuelo seguro y efectivo para todos los changarínes, linyeras y crotos que hubiera por los alrededores, efectivamente; al día siguiente empezaron a llegar, a los mas aptos los ponía a coser las bolsas y a los que servían de poco, a embolsar los marlos. Pero de todos los que conocía, extrañó a uno, al Austríaco, un Linyera (hombre sin casa ni trabajo pero que vivía en el campo) que no solo era diestro para coser y embolsar, sino que sabía cocinar deliciosamente, incluso mejor que el cocinero del campo.
A todos los que llegaban les preguntaba por él.
              Yo lo vi cerca de Venado, le decía uno.
              La última vez que lo crucé, andaba por Rufino, decía otro.
Pero lo cierto es que el Austríaco no aparecía.
              Si lo ven díganle que acá tiene trabajo, buena plata y toda la comida que se pueda llevar al terminar, tentaba a los peones para ver si lo localizaban.
Pero el Austríaco, ciertamente, YA NUNCA SE PRESENTARÍA

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SIETE AÑOS ANTES DE ESA NOCHE

El emprendimiento había resultado un fracaso, el patrón no aparecía y los chanchos se volvían cada vez mas incontrolables.
Lo que en un principio iba a ser una estación de cría de cerdos modelo, se había convertido en un lugar sucio y abandonado, y los dos únicos peones que aun creían que el patrón les pagaría lo adeudado, ya ni siquiera podía sacar algún provecho de la venta de lechones, porque los animales estaban flacos, enfermos y casi no había hembras preñadas.
              Que hacemos Víctor? Preguntó el mas joven, no quedamos acá a esperar a ver que pasa o no vamos a embolsar? Yo no creo que el polaco vuelva..
              Tampoco yo... pero que hacemos con los animales...?
              Soltalos, rompamos uno de los alambrados y que se vayan al monte, al menos ahí van a encontrar comida los pobres bichos.
              Me parece que tenes razón, capaz que el viejo se murió en “las europas” y nadie sabe que tenia el criadero... andá preparando las pilchas y los caballos, esta tarde nos largamos de acá.
Mientras el otro preparaba las cosas, Víctor Berrade cortaba con el alicate el alambrado principal que separaba las porquerizas del campo... a no mas de media legua había un monte espeso donde seguramente los treinta cerdos Pietrain belgas (los mas grandes y fuertes del mundo) encontrarían una nueva casa.

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TRES AÑOS ANTES DE ESA NOCHE

Las comisarías de Cristophersen, María Teresa y San Gregorio comenzaron a recibir extrañas denuncias que hablaban de desapariciones de hacienda primero, luego de caballos, incluso de animales domésticos como perros y gatos... los que NUNCA MAS eran hallados; al principio se desestimaban las mismas, pero ante la cantidad creciente, comenzó a transformarse en una preocupación real y lo que al principio se tomaba como broma ociosa en las charlas de sobremesa, ahora empezaba a inquietar a la gente de esas comunidades rurales del interior de Santa Fe.
Pero cuando se empezaron a denunciar desapariciones misteriosas DE PERSONAS, es que la policía decidió tomar el asunto en serio y destacó un hombre de cada pueblo para que trabajaran en forma coordinada.
Los mismos recorrían las estancias y los puestos recabando información, intentando encontrar puntos en común entre tantas denuncias.
Y finalmente lo hallaron.
Al parecer la mayor cantidad de denuncias se concentraban en un sector de cinco leguas cuadradas alrededor de las vías del ferrocarril que unía Venado Tuerto con Rufino.
Hacia allí se dirigió entonces la investigación.

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UN AÑO ANTES DE ESA NOCHE:

Los tres changarínes venían caminando por el terraplén del ferrocarril cuando escucharon el cornetazo de la locomotora, se bajaron del mismo y decidieron hacer noche en la alcantarilla 66 que se hallaba allí mismo, el lugar estaba seco y limpio y les proporcionaría un lugar cómodo para armar un rincón donde poner los aperos y dormir antes de llegar a la estancia de Brítez, donde habían conseguido conchabo como alambradores, el mas viejo soltó a los dos galgos que los acompañaban y los mismos salieron disparados silenciosamente hacia el campo, seguramente en una o dos horas volverían con alguna liebre o una mulita para agregar al guiso de fideos que el mas joven ya estaba preparando.


                           
Menos de cinco minutos después, el grito lastimero y desesperado de uno de los perros los puso en guardia.
Ya era de noche y unos sonidos extraños provenientes DESDE EL OTRO LADO de la alcantarilla les erizó la piel... uno de ellos sacó de su bolsa el .32 con el que se protegía, el mas callado corrió su poncho y desenvainó el facón que brilló a la luz de la Luna.
El mas viejo se santiguó.

                                   
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TRES MESES ANTES DE ESA NOCHE

El Austríaco, como lo conocían todos en realidad se llamaba Helmut Kernan y durante la guerra había sido médico militar... durante la misma perdió a toda su familia, que murieron durante los diferentes bombardeos de los aliados. Solo y sin rumbo, se embarcó, como muchos alemanes hacia la Argentina, al llegar pasó un tiempo trabajando como médico rural, pero los horrores que había vivido durante la guerra le habían turbado un poco la razón pero principalmente el alma. Así que se hizo linyera, la versión argentina de los homeless pero que vivía en el campo, sin rumbo ni oficio, viviendo de las oportunidades y los pequeños trabajos que siempre le ofrecían en las estancias, cocinaba muy bien y su inteligencia superior lo ponía por encima de cualquier peón, sabía todas las tareas del campo y era de confianza. Por ello todos se disputaban su auxilio en tiempo de cosecha, y él lo sabía.
                                          
Mas de una vez le habían ofrecido trabajo fijo, dada su valía, pero su carácter taciturno y huraño lo hacía volver al campo una y otra vez, concluidas las cosechas. Vivía del campo y lo conocía a la perfección, y éste le proveía de animalitos y plantas con las que se alimentaba él y su única compañía; un perrito mediano de raza indefinida que no se despegaba de él nunca mas de dos metros. Los que lo conocieron contaban que solo con el animalito hablaba en su lengua y que a veces lloraba.
Era prolijo y limpio, cosa rara en su gremio y tenía por herramienta un pequeño y filosísimo cuchillo que manejaba con maestría. Jamas se separaba de su bolsa, donde según él, estaba su casa.
Aquel día pensaba llegar al campo de Balmaceda, donde sabía que era requerido, pero aquella noche de marzo hacía mucho frío y detestaba caminar de noche, así que la providencial alcantarilla 66 del terraplén  del ferrocarril por donde venía caminando le venía de perlas para pasar la noche.
Acomodó sus petates en uno de los extremos del túnel y a la luz de las intensas estrellas (esa noche no había Luna) encendió un pequeño fuego donde se dispuso a cocinar.
Traía consigo un trozo de tasajo, fideos, cebollas y tomates mas otras hierbas y vegetales que había ido recogiendo por el camino; al rato de su pequeña olla surgía el perfume de un sabroso guiso y el perrito, acurrucado en un trozo de manta vieja junto al fuego, miraba la olla con ojos fijos de gula. El Austríaco miraba el cielo y seguramente recordaba cosas de la guerra porque sus profundos ojos celestes brillaban emocionados.
En ese momento un sonido sordo, gutural e irreconocible, que aquel viajado hombre no podía identificar, surgió del oscuro extremo de la alcantarilla que comunicaba al otro lado del terraplén ferroviario.
El hombre se puso en guardia de inmediato, el perro erizó los pelos del lomo y  mientras gruñía, se acurrucó junto a él con la cola entre las patas, mirando fijamente aquel rectángulo de oscuridad que era la boca de la alcantarilla.
El Austríaco echó mano entonces a su bolsa, en ella guardaba quizá la única cosa que vino de Europa con él, una pistola Walther P38 con las insignias nazi, verificó la carga, la montó y se puso detrás del fuego y delante de su perro apuntando hacia aquella profunda oscuridad....


                                      
                            
Segundos después los animales y la hacienda de los alrededores se espantaron al oír la sucesión de disparos y luego el horroroso grito final de aquel hombre que supo conocer los mayores espantos de la guerra, un segundo después el aullido agónico de su perro les daba una certeza cargada de presagios...
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UN MES ANTES DE AQUELLA NOCHE

Los policías de las tres localidades venían en la zorra que el jefe de estación de Venado tuerto les había provisto para moverse a lo largo de las vías a los efectos de llegar a las estancias interiores de la zona, que eran las que mayor cantidad de denuncias habían hecho sobre desapariciones diversas, incluso la última, de un estanciero que había contratado tres alambradores, que habían sido vistos por uno de los conductores del tren que unía las localidades y QUE NUNCA SE HABIAN PRESENTADO.

El mayordomo del campo temía que hubiesen muerto bajo las ruedas del tren.
El pequeño motor de la zorrita apenas arrastraba el peso de los hombres de la ley así que la marcha lenta les permitía ver bien los alrededores del terraplén... el mas inteligente de los tres notó entonces algo extraño, prácticamente NO había animales ni hacienda en los alrededores, ni siquiera los patos que abundaban en los zanjones paralelos a las vías. NADA VIVO SE VEIA EN KILÓMETROS solo algunas aves que pasaban raudas por encima de las vías
              Que raro che, no se ve ni una vaca, ñandú, ni oveja ni nada... ni siquiera he visto liebres o zorros desde que salimos... que será, habrán fumigado, preguntó a los otros dos
              La verdad no había prestado atención, pero tenés razón, no se ve nada vivo, raro
El tercero solo se limitó a acariciar la culata del Winchester .44 que llevaban consigo.
En un momento uno de ellos divisó algo que brillaba en un extremo de una alcantarilla que cruzaba el terraplén.
              Alberto, pará acá, estoy viendo algo allá abajo.
La  zorrita se detuvo y los tres hombres bajaron de las vías.
Allá abajo encontraron objetos que identificaron inmediatamente, ya que uno de ellos conocía al Austríaco y reconoció el cuchillo de él, que tenía talladas sus iniciales, también encontraron la pistola vacía, sus ropas, la bolsa y lo que brillaba y les había llamado la atención: LA HEBILLA DE SU CINTURÓN MILITAR, que tenía el águila del reich en dorado.
También hallaron suelas de zapatos masticadas y objetos que aparentaban ser de otras personas en el interior del túnel; un revólver .32, un facón, herramientas y mas ropa.
Fotografiaron todo y armando un gran paquete con el bolso del austríaco subieron a la zorra y salieron a velocidad para Rufino.
En la comisaría de San Gregorio se reunieron los jefes policiales a tratar de resolver el misterio, se habló de pumas y otros animales salvajes, pero las vainas disparadas de la pistola del nazi, mas las vainas servidas del revólver indicaban que sus dueños SE HABÍAN DEFENDIDO SIN LOGAR EFECTO ALGUNO EN SU VICTIMARIO... eso sumado a las amplias manchas hemáticas en el lugar alimentaron toda clase de especulaciones que en aquel lugar corrieron como reguero de pólvora.

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TRES DIAS ANTES DE AQUELLA NOCHE

Martín Avendici era un joven soberbio, dueño de un físico importante, herencia de un abuelo vasco, mas una brillante inteligencia lo habían convertido en líder natural de los muchachos del colegio donde había estudiado, siendo luego líder del equipo de fútbol del club de San Gregorio y cazador compulsivo como casi todos los muchachos de allí. Junto a sus amigos Mateo Saravia y Julián Izarraga solían armar partidas de caza de liebres o perdices que luego  preparaban y vendían como escabeche en el pueblo, no por necesidad de dinero sino como diversión rentada... Oír las historias que surgieron a partir del hallazgo de las cosas del Austríaco y desear salir a cazar LO QUE SEA QUE LO HABÍA MATADO, fueron una sola cosa.
Esa misma noche prepararon en secreto sus armas y provisiones para el fin de semana (era un viernes), mintiendo a sus padres que pasarían el mismo en la casa de los otros, pero en realidad partieron en bicicleta -dejaron los caballos para que los padres no sospecharan- por el terraplén rumbo a la alcantarilla 66 que era donde habían hallado los objetos. La idea era pasar la noche allí y CAZAR al puma o animal que fuese que había despachado al Austríaco y a los tres peones. Su juventud (ninguno pasaba los 24 años), su inexperiencia y una falta de prudencia los llevó a armar campamento en el mismo lugar en que ALGO, había despachado certeramente a un veterano de guerra sin dejar siquiera un mínimo rastro de él
Llegaron al lugar y encendieron una fogata para ahuyentar los insectos y para cocinar el asado que llevaban antes de la noche cerrada, serían aproximadamente las siete de la tarde.
Cerca de las once de la noche el sueño, el abundante asado y las tres botellas de vino casero que habían bebido les hacía entrecerrar los ojos...
Estaban allí muy bien armados, Martín había llevado la escopeta de dos cañones de su padre y la pistola .45 que guardaba en la alacena de la cocina, los otros dos tenían también escopetas de un caño y revólveres .38 que les habían hurtado a sus padres para la aventura.
No imaginaban lo que aquella aventura juvenil les depararía.
Como a las tres de la mañana ALGO los despertó, un sonido raro, como el que hace la hacienda moviéndose en la oscuridad. Como muchachos de campo reconocieron que aquel sonido SE ACERCABA A ELLOS... sin hablarse casi, los tres salieron de las cobijas con las que se protegían del frío y aprontaron sus armas.... lo que sea que fuera aquello, SE LES ESTABA ACERCANDO.
Unos segundos después oyeron claramente unos sonidos rarísimos que venían del otro lado del túnel de la alcantarilla, del lado que daba al monte de la chanchería abandonada.
Casi como un calco se estaba repitiendo la escena anterior.
En ese momento, Martín, el mas decidido, dio unos pasos dentro del túnel alumbrando con una poderosa linterna de campo.
Un grito de horror les ganó las gargantas al ver brillar dentro del túnel muchísimos pares de ojos que fosforecían a la luz de las linternas.
Casi al unísono los tres comenzaron a disparar al interior del túnel; Martín alcanzó a disparar los cartuchos de su escopeta y al menos seis balas de la pistola antes de ser atrapado por tres o cuatro feroces chanchos cruza de jabalíes que parecían brotar de la boca de la alcantarilla como feroces hormigas guerreras frente a una indefensa langosta... Mateo que era el mas retrasado del grupo no lo dudó y salió corriendo hacia el poste de telégrafo donde trepó con la velocidad del rayo, Julián seguía disparando a los chanchos que estaban despedazando a su amigo frente a él, cuando éstos se dieron cuenta de su presencia y lo embistieron, por un segundo pareció esquivarlos y corrió al poste donde ya estaba trepado Mateo quien le tendió la mano para izarlo al mismo.

                               
Pero no fue lo suficientemente veloz y uno de los gigantescos chanchos Pietrain cruzados con jabalíes de monte alcanzó a clavarle los colmillos en la pierna, arrebatándolo del poste.
Mateo debió entonces presenciar unos de los espectáculos mas horrorosos que imaginarse pueda una persona. Seis o siete chanchos comenzaron a despedazarlo y COMERLO delante de sus ojos, en medio de los alaridos agónicos de su amigo. Desesperado vació una y otra vez su .38 en las testas de aquellos gigantes horribles pero todo era inútil... en menos de media hora de sus amigos solo quedaban despojos de ropa, sangre y las suelas de sus borceguíes masticados... entonces Mateo comprendió la dimensión de su peligro al ver que los chanchos, aun insatisfechos se dirigían al poste donde  él estaba encaramado y comenzaba a topar y mordisquear la base del mismo para que la FRUTA que de el colgaba, quedase al alcance de sus colmillos...
En vano le disparó todas las balas que le quedaban de su revólver, que si bien los hería, solo los hacía retroceder por unos segundos, pero era tal la marea de animales enfurecidos que había debajo de aquel flaco poste que inmediatamente otro tomaba el lugar del herido. Pero algo aun mas impresionante le quedaba por ver: sus amigos y quizá él mismo habían matado a varios, lo que no imaginaba es que los otros cerdos DEVORABAN A LOS CAÍDOS CON LA MISMA FRUICIÓN CON LA QUE HABÍAN DESPEDAZADO A LOS DOS MUCHACHOS...
Todo horror tiene su límite y Mateo estaba a punto de desmayarse cuando el poste pareció ceder... se erizó de horror al comprobar que YA NO TENIA BALAS, les arrojó inútilmente el revólver y pensó que ya llegaba su fin. A último segundo se le ocurrió prender fuego pedacitos de su ropa y arrojarla debajo del poste. Tuvo buen efecto, mientras duraba la llama, los chanchos dejaban en paz la madera del poste y se alejaban unos centímetros mirando con insana gula a la COMIDA que desde arriba les arrojaba fuego. Aquellos animales que alguna vez habían sido domésticos NO LE TEMÍAN AL HOMBRE, y sus crías, provenidas de cruzarse con jabalíes de la zona, habían heredado tal condición pero también habían heredado la ferocidad de los navajeros  salvajes, sumado al tamaño descomunal que su raza les aportaba. Eran perfectas maquinas de matar y devorar.
Fue un largo día el que Mateo pasó quemando pedazo a pedazo toda su ropa alejando momentáneamente a los hambrientos asediadores... hacia la tarde se nubló y una llovizna tenue amenazó con apagarle los fuegos que lo mantenían aún a salvo de las bestias... sin embargo su ropa de algodón ardía bien y lo mantuvo lejos de las mandíbulas de aquellas bestias, al tiempo que vio las luces del carguero que se aproximaba cuando ya no había que quemar.
El estrépito del tren aproximándose fue la única cosa que asustó a los suidos, haciéndolos escapar en estampida por la misma boca del túnel de la alcantarilla de donde habían salido. Mateo agradeció al cielo que los conductores del tren se detuvieran a ayudarle.

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DOS DIAS DESPUES DE AQUELLA NOCHE.

Conocidos los detalles de la tragedia de boca de Mateo Saravia, los padres de los muchachos muertos, ahogados de dolor y deseos de venganza, los policías de los tres pueblos y la mayoría de los hombres horrorizados de espanto ante los hechos, organizaron la partida de caza mas vasta que se haya visto en la región, cientos de cazadores armados, caballos y mastines feroces rodearon aquel monte donde se refugiaban aquellos chanchos descomunales, que vendieron caro su exterminio, provocando varios heridos y un número no determinado de caballos y perros muertos en aquella furiosa y épica batalla.
Se contaron ciento cincuenta cerdos cruza con jabalí muertos, ninguno pesaba menos de doscientos kilos, fueron muertos incluso los lechones.
Nada quedó vivo en aquel monte y aguada.

                          
Con tractores fueron llevados los cuerpos a un profundo cañadón e incinerados en esa misma semana. Nadie se atrevería a tocar siquiera la carne de aquellos animales.
Todos volvieron a sus casas tratando de olvidar la tragedia.
Algunos nunca lo lograrían.

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UNA SEMANA DESPUES DE AQUELLA NOCHE

La chancha entendió que no podía dar un paso mas, con una pata rota de un balazo había logrado escapar de aquel monte por estar retrasada de los demás, así que cuando oyó los perros de la batida, cambió de dirección y caminando metida en el zanjón de agua paralelo a la vía, logró escapar de la matanza... un día después llegó a la alcantarilla 65 donde debió detenerse, los dolores de la parición no le dejaron dar otro paso.
Once lechones produjo la camada. Solo siete sobrevivieron.
La chancha vivió lo suficiente para hacerlos llegar al destete y murió. Uno de los lechones, el mas grande le dio el primer mordisco. Los otros lo imitaron inmediatamente.
Terminada aquella carne, levantaron la vista y vieron el monte.



miércoles, 11 de febrero de 2015

AJENO

                                            A Mariela M, quien con su devoción religiosa inspiró esta historia
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El violento impacto lo desvió completamente. Casi a punto de perder el conocimiento entendió que se precipitaba a tierra, el enemigo le había acertado, y eso nunca había pasado antes.
Sintió miedo por primera vez, mientras miraba con desesperación hacia abajo, hacia la tierra de nadie donde caería en instantes, aquel lugar lucía sereno y oscuro, completamente ajeno a la batalla que se desarrollaba sobre sus cabezas. En medio de las sombras de la noche trataba de maniobrar lo suficiente como para caer cerca de un rio que podía ver nítidamente a unos miles de metros más abajo; sabía que el enemigo estaría siguiendo su caída para rematarlo y aplicó todos los recursos que conocía para mimetizarse entre las escasas nubes tratando de perderlos.
Casi llegando al suelo alcanzó a ver algunas luces cerca del río y trato de dirigir la trayectoria de su caída hacia allí...
Lo último que vio antes del impacto y de perder la conciencia fue el tejado de una pequeña construcción entre dos árboles junto al río, pero no pudo evitar caer directamente sobre él.
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 María Elena se hallaba aún despierta a pesar de lo avanzado de la hora, le gustaba la noche y su serena tranquilidad, se hallaba de visita en casa de su hermana que tenía una propiedad junto al río. A ella le gustaba ese lugar, tan distinto del ruidoso departamento céntrico donde vivía. En aquel momento se hallaba de vacaciones, por lo que junto a sus hijos había aprovechado la gentil invitación que le hicieran y estaba pasando unos días en aquel bucólico sitio.
Se hallaba rezando, ya que era mujer muy religiosa, y no pasaba un día sin dialogar con Dios, luego de la cena, ella y su hermana habían charlado hasta tarde recordando anécdotas de la niñez y habían reído como cuando eran niñas. Los hijos de ambas habían salido de campamento con sus padres, permitiendo a las hermanas aquel baño de nostalgia.
La charla se había prolongado hasta tarde y su hermana se había retirado a dormir ya. Sin embargo aquel sitio ejercía sobre ella un encanto particular, sobre todo de noche, por lo que quedó despierta un rato mas...
Mientras miraba por una ventana creyó ver un objeto oscuro que cruzó el cielo en dirección a un cobertizo de una casa vecina que estaba en construcción, al instante escuchó un estruendo como de algo que chocaba contra ese cobertizo.
Con miedo, dudó un momento entre llamar a su hermana y pedirle que la acompañe o ir sola, se decidió por lo segundo; ella era mujer decidida y valiente, por lo que tomando el viejo revólver .38 que le había dado el padre a su hermana para su tranquilidad en aquel solitario paraje, mas una potente linterna que providencialmente había olvidado su marido un par de días antes, se encaminó hacia el lugar del ruido.
Con cierta aprensión, llegó al sitio, comprobando que parte del tejado y una parte de la pared también se habían desplomado.
Mirando con más detalle, el haz de la linterna enfocó a alguien tirado allí dentro. Su corazón le dió un salto en el pecho y sus sienes parecían a punto de estallar. Sin duda alguien había tenido un accidente allí. Trató vanamente de hacer funcionar su teléfono celular, pero en aquel sitio solo en determinados momentos se obtenía señal como para intentar una llamada.
Sin saber bien que hacer, pero impulsada por su instinto samaritano, se abrió paso entre los escombros para llegar hasta la persona que se encontraba tirada ahí.
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 Gabriel abrió los ojos con dificultad sintiendo un contacto húmedo en la frente, instintivamente se defendió de aquello que creyó una amenaza tomando firmemente el brazo que tenía delante de sí. Escuchó un quejido y un pequeño grito sofocado. Delante tenía a una mujer con un paño y un cuenco con agua, que le estaba limpiando las heridas en la cara. Automáticamente aflojó la presión y miro a los ojos de ella.
                    Quién es usted? Le preguntó sin entender demasiado lo que pasaba. Indudablemente no era el enemigo; pero en la tierra de nadie, cualquiera podía transformarse en uno.
                    Me llamo María Elena, hace un rato vi pasar algo por el cielo que chocó acá y vine a ver... es el piloto?, dónde está el avión o el helicóptero..? preguntó intrigada, ya que antes de sacarlo de entre los escombros con bastante esfuerzo, había revisado la zona sin encontrar ningún aparato. Concluyendo que probablemente se hubiera hundido en el río que se hallaba a pocos metros de ahí.
                    Me llamo Gabriel, y soy un soldado, que es éste lugar? Preguntó
                    Estamos en un barrio cercano al río, a veinte kilómetros de la ciudad, he intentado avisar a las autoridades, pero no he podido comunicarme...
Al oír esto, Gabriel abrió los ojos al máximo y su rostro cambió de expresión. Debía decirle algo convincente a esa mujer, ya que si el enemigo interceptaba esa transmisión (y de seguro lo haría) estaría perdido.
María Elena miraba como hipnotizada los grandes y profundos ojos azules de aquel hombre...
Jamás había visto ojos de ese color y ciertamente el aspecto de aquella persona era un enigma, no parecía ser mayor, pero tampoco aparentaba ser joven, sus facciones eran del tipo escandinavo, pero tenía los labios carnosos como un latino y su pelo era lo más llamativo; largo y abundante según le daba la luz parecía un rubio profundo y claro, cambiando según el ángulo a un castaño francamente oscuro. Todo en el era raro... ni siquiera recordaba haber visto jamás un uniforme como ese, que aunque maltrecho y sucio no presentaba ni una rotura y era de un material que no se atrevía a definir... tenía sangre en la espalda de dos profundos cortes en la única parte de su traje que estaba rota, sin embargo lo había revisado pero no encontró ninguna herida.
                    Le suplicaría que no lo haga, le respondió Gabriel con firmeza, soy piloto de pruebas y mi aeronave es material clasificado, si las personas equivocadas descubren que caí aquí, este lugar correría gran peligro...
                    Peligro...? que clase de peligro?, preguntó ella con preocupación.
                    Créame, no querría saberlo, le contestó mientras apoyaba su mano sobre la de la mujer, que al contacto con aquella sintió como una descarga eléctrica desconocida, que se sumo a una sensación extraña, de bienestar casi, que la hizo olvidar el miedo y mirar profundamente a aquel desconocido.
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Afuera, en la oscuridad de la noche y a unos cuantos miles de metros sobre sus cabezas, el enemigo acechaba la tierra de nadie buscándolo, sabían que había caído allí y que lo encontrarían tarde o temprano. sus aliados no sabían que le había acertado y no vendrían al rescate. Gabriel estaba solo en  aquel lugar.
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 María Elena volvió a la casa entrada la madrugada, le había llevado al cobertizo unas mantas para abrigarse y una botella de agua mineral, le preguntó si podía hacer algo mas por él, a lo que le pidió que por ahora no mencionase a nadie su presencia.
En cualquier otra circunstancia, María Elena habría avisado a alguien de tan extraño acontecimiento, pero ese hombre la había subyugado de tal forma que había cumplido sus indicaciones sin siquiera dudarlo. Se acostó y rezó un rato, pero se distraía constantemente pensando en los ojos de ese extraño piloto.
Por la mañana el olor inconfundible del café y las tostadas la despertó.
                    Buen día dormilona, le reprochó jocosamente su hermana, parece que anoche trasnochaste....
                    Eh... si, bastante, me acosté tarde... anoche. Le contestó sin coordinar muy bien los pensamientos por hallarse aún casi dormida.
Mientras desayunaban y su hermana le hablaba, ella casi no la escuchaba. Su mente estaba en el cobertizo donde se encontraba él. Pensaba en que debía hacer... desde luego por ahora la presencia de aquel intruso era un secreto que no le mencionaría a nadie, por lo menos hasta saber las intenciones de aquella persona, pero que le había producido tan profunda impresión. Al extremo de no poder pensar en otra cosa...
                    Eh, bajá pajarito!!!!, estás en babia... que tenés en la cabeza?, extrañas a los chicos...?, le gritó casi, su hermana para que le prestara atención.
En ese instante recordó a sus hijos. Y a su marido. No había pensado en ellos desde que se encontró con aquel hombre, y se lo reprochó a sí misma por dentro. Si, quizá debiera contarle a su hermana lo que había pasado y llamar a la policía para que se encargaran del asunto.
Mientras estaba a punto de hablar volvió a sentir en el cuerpo aquella descarga que el extraño le provocara cuando la tocó y no pudo emitir sonido...
                    Buéh... parece que hoy tenemos una de esas mañanitas... qué te parece si agarramos el auto y vamos de compras, no tengo nada en la heladera y dentro de tres días cuando vuelvan todos nos van a comer a nosotras si no hay nada... vamos?, le propuso.
                    Si no te molesta, preferiría quedarme, no me siento muy bien hoy, le mintió.
                    Uh, no hay problema, vamos mañana si querés...
                    No, no, no te preocupes, andá vos que yo me quedo acostada un rato más...
                    Pero mirá que voy a tardar, tengo turno en la peluquería a las cinco así que voy a estar afuera casi todo el día...
                    No te preocupes, estaré bien y de paso aprovecho a descansar un rato, le dijo, decidida.
                    Como quieras, en la heladera te dejo unas ensaladas para el mediodía... te arreglas?
                    Si, andá tranquila.
Una vez que viera la camioneta de su hermana subir la empinada barranca, tomando algunos alimentos y una botella de agua se dirigió al cobertizo.
Al llegar vió a Gabriel sentado como un budista y rezando.
No quiso interrumpirlo y lo miraba desde la puerta de aquel lugar, era realmente raro, no podía determinar su edad, ni decir si era corpulento o flaco... la única palabra que se le ocurrió era armonioso... sí, todo en él parecía armonioso.
Una vez que hubiera terminado de rezar se acercó a él, que parecía saber que ella estaba ahí desde hacía un buen rato...
Le ofreció algunos alimentos pero el solo aceptó unas uvas y el agua, se sentía intrigada pero no se atrevía a preguntarle nada. Él pareció adivinar aquella situación y se adelantó...
                    Como ya le dije, soy un soldado en misión confidencial, no era mi intención caer aquí ni importunar a nadie, pero no he tenido remedio, lo único que le pido es que no mencione a nadie mi presencia, en un par de días estaré en condiciones de marcharme si me ayuda un poco, ya que necesitaré algunas cosas... le dijo mirándola a los ojos.
Ella lo oía apenas. Estaba fascinada con aquel extraño, tan distinto a todo lo que ella conocía, y que evidentemente procedía de un lugar que ella ni siquiera podía imaginar. Pero algo la atraía de aquel hombre, con una fuerza que no podía dominar, no podía dejar de mirar su rostro, su pelo, su extraña figura.
No quería seguir pensando así.
Sentía enorme culpa por sentirse atraída por aquella persona, pensaba que estaba cometiendo un acto descabellado al ayudarlo sin avisar a nadie, después de todo que sabía ella sobre él...? NADA.
Pero por otro lado su sola presencia la dominaba, no podía dejar de pensar en otra cosa, ni dejar de oírlo, pero nada podía hacer, su voluntad parecía quebrada.
Casi a mediodía el hombre recobró fuerzas como para caminar solo, apoyándose en ella se puso de pié, al abrazarla para poder levantarse, María Elena tuvo un vértigo en el cuerpo, una especie de atracción casi irreprimible que solo la fuerza de su enorme voluntad pudo dominar...
Caminaron por la orilla del río durante un trecho... ella preocupada le preguntó si sus enemigos  no lo podrían localizar.
                    Solo pueden hallarme de noche, ellos no salen durante el día, puedo estar tranquilo, pero las noches me son peligrosas, deberé ocultarme hasta reponerme, creo que un buen lugar sería aquella casa, dijo señalando una en construcción justo sobre la costa. Pero necesitaré algunas cosas, quizá le asombre lo que le pida, pero créame que es necesario para mí.
Ella lo escuchaba atentamente y estaba totalmente dispuesta a hacer lo que le pidiera...
Lo que fuera... cualquier cosa.
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Por la tarde solo volvió a la casa cuando vió el auto de su hermana bajando el barranco.
Ésta se sorprendió de ver aún las tazas del desayuno en la mesa.
                    Ah bueno, parece que te hiciste una cura de sueño... le dijo en broma.
                    Si, descanse bastante y salí a caminar un rato. Le respondió mientras juntaba la mesa y lavaba aquellos trastos.
                    Ayudame a bajar las cosas, compre de todo, pero mi peluquera no me pudo atender, tengo que ir mañana otra vez y también tengo clases de yoga, me vas a acompañar o vas a hacer la gran Robinson Crusoe mañana también...?
Ambas rieron, pero su hermana menor no sospechaba que ella no iría a ninguna parte mientras Gabriel estuviese ahí.
Aquella noche le produjo gran impaciencia la idea de su hermana de ver una película, María Elena solo deseaba que se durmiese de una vez para poder ir a ver a Gabriel. Solo el recuerdo de la imagen de sus ojos le producía como una especie de abstinencia que ya casi era un dolor físico... no podía pensar en otra cosa, y solo en un arrabal de su mente estaban las imágenes de sus hijos. Qué era aquello? Que le estaba pasando...?, no podía explicarlo, pero era como si todos estos años no significaran nada, y solo existiera el tiempo desde que había visto a aquel hombre, como si todo cuanto había hecho en su vida se desdibujara con su imagen... era algo que la angustiaba, y en los breves momentos en que charlaba con su hermana y lograba distraerse, podía pensar en su familia.
Gabriel, que ya se había instalado en la casa a medio construir pegada al espejo de agua, también pensaba en ella... en todos los años que duraba la batalla jamás había querido conocer a ninguna persona de la tierra de nadie, sabía que muchos de sus compañeros bajaban a ese lugar e incluso buscaban mujeres con las cuales unirse sexualmente, muchas veces los oía decir que ellas eran mil veces mejor que sus compañeras de batalla, pero él era un soldado demasiado orgulloso, demasiado perfecto y no compartía esas debilidades, solo le importaba la misión que se le había encomendado. Y ganarla.


                                      
Pero esta mujer era algo que nunca había conocido, su desinterés en ayudarlo, el flujo casi animal que emanaba de ella cuando la tocaba y que no pasaba desapercibido para alguien como él, incluso su mirada, tan distinta, tan llena de sentimientos puros, tan diferente de las miradas profesionales y frías de sus compañeras. De pronto descubrió que NUNCA había estado con nadie, que nunca había estado con una verdadera mujer, como las de la tierra de nadie; por supuesto que se satisfacía como todos los soldados lo hacían, los días en que menguaba la batalla se reunían en los corredores de su base y tenían sexo con quien deseaban, pero éste era puramente biológico y a los efectos de tranquilizar ese aspecto del cuerpo... nunca había conocido el amor, como el que se decía que era habitual en la tierra de nadie. Y de repente había conocido a ésta mujer, que lo ayudaba y parecía sentirse tan atraída por él, como lo estaba él de ella.
Y contra su voluntad de guerrero, comenzó a desearla.
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Finalmente maría Elena pudo salir de la casa, su hermana dormía plácidamente cuando salió por la puerta de la cocina con el botellón de agua y unas frutas para Gabriel. Lo encontró, como la vez anterior, en posición de Loto y rezando, pero esta vez notó alegría en su expresión cuando la vió llegar y de inmediato se incorporó para recibirla... cuando la abrazó para agradecerle su ayuda, las miradas de ambos se cruzaron, y por primera vez en toda su larga existencia, Gabriel sintió el estremecimiento que otros de sus compañeros contaban cuando se encontraban con las mujeres de la tierra de nadie... quizá eso fuese amor.
María Elena estaba como poseída por una atracción absolutamente irresistible que aquel extraño soldado le provocaba, al punto que no podía pensar en otra cosa que no fuera él, deseaba que el tiempo se detuviera para siempre en ese instante, para no tener que volver a ser quien era, para solo poder dejarse arrastrar por lo que sentía y gozar plenamente de las sensaciones y el placer que aquel hombre le despertaba... para no sentir culpa, ni dolor por la traición hacia su familia que creía estar llevando a cabo.
Ambos aquella noche hicieron un esfuerzo sobrehumano para no unirse en un encuentro sexual, para no dejarse arrastrar por aquella pasión absolutamente irresistible que los tenía atrapados, y a costa de un ejercicio colosal de la voluntad, solo se miraron y acariciaron durante horas, hablando de cosas que a ninguno de los dos realmente les importaba.
 Casi al amanecer volvió a la casa. Su hermana estaba levantada y sentada en la cocina la esperaba.
                    Dónde mierda te metiste?, en que andás María Elena? Le preguntó cargada de angustia.
                    Estuve caminando por la orilla del río, le mintió casi sin culpa.
                    Me vas a matar de un susto, por que no me avisaste, pensé que te había pasado algo...
                    No me pasa nada... sólo que no podía dormir y salí a disfrutar de la noche
Su hermana no quedó demasiado convencida de su explicación, pero al ver la serena expresión en el rostro de María Elena se tranquilizó un poco.
Luego ambas prepararon el desayuno y ordenaron un poco la casa. Hablaron de muchas cosas, como siempre cuando estaban juntas, pero lo que no notó la hermana de María Elena era la turbación en el rostro de ella cada vez que nombraba a su marido o a sus hijos. Era como si por esos días aquellos NO formaran parte de ella, como si los hubiese anulado de su alma, o mejor, los hubiese ocultado... no podía imaginar que su hermana mayor se había enamorado de aquel raro soldado que cayera cerca de su casa tres noches antes...
                    Hoy vas a venir conmigo a hacer las compras y a yoga?, de paso podes pasar por la peluquería vos también así te hacés los reflejos que me dijiste... le dijo a María Elena a media mañana.
                    Mirá, prefiero quedarme acá, hace unos días que ando media perdida en mi cabeza y quiero ordenar mis ideas, este lugar me ayuda. Y estar sola también.
Su hermana no estaba muy convencida de dejarla sola, menos aun después del raro paseo de la noche anterior, por lo que le dijo:
                    Y si no voy nada y nos quedamos jugando a las cartas?, hacemos cualquier pavada al mediodía y sacamos la mesa al parque, querés...?
                    No!, le contestó resueltamente María Elena, te dije que me gustaría estar sola... además, necesito que me traigas algo del supermercado, comprame veinte cajas de gelatina sin sabor...
                    Qué?, le respondió, dudando de lo que había escuchado..
                    lo que oíste, después te explico.
                    Te sentís bien, Mary? Para que querés veinte cajas de gelatina...?
                    Vos traelas, después te cuento...
                    Pero...
                    Por favor, solo hacelo.
Su hermana comenzó a pensar en que María Elena no estaba bien, pero ella no podía explicarle que era un pedido de Gabriel, quien tampoco le había dicho para que las quería.
Profundamente preocupada su hermana menor subió a la camioneta rumbo a la ciudad...
                    No quiero irme y dejarte sola, me parece que no estás bien, hermana..
                    Dejate de joder, estoy mejor que nunca, solo quiero estar sola y estos días son algo así como un regalo del cielo, deja de hacerte problemas, voy a estar muy bien... le dijo con una amplia sonrisa y el rostro iluminado
                    Si vos lo decís, igual trataré de volver temprano...
                    No es necesario, hacé lo que tengas que hacer, acá voy a estar.
Su hermana arrancó, no muy convencida, solo la tranquilizaba en parte el semblante de felicidad de María Elena cuando vió que se quedaba sola...
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La camioneta no había terminado de subir el empinado barranco cuando María Elena corrió a la casa en construcción.
Allí la esperaba Gabriel, tan ávido como ella...
Las siguientes seis horas ambos se entregaron con frenesí al éxtasis del amor físico, entrelazando sus cuerpos como nunca ambos lo habían hecho... durante ese lapso que no formó parte del tiempo, sus almas se unieron también en un lazo que perduraría aun cuando después de algunas horas ya no volverían a verse nunca mas...


                   
Luego de aquella jornada en que ambos descubrieron el placer del goce físico que no parecía pertenecer a este mundo, Gabriel decidió sincerarse y contar su realidad a aquella mujer de la  tierra de nadie.
María Elena escuchaba el relato de aquel soldado sin siquiera poder concebir en su mente, ni mucho menos abarcar las cosas que oía... todo su ser se sumergía en los ojos de Gabriel, que la miraba como nunca aquel temible guerrero había mirado. Con amor, algo que desde la noche de los tiempos le había sido vedado, y que ahora conocía de la manera más inesperada...
nunca más volvería a ser el mismo, ahora entendía por qué sus compañeros a veces se arriesgaban a descender en la tierra de nadie para encontrar a sus mujeres, para sentir aquello que no podían hallar entre sus propias compañeras...
Y amó, y se amaron una y otra vez, hasta que el crepúsculo le indicaba a maría Elena el retorno de su hermana.
Volvió a la casa unos minutos antes que se vieran las luces del vehículo descendiendo el barranco.
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                    Hola Mary, le dijo al verla esperándola en la mesa de la cocina con el mate preparado y una película en el DVD, parece que me extrañaste...
                    Si... no te imaginás cuánto. Le mintió
                    Acá te traje lo que me pediste, espero que me expliques para que lo querés...
                    Mañana, le prometió
                    Mañana por la noche vuelven los chicos, que te parece que les hagamos de cenar...?
en ese instante una aguda aguja de dolor atravesó el corazón de María Elena... por primera vez en más de tres días pensaba en sus hijos y su marido... angustia era la palabra que se le ocurrió para explicar lo que sentía.
Y vergüenza.
Sin embargo pronto aquellos sentimiento amenguaron su intensidad, en realidad ella no los había traicionado, ya que no había disminuido el amor que sentía por ellos, tampoco habría de hacer nada que los lastimase, como dejarlos o algo así... por su parte su marido había sido infiel varias veces, y aun cuando ella lo tolerase, porque en parte sabía que también ella era responsable por eso, tampoco había dejado de quererlo, solo que por primera vez en su vida se había permitido sentir SIN LIMITES el amor y el goce físico... sin complejos, ni angustias, ni ataduras. Se había entregado completamente a aquel soldado hasta quedar vacía de todo deseo, hasta haber satisfecho hasta la más minúscula partícula de deseo que hubiese sentido nunca, y aquello no era de este mundo, no había, por lo tanto, comparación ni traición. Entonces se serenó, y entendió que en una horas aquel soldado se iría para siempre, y que solo le quedaría de él el recuerdo de lo que le había hecho sentir en la piel y en el alma, algo que jamás había sentido, y que, sabía, jamás volvería a sentir. Y pudo ser entonces feliz como tampoco nunca antes lo había sido.
Su hermana estaba encantada de aquel cambio que veía en el rostro y la expresión de María Elena, no sabía que le había sucedido a su hermana, pero lo celebraba y aquel resto de la tarde lo pasaron entre risas y charlas hasta entrada la noche.
                    Me voy a dormir, Mary, estoy muerta de sueño, que descanses, mañana vuelve nuestra gente y se van a comer hasta la tierra de las macetas, así que no salgo, me voy a dedicar a cocinar, espero que ese experimento tuyo de la gelatina funcione, así me salvo de hacer postre... le dijo, luego de un beso se retiró a dormir.
Al cabo de unos minutos, María Elena fue a lo que sería su último encuentro con Gabriel, que había aprovechado el estar solo para preparar con unas maderas un raro molde. Cuando se vieron supieron que pasara lo que pasara, y pasara el tiempo que pasara, jamás se olvidarían y que a partir de ese día las almas de uno y otro se pertenecerían... para siempre.
Mientras Gabriel preparaba la mezcla para reparar sus alas, María Elena no podía dejar de mirarlo...
Él sintió su mirada y se dió vuelta...
                    Tengo una hora hasta que funcione la alquimia, le dijo... y eso bastó.


Volvieron a fundirse en un solo cuerpo, y si el día anterior ambos habían gozado como nunca, esa última hora juntos fue suprema, única e irrepetible.
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 Cuando hubo funcionado la alquimia, el Arcángel Gabriel volvió a tener sus alas intactas, María Elena lo vió desplegarlas y sintió una extraña paz... sabía que jamás volvería a verlo, pero agradecía infinitamente a los cielos el haberlo conocido, el haber experimentado el goce físico y espiritual como solo unos pocos elegidos habían conocido, y se sentía tranquila, en unas horas  volvería a ser la misma mujer de siempre, la madre y esposa ejemplar que siempre fué, pero jamás olvidaría aquellos tres días en los que conoció el amor y el placer como pocos humanos experimentaron jamás...
Un segundo antes de partir, Gabriel la abrazó y rodeó con sus alas, y mientras le daba el último beso de despedida le aseguró que mientras existiesen los cielos, y él fuese Arcángel, jamás nada podrá dañarla ni a ella ni a los que ella quisiese.
Luego de eso, batió sus flamantes y renovadas alas y se perdió en la negrura de la noche, despedido por una lágrima de dolor y una sonrisa de felicidad en el rostro de María Elena, quien volvió caminando lentamente hacia la casa, su familia y su destino.
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 El enemigo, que sabía que Gabriel volaría en cualquier momento y ,lo estaba esperando... pero aquel Arcángel combatió con una bravura desconocida, que dejó fuera de combate a cuantos el enemigo le colocó delante, y luego de varias encarnizadas batallas llegó finalmente a los cielos.
Allí, sus compañeros, que lo esperaban preocupados, sonrieron al verlo entrar, con los rastros de la batalla aun en el cuerpo, pero con el rostro iluminado de un nuevo brillo.
Hacia el final del pasillo lo esperaba ÉL sentado en su trono resplandeciente...
                    Bienvenido a casa Gabriel, le dijo suavemente..
                    Señor, le respondió inclinado la cabeza y plegando sus alas...
                    Has batallado fieramente, lo celebro...
                    He cumplido la misión, le dijo satisfecho
                    Has hecho mucho más que eso, le respondió ÉL, has aprendido, has entendido por que debemos ganar esta batalla, por que debemos liberar a las gentes de la tierra de nadie del enemigo, has sentido dentro de ti el AMOR, aquella poderosa fuerza que solo a los humanos se les ha dado generar..., a partir de hoy serás aun más eficiente...
                    Así lo he sentido, Señor, y créeme, no habrá soldado más bravo en los cielos
                    No lo dudo, ahora ve a descansar... lo has ganado.
 A partir de ese momento, una rara paz reinó en su corazón y aunque se convirtió en el más feroz soldado en la batalla, por siempre en su mente sonaron dos palabras...
                                                            María Elena.