jueves, 22 de agosto de 2013

Rakshasa (Sandman II)

                Dedicado a Daniel, Alejandra e Ignacio, que me pusieron tras la pista de esta increíble historia.

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Nueva Atlantis, Costa Bonaerense Argentina

Invierno de 2007



Isidro Guastavi salió del único almacén que estaba abierto a esa hora con los cuatro tetrabrick de vino barato y el fiambre para la cena, estaba contento por un trabajo que había conseguido y que le permitiría estirar los recursos hasta fin de mes; por aquel trabajo de pintura le habían dado un adelanto y esta noche sería de festejo, ya tenía leña que había juntado en los bosquecitos de los alrededores y bastantes piñas como para un buen fuego en la salamandra, y el vino le prometía hacerle olvidar un poco su penosa vida, sus fracasos y su soledad. Llegó cansado a la casilla que había construido al fondo de la calle Olmos, a pasitos de Newton, justo en el límite entre Nueva Atlantis y el medanal interminable de la costa bonaerense. Allí vivía solo, sin más compañía que un perro flaco que por las noches solía recorrer la playa buscando despojos de peces y otros alimentos que a veces el mar le regalaba.

La miseria les afinaba la cintura a ambos, y en este particularmente frío invierno la cosa era seria.

Luego de comer el fiambre y en la tercera caja de vino, Isidro empezó a cabecear de sueño, afuera el viento silbaba entre los árboles y en la ventana de la casilla nada se veía, empañada por la humedad y el calor de la salamandra. Un sonido lo sacó de la modorra, creyó escuchar un grito de su perro, no un ladrido ni un aullido, más bien un grito como cuando él lo pateaba cuando le robaba la comida de la fiambrera. Prestó atención pero nada más oyó, solo el sonido del viento y a veces de las olas, ya que estaba cerca del mar. Pensó que quizá se hubiera encontrado con otro perro cuando escuchó el ruido del portón de lata de su terreno, alguien lo había abierto, ya que el pasador solo podía correrlo una persona... miró la hora en el viejo despertador, las once de la noche. Quién podría ser a esa hora?, precavido, sacó del cajón el revólver .32 que tenía para su defensa y con un trapo limpió un poco el vidrio, para poder ver hacia afuera.

La figura de una mujer vieja se entreveía apenas a la luz vacilante de la bombilla de luz que tenía sobre la puerta.

  • Mamá?, preguntó casi en un grito Isidro, sorprendido y sin poder entender lo que veía... sos vos?, pero....
  • Abrime Isidro, que hace frío acá afuera...
  • Pero, mamá, como es posible...? vos....

Isidro tenía sesenta años, y su madre había muerto hacía ya más de veinte... pensó entonces que el vino le estaba haciendo ver cosas... sin embargo esa voz era tan conocida... y las facciones de la mujer que veía parada en la puerta eran las de su madre, indudablemente...

  • Esperá mamá, ya te abro, esperá...
  • Dale Isidro, que acá hace mucho frío... dejame entrar...

Sin soltar el arma Isidro descorrió el pasador y abrió la puerta de la casilla.

Allí afuera estaba su madre, que estiraba los brazos, sonriente, para abrazarlo...

  • Apartá el revólver Isidro, que me estás haciendo asustar...
  • Perdoná, le contestó Isidro dejando el arma sobre una caja que había en el piso...
  • Vení hijito, que quiero darte un abrazo....

Cuando ya sentía el abrazo cálido de su madre, Isidro vió a su perro, destrozado, tendido a un costado del portoncito... sorprendido, volteó a ver el rostro de su madre, que lo abrazaba ya... pero no fué a ella a quien vió.



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Los Molles, 11 km. Al sur de Merlo, Pcia. De San Luis, Argentina



Ignacio Diaz había terminado de juntar la leña de espinillo que había podido encontrar contra una de las paredes del solitario rancho. La aridez del lugar hacía escasa la vegetación y cada vez le costaba más trabajo conseguir leña para calentarse, además era bastante trabajo hacer que el improvisado sidecar que le había agregado a su motocicleta se quedara lo bastante quieto durante la marcha como para no desparramar la leña que era cada vez más escasa. Temblaba de frío cuando encendió la cocina económica y dispuso el agua para un café caliente. Como todos los días, abrió la notebook y comenzó a revisar las noticias con detenimiento. Sus ojos repasaban mecánicamente todas esas informaciones bizarras que solían encontrarse en portales poco conocidos... en un momento leyó la noticia de un solitario pintor que había sido hallado muerto en un balneario de la costa en circunstancias poco claras, interesado, abrió la página donde encontró abundantes fotografías del lugar y de lo que quedaba del pobre muerto. En una de ellas de veía uno de los brazos del hombre donde destacaba una nítida y visible mordida. En ese instante las pupilas de Ignacio se dilataron completamente y su rostro adquirió la expresión de la piedra.

Imprimió la noticia, las fotos y también un plano de Nueva Atlantis, que era el lugar de los sucesos. Preparó la cena y luego armó la mochila, también el resto de su equipo.

                                      

Le demandó un día y medio el viaje en moto desde San Luis hasta la costa, con un frío verdaderamente tremendo que soportó sin un solo gesto y con la mente puesta en la misión que tenía delante.

Unos kilómetros antes de San Clemente del Tuyú, en un lugar llamado Lavalle fué detenido en un control policial.

El agente lo miraba con desconfianza, Ignacio era muy alto y rubio, parecía un vikingo sobre la motocicleta, más aún, vestido con ropa de cuero y con el casco en la mano... solo sus ojos profundamente negros desentonaban en su aspecto, y eran ellos los que estremecían al policía, que no encontrando nada raro en la documentación del hombre y su vehículo, aun así quería saber mas..

  • Feo tiempo para andar en moto, señor, que lo trae por esta zona?, le preguntó en tono poco amigable el policía.
  • Soy fotógrafo, le dijo señalando el bolso típico de éstos que tenía delante de sí y sobre el tanque de combustible.
  • Ahá... trabaja por la zona?
  • Se puede decir que sí, vengo a buscar un viejo amigo...
  • Bien, puede continuar, le contestó sin otro motivo para retenerlo ahí, sin embargo, cuando la moto aún se veía en la ruta comunicó a otras patrullas la sospecha que tenía sobre el solitario motociclista.

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Entró a Nueva Atlantis a las cuatro de la tarde de un viernes con un frío terrible y se dirigió inmediatamente a una de las pocas inmobiliarias sobre la avenida Lebenshon, pero no encontró lo que buscaba, así que dirigiéndose hacia donde habían encontrado el cuerpo de Isidro vió un cartel en un solitario dúplex. Dos horas después había alquilado el lugar por una semana, pagándole al dueño., quien le facilitó una estufa a gas con la que calentó un poco el lugar.

                         


Rato después acomodó su equipo sobre la cama, del bolso de fotografía además de la cámara, sacó un visor infrarrojo, un ejemplar del Rig Veda, un texto sagrado hindú y una gastada pistola Beretta 9 mm.

De la mochila emergieron sus objetos personales, una caja con extrañas balas, una ballesta y tres flechas para ella, construidas en un metal negro brillante.

                      

Se bañó para sacarse el frío del cuerpo, cargó la pistola con esas extrañas balas negras, colocó el visor nocturno en el bolso y salió a reconocer el lugar.

No le costó trabajo relacionarse con la camarera del único restaurante que abría en aquel duro invierno, de ella obtuvo la información que necesitaba.

La mañana siguiente la empleó para conectarse con los periodistas que habían cubierto la noticia.

  • Así que trabajás para el Discovery, le preguntó el periodista, entre asombrado y cholulo.
  • Sí, estoy cubriendo la noticia de algunos desaparecidos que podrían haber sido atacados por perros hambrientos en la zona...
  • Mirá, acá dos por tres desaparece alguno... pero son en general tipos que viven solos, drogadictos o gente de afuera, lo raro es que se da más en invierno, y no solo acá, por todos los balnearios pasa lo mismo. A veces los encuentran... báh, lo que queda de ellos, como este pobre tipo, siempre cerca de la playa y a medio comer. A veces salen de la municipalidad a liquidar perros callejeros pero nada... sigue pasando.
  • Tenés las fotos de este caso?, me interesaría verlas.
  • Tengo más!, hasta de la autopsia... che, que posibilidades de una corresponsalía se podrían tener en tu laburo...?
  • Muchas, vemos las fotos?

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Ignacio llegó a la casa entrada la tarde con varios aerosoles de pintura, con los que dibujó una esvástica roja en cada pared del cuarto donde dormía y en la puerta de entrada, también pintó esvásticas en el tapial del fondo y en la entrada trasera.

Le había pedido al periodista copias de las fotos y las estaba mirando con detenimiento cuando escuchó ecos de disparos en la noche, a lo lejos. Automáticamente se abrigó y salió con su moto en dirección de los sonidos. No encontró ni vió nada raro. Cuando volvía se cruzó con el periodista que lo invitó a tomar un trago.

  • Estás causando sensación, le dijo, las minas locales hace rato que no ven un rubio como vos y la moza del boliche corrió la bola, están enloquecidas.
  • Suele pasar, le respondió sincero Ignacio. Lo que no podía decirle es que ninguna mujer ni nadie podría estar seguro cerca de él mientras no terminara su misión.
  • Y?, tenés alguna novedad de la investigación?
  • Todavía nada.
  • Mirá, yo tengo alguna idea, pero es medio bizarra, viste? Medio paranormal...

Las pupilas de Ignacio se abrieron completamente y su rostro se transformó en piedra.

  • Contá. Le pidió a su nuevo amigo
  • Acá hay varias teorías y leyendas locales... ojo, no se habla con los turistas esto, imaginate...

La expresión de Ignacio se endurecía cada vez más, si ello fuese posible.

  • Soy amigo de gente de prefectura, y ellos me cuentan que desde hace tiempo tratan de cazar un animal o ser extraño, que se yo, una especie de gorila grande que algunos dicen haber visto salir del mar caminando a cuatro patas y después seguir en dos, parece que este bicho cada tanto agarra a alguna persona que anda sola, sobre todo en invierno, y se la lleva cerca del agua, donde se la come... Sandman, le dicen acá, el hombre de arena...una ligera sonrisa en el rostro del periodista no encontró eco en el duro rostro de Ignacio,
  • Y pudieron verlo?, preguntó.
  • No, pero acá viene lo raro... cuando pasó lo de Guastavi, un rato antes, en las cámaras que filman día y noche el mar y el pueblo, las de seguridad nuevas que pusieron, se vió una especie de perro grande y negro salir del mar, y después otra de las cámaras de la playa enfocó una cosa grande y peluda que no se veía bien... yo vi los videos y meten miedo, te juro.

Ignacio ensayó un diálogo de compromiso y se despidió de su amigo, debía cumplir la misión antes que alguien más saliera lastimado.

Se dirigía en la moto hacia la casa cuando vió una sombra detrás de unas plantas, sobre un médano que daba al mar.

         

                   

Abrió despacio el bolso y extrajo la pistola. De pronto una figura familiar se dirigía hacia él.

  • Ignacio!!!, que hacés por acá? Que alegrón verte!!!...
  • Juan Manuel?, balbuceó, incrédulo... vos?
  • Si... no te acordás que te llamé hace unos días a Los Molles y te conté que vendría a pescar tiburones...?
  • No recuerdo bien... pero no te me acerques, le contestó a la figura de su hermano mayor mientras le apuntaba con la pistola.
  • Que hacés, pelotudo?, bajá el fierro que me vas a meter un tiro, salame...
  • No des un paso más, por favor. Le suplicó
  • Dejá ese fierro y vení que te doy un abrazo, pollito... le decía desplegando una amplia sonrisa...
  • Quieto!, le gritó casi...

En el preciso momento que estaba por abrazarlo, le disparó en un brazo. Entonces quien se viera como su hermano se reveló realmente, era un horrendo ser de casi dos metros de estatura, completamente negro y peludo, con unos ojos fulgurantes de un color amarillo fosforescente muy vivo, con la mirada increíblemente lúcida y cruel, con un reflejo de odio que surgía de lo profundo del abismo de esos ojos, con una increíble boca llena de filosos colmillos y dientes, y que seguía avanzando.

Le disparó otra vez en el preciso momento en que con una de las garras llenas de uñas como navajas le abría una profunda herida en el brazo izquierdo. El nuevo disparo dio en el abdomen de la bestia que corrió en dirección al mar, mientras Ignacio se desvanecía por la pérdida de sangre.

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Despertó en la guardia de una clínica, a su lado estaba el periodista que conociera allí.

  • Discovery las pelotas!, ya me imaginaba que vos no eras del palo... vos sos nazi, cuando salgamos de acá me vas a explicar algunas cosas... le decía mientras miraba la esvástica que tenía tatuada en medio del pecho y las inscripciones en latín que tenía en los antebrazos.
  • Cómo llegué acá..? preguntó aún mareado.
  • Te traje yo, te olvidaste la cámara en el boliche y te venía siguiendo, cuando oí los tiros me apuré y alcancé a ver esa cosa... usé tu cámara y le saque una foto... mirá:

En el visor de la Nikon se veía una cosa difícil de describir...

  • Creo que te debo una explicación, llevame a la casa, le pidió al periodista.
  • Me debés mas que eso, pibe... te arregle todo con la cana, nadie sabe del fierro, lo tengo yo, quedate tranquilo, quedó como que te atacaron perros callejeros, yo firmé.
  • Gracias.

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Una vez en la casa y con café de por medio, Ignacio comenzó a hablar.

  • Esa cosa que viste es un Rakshasa...
  • Y eso que es...? perguntaba el periodista mientras miraba, asombrado, las esvásticas pintadas en las paredes.
  • Los Rakshasa son seres elementales que viven en la Tierra desde antes que los hombres, los hindúes fueron los primeros en descubrirlos, viven cerca o en el agua y durante algunos períodos de tiempo salen a cazar personas, de las que se alimentan...
  • Y que tienen que ver los nazis?, preguntó el periodista señalando las esvásticas.
  • Las cruces esvásticas no son nazis, son un antiguo símbolo de protección hindú contra los rakshasa...

              
  • A vos no te funcionaron mucho las que tenes tatuadas en el pecho y la espalda...
  • No, porque por un segundo logró confundirme haciéndome creer que era mi hermano...
  • Cómo pudiste pensar que esa cosa peluda era tu hermano?
  • De algún modo leen en la mente de las víctimas y descubren como verse como las personas en que éstas confían, mi hermano murió hace un par de años durante una excursión de pesca, por eso pude balearlo.
  • Mierda...
  • Si ves a tu tía favorita en la noche queriéndote abrazar, salí corriendo, si te da tiempo...

Siguieron conversando largo rato mientras afuera caía una nevada como no se había visto nunca, era el nueve de Julio.

Durante los días siguientes Ignacio y el periodista recorrieron las playas buscando rastros de aquella cosa, visitaron otros balnearios desde donde venían rumores de que sucedían cosas extrañas, pero nada, finalmente decidieron instalarse en el estudio de la tv local, donde podían ver todas las cámaras de seguridad.

Dos noches después la paciencia dio sus frutos, por la calle Diagonal Macedo cerca de la playa descubrieron una sombra inequívoca...

Pasaron por la casa de Ignacio, donde recogieron la ballesta y las flechas, mientras el periodista lo miraba raro...

  • La ballesta es lo único que lo puede matar, usando estos dardos, están construidos con el metal de una estatua bendecida que Brahma le regaló a Visnú, unos dioses hindúes que conocían a los rakshasa... las balas de la pistola tienen las puntas del mismo metal, pero solo los hieren, la flecha es lo único que lo mata...
  • Y si le errás...?
  • Imaginate, le contestó Ignacio.



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Estuvieron caminando varias horas, hasta que Ignacio notó una sombra entre las olas. Discretamente se alejó de su amigo y preparó la ballesta, mimetizándose entre las sombras de la noche...

En un momento, cuando caminaba distraído cerca del agua, el periodista de pronto se detuvo en seco...

  • Marta?... que hacés acá...?
  • Te vengo siguiendo, tu hijo tuvo un accidente terrible y te tenía que avisar... pobre mi Pedrito, dejá que te dé un abrazo, querido...
    El periodista estiró los razos hacia la mujer, sin ver lo que en realidad era lo que se le acercaba desde el agua...

Era lo que Ignacio esperaba. La negra flecha se clavó en el pecho de aquella mujer, que al ser herida reveló al espantoso ser que en realidad era... un grito horroroso fué escuchado por casi todos los escasos pobladores invernales de Nueva Atlantis, que al ser una noche tan fría, estaban recluidos en sus casas...

  • Qué hiciste, nazi loco de mierda!!!! le metiste un flechazo a mi hermana!!!!!. le gritaba Pedro mientras amenazaba golpearlo...
    Ignacio lo sujetó firmemente, evitando los golpes y patadas que le dirigía el enfurecido periodista, mientras lo obligaba a mirar lo que estaba tendido en la arena...
  • Tranquilo... mirala...

    Pedro miró, pero no era una mujer lo que vió, sino aquel espantoso ser, que en agonía los miraba con un profundo odio...
  • Dios mío.... solo atinó a decir.

Segundos después aquel ser comenzó a desintegrarse, transformándose en un líquido viscoso y maloliente, que se filtraba en la arena; hasta que solo quedó la flecha sobre ella...

  • No entiendo... balbuceaba Pedro.
  • Simplemente desaparecen cuando mueren... vámonos, aclaró Ignacio.



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Tres días después, mientras lo ayudaba a cargar las cosas en la moto, Pedro le decía:

  • Quedate unos días más, así te presento a mi gente...
  • Me encantaría, pero tengo que volver a San Luis, tengo una vida allá...
  • Terminó..? le preguntó el periodista.
  • Este si... pero hay mas, y cada tanto volverán, pero ahora puedo descansar un poco, tengo un sucesor, le dijo mientras lo miraba fijo a los ojos.

En ese momento Pedro sintió una intensa quemazón en los brazos, el pecho y la espalda... cuando se miró, en la cara interna de los brazos tenía dos inscripciones: adimplere missio en el izquierdo y animo ac viribus en el derecho, mas dos esvásticas, una en el pecho y la otra en la espalda...

  • En el auto te dejé la pistola, las balas, la ballesta y los dardos... ahora te toca a vos... ya sabés como es esto... buena suerte, le dijo mientras arrancaba la moto y se perdía rumbo a la ruta 0nce...

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Nueva Atlantis, en la actualidad



Pedro Encino es dueño de una radio de FM que pasa buena música y poca propaganda... pero algunos vecinos piensan que el tipo es neonazi y que está medio loco... en la casa tiene varias esvásticas pintadas en las paredes y cuando tiene su programa, que va por las noches en la 107.1, suele decir que si en las frías y oscuras noches de invierno, nos encontramos con alguien en quien confiamos, no importa que ya esté muerto o no, y que nos quiere dar un abrazo, huyamos despavoridos, o confiemos en nuestra buena suerte... que loco, no?

                               

El Indigno

Océano Atlántico, 270 millas al Este de Río de Janeiro, Diciembre de 1914


Enio Bucareli miraba el brillo del agua bajo el sol de Atlántico mientras algunos delfines corrían delante de la proa del barco haciendo temerarias cabriolas entre la espuma que levantaba la quilla.

Pensaba en Varese, el pueblo del norte de Italia que acababa de dejar y que probablemente no volviese a ver jamás. Junto a su joven esposa viajaba a América escapando de la locura de la guerra y del hambre que siempre acompañaba a esa demencial costumbre de los hombres. Argentina era su destino, había oído hablar de ella y todo lo que escuchara siempre eran cosas buenas, así que hacia allí se dirigía en ese frío invierno de 1.914.

Alessia Tedesco, su mujer, era una de las criaturas mas bellas que hubiesen existido en el jardín del Edén, la conoció en Bolzano, cerca de la frontera con Austria y evidentemente ella poseía sangre germánica que se dejaba entrever por el rubio níveo de su cabello y el celeste profundo de sus ojos. Lo suyo fue amor a primera vista, y mutuo, ya que desde que se vieron supieron que sus destinos estaban unidos para siempre. El embarazo del primer hijo estaba en curso y el viaje no le sentaba bien a la joven, sin embargo lo soportaba calladamente junto a su esposo, el aire de cubierta y el sol pleno y franco del océano le gustaba mucho.

                                     

Desembarcaron en el puerto de Buenos Aires y como muchos inmigrantes deambularon unos días con sus escasas pertenencias a cuestas por la provincia, hasta que en un poblado de reciente creación, hallaron a una tía de Alessia y hacia allí se dirigieron.

                              

Belén de Escobar por aquellos años era apenas una estación de ferrocarril y un diminuto pueblo, sin embargo era una de las puertas del Delta, un lugar que había entusiasmado a Enio desde que visitara el puerto de Tigre y viera las cantidades de frutas, animales, pescados, y demás producciones que de allí provenían.

Con Alessia habían reunido varias alhajas de herencia familiar, las que constituían el capital inicial para establecerse en la región.

Compraron una parcela de varias hectáreas sobre la margen noreste del río Luján, a unos  ocho kilómetros de las ruinas de una antigua destilería de alcohol que se hallaba sobre una alta barranca, en un paraje denominado El Cazador, cerca de la ciudad de Belén.

Allí se establecieron construyendo una cabaña sobre pilotes de quebracho que pronto se fue agrandando a medida que el trabajo de la pareja iba dando frutos y la familia crecía.

Allí nació Paolo, el varón, y la pequeña Lina; tan rubios y bellos como su madre, y allí se criaban sanos y fuertes aprendiendo las costumbres del Delta fecundo que los cobijara.


                           

La familia Burareli nunca imaginó que en todo Paraíso siempre podía hallarse una serpiente.



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Eusebio Gauna galopaba por el camino real en inmediaciones de Los Cardales, poblado del Norte de Buenos Aires cuando se encontró con el viejo gaucho Segundo Belloso en un boliche a la vera de la Ruta, ambos compartieron una ginebra mientras se asaba un cabrito al rescoldo, propuesta del bolichero para que comieran los paseantes aquella mañana.

              Qué anda haciendo, don Belloso por estos pagos? Preguntó por decir algo Gauna.

              De paso, amigo, solo de paso... conseguí un conchabo en un campo acá cerca, voy a trabajar de peón en la isla de una familia italiana en el Luján...

              Que bien, le respondió Gauna, al que la idea de ocultarse por un tiempo en la isla lo seducía...

Eusebio Gauna era un matrero de la antigua escuela, pendenciero de boliche, matón de comité y ladrón violento cuando tenía la ocasión, sin embargo era persona instruida, ya que de chico lo había criado una familia de franceses que lo había hecho estudiar en un colegio Salesiano, sin embargo la naturaleza violenta de Eusebio lo había hecho escaparse de allí a los catorce años; vivió de trabajos temporarios como peón y de diversos atracos que cometía al amparo de la noche. La ley lo buscaba también por un par de muertes nunca aclaradas pero que tenían su marca: una puñalada certera en el cuello. Portaba revólver y como todos, facón a la espalda. En el recado del caballo y envuelto en un poncho de paño, escondía un Winchester 44 que robara de una estancia de portugueses hacía ya un año. Cualquiera que le viese, solo veía un gaucho mas, de buen aspecto (era pulcro y cuidado en el vestir) y bien hablado. Solo el fondo de sus ojos delataban la perversa alma que lo habitaba.

                    

Así el viejo Segundo y Eusebio siguieron charlando de cosas del campo mientras daban cuenta del cabrito asado y de dos botellas de ginebra. Pero la amabilidad de Eusebio en el convite tenía un objetivo: sacar la información de donde se hallaba esa isla para tenerla como lugar eventual a donde ir...

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Paraje Vizcacheras, trece kilómetros al norte del puente Gobernador Mercante, Río Luján, Buenos Aires, Junio de 1923



              Los frutales del fondo necesitan atención y con Cirilo no vamos a poder manejarlo, le decía Enio a su esposa.

Cirilo Cuenca era un chico de 15 años que la familia estaba criando y que los ayudaba con las tareas de la chacra.

              Llamalo al viejo Belloso cuando pases por el almacén, lo vamos a necesitar efectivo al menos este año, le contestó Alessia

              Si, ni bien vaya allá en el pontón le digo, vamos a armar un lugar en el galpón para que puedan dormir ahí, de paso le preparamos un fogón así no pasan frío...



Enio era un ser cándido, incapaz de pensar mal o de alguna maldad, creía que todo el mundo era tan buena persona como él, y ello sería lo que llevaría a su familia al desastre.

A los diez días, el viejo Segundo comenzó a trabajar para la familia en la solitaria chacra, mientras le enseñaba el oficio de peón a Cirilo. El viejo era bueno con la pesca y también sabía cazar muy bien, por lo que la dieta de la familia mejoró con bogas, tarariras y diversas aves, por lo que Enio decidió regalarle una escopeta al viejo, con la cual la provisión de carne silvestre fresca estaba asegurada... además el viejo gaucho sabía armar espineles con los que el río les proveía de peces frescos a diario.

Todo era bonanza para la familia y los peones que pasaban los días sin mas preocupación que el frío de aquel invierno o de alguna tormenta fuerte.



Pronto llegaría la manzana de la perdición a aquel Paraíso.



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La noche se iluminaba a cada rato por los violentos relámpagos de la tormenta, sin embargo los truenos no tapaban del todo el sonido de los disparos.

La partida policial corría a una sombra que cabalgaba desesperadamente rumbo a los bañados de Otamendi, el oscuro jinete había cometido un crimen horrendo en Campana y la policía había conseguido al fin ponerse tras las huellas, a punto de atraparlo ya... pero el maleante tenía suerte, y una violenta tormenta se había desatado como a propósito para cubrir sus rastros y darle esos segundos de ventaja que estaban a punto de hacerle alcanzar el bañado que lo salvaría de las balas policiales...

Gauna sostenía hábilmente las riendas del caballo con una mano mientras con la otra descargaba el Winchester contra los policías, que le respondían fieramente a golpe de sus Mauser 1909... pero la suerte del matrero prevaleció, logró zafar de la policía internándose en el bañado, aunque debió abandonar al caballo, que herido, quedó a la entrada de los juncos, sacó del recado lo que pudo y corrió entre las cortaderas y el agua que le llegaba arriba de la rodilla mientras las balas cortaban las plantas a centímetros de su cabeza.

Con las primeras luces del alba y todavía con una lluvia torrencial alcanzó a atravesar el bañado llegando a las costas del río Luján, donde se refugió en una casa abandonada que utilizaban a veces los cazadores de nutrias que visitaban el lugar. A media mañana la lluvia cesó, pero Gauna sabía que la partida policial lo seguiría buscando, por lo que cortó las cadenas de un pontón de toneles que usaban los cazadores para cruzar el río y con una pértiga de caña se impulsó Luján abajo rumbo al puente Mercante.



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El viejo Segundo estaba a orillas del río terminando de cruzar un espinel junto a Cirilo, cuando entre la bruma vio acercarse por el canal central a un pontón con alguien a bordo... de lejos la figura le resultó familiar y aguzó la vista... en ese momento un escalofrío le recorrió la espalda y se persignó; había sentido la sensación de caminar sobre una tumba, como si la muerte hubiese pasado por allí.

                    

Unos segundos después reconoció a Eusebio Gauna como el que dirigía la pértiga del pontón...

              Gauna?, preguntó sorprendido el viejo, mientras Cirilo recogía la soga que el extraño le arrojara, para amarrar el pontón al muelle de la chacra.

              Si, soy yo, pero que gustazo encontrarlo don Segundo!!!!, le respondió amable el matrero... no sabe la desgracia que me acaba de acontecer, suerte que encuentro gente amiga en estas soledades...

El viejo no respondió, solo ayudó a bajar los bultos que traía el gaucho, entre los cuales y muy bien envuelto en un poncho de paño, el viejo reconoció la silueta inconfundible de un rifle.

 Luego de presentarle a Gauna al dueño de casa y su familia, Enio lo invitó a acomodar sus cosas en el galpón y le pidió a su mujer que hiciera algo de comer al forastero, este apenas levantaba la vista y solo lo hizo para mirar de una forma rara a Alessia, algo que no pasó desapercibido para Cirilo.

              Pero que es lo que le ha pasado buen hombre?, preguntaba Enio mientras ponía la mesa,

por su parte Alessia y el viejo peón guardaban silencio y miraban con desconfianza al forastero.

Gauna inventó una historia de maleantes en el camino, que lo despojaran del caballo mientras hacía noche en el campo de un amigo, y de haber salvado algunas pocas pertenencias arrojándose con ellas al río... Enio escuchaba con ingenuidad aquel relato mientras su mujer recogía el plato del gaucho sin mirarlo, mientras éste volvía a mirarla, pero esta vez con un brillo de lascivia, que solo fue captado por Segundo, quien experimentaba ya una aguda desconfianza por el intruso.

Enio conversó brevemente con su mujer y decidió, a pesar de la opinión negativa de ella, invitar a Gauna a pasar la noche allí. Este agradeció y se instaló en el galpón donde dormían Cirilo y el viejo, quien en ese momento se había retirado con el muchacho para terminar de instalar el espinel.

              Vio don Segundo como miraba ese tipo a la mujer del patrón?

              Si, lo vi y no me gustó nada, ese hombre siempre me produjo desconfianza creo que se lo voy a decir al patrón..

              Mejor no se meta, don segundo, deje que sea él quien lo descubra solo, no vaya a ser que el tipo se la agarre con usted...

              Tenés razón, pibe... mejor cierro el pico.



La manzana ya estaba en el Paraíso, solo esperaba ser mordida.



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Al día siguiente Gauna se ofreció a ayudar a Enio que estaba talando una parte del monte

de sauces americanos para poner renuevos de álamos, el hombre trabajaba muy bien y sabía el oficio, lo que le llamó la atención al italiano. Mas tarde el matrero vio algunos animales de la hacienda de la familia lastimados por cortaderas, con unos yuyos y raíces les preparó una tisana que los alivió. Enio estaba maravillado de los conocimientos, la predisposición al trabajo y la charla educada del extraño, y por dentro pensó en ofrecerle trabajo.

              Dígame Gauna, por lo que me cuenta Segundo, usted se desempeña como peón por tanto, es cierto?

              Así es, Bucareli, siempre ando de estancia en estancia buscando conchabo, vio como es esta vida.... justamente ahora andaba buscando trabajo por la zona, hasta que me sucedió esta desgracia...

Enio no dijo nada, pero en sus adentros estaba a punto de tomar una decisión, que sin saberlo, les cambiaría la vida a todos.



La manzana había sido mordida.



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              Te parece ofrecerle trabajo?, apenas podemos pagarle a Segundo y mantener a Cirilo... no se..., le contestó Alessia cuando Enio se lo propuso.

              Se que podemos pagarle poco y quizá no acepte, pero con su ayuda podemos desbrozar algunas hectáreas mas y plantar mas álamos, con esa diferencia podemos armar un lindo arreo de caballos.

Enio soñaba con un futuro de gran estanciero y en su puro corazón no podía imaginar la maldad, como no puede hacerlo nadie que no la haya practicado, por no estar en su naturaleza, no podía ver las señales que tenía delante y que si veían todos en la chacra, hasta sus pequeños hijos Paolo y Lina le temían al forastero. Sin embargo y a pesar de las opiniones en contra de todos decidió proponerle trabajo a Eusebio Gauna.



              Que buen hombre es usted Bucareli, ofrecerle esta oportunidad a un desconocido... gracias por la confianza, no hay problema, con lo que me pague estará bien, gracias!!!

              Instálese nomas en el galpón y en la semana veré de traerle algunas cosas del almacén para que esté cómodo, y esta noche le diré a Segundo que carnee un capón, así lo asa según me contó...

              Quédese tranquilo patrón, esta noche se va a chupar los dedos...



A Alessia la noticia no le gustó en absoluto, Segundo y el muchacho se miraron, y ambos lamentaron aquella decisión.

A partír de ese día, Gauna hizo todo lo necesario para hacerse imprescindible en la chacra y poco a poco fue manejando todo, no por amabilidad o trato de buen peón, sino para saber donde Enio guardaba el dinero de las operaciones comerciales que hacía en el pueblo.



La serpiente finalmente había llegado al paraíso.



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Las miradas lujuriosas que Gauna le dirigía a Alessa eran notadas por todos, excepto por Enio, quien creía tener en Gauna un colaborador modesto. Alessa evitaba en todo momento estar cerca del matrero y varias veces intentó decírselo a su esposo, pero este no le creía y pensaba que eran imaginaciones de la joven, hasta sus hijos se daban cuenta que aquel hombre no era bueno, a la pequeña Lina mas de una vez la había apartado de mala manera de sus cosas y a Paolo lo miraba de tal forma que este le tenía terror.



Cierta tarde que debía reparar la roldana del aljibe, miraba fijamente a Alessia  mientras esta colgaba la ropa que acababa de lavar. Enio estaba en Belén cerrando un negocio de venta de unos animales, los chicos jugaban bajo una frondosa casuarina que se encontraba delante de la casa y el viejo peón con el muchacho estaban en la costa levantando los espineles.

Era su oportunidad.

Se acercó despacio a la joven mirándola fijamente.

              Que hace, Gauna?, le preguntó asustada la joven cuando vio que el hombre se acercaba con una extraña mirada...

              Lo que haría cualquier hombre que tiene delante a una mujer como vos...

              Está borracho?, váyase, cuando vuelva mi marido lo va a matar...

              O yo lo voy a matar a él... pero depende de vos, si te hago mía ahora, puede que le perdone la vida a ese infeliz y a su cría...

              Está loco?, gritó Alessia mientras corría en dirección al rancho en busca de la escopeta que su marido tenía sobre la ventana...

Gauna corría mas rápido que ella y la atrapó en la cocina, la arrojo contra la mesa mientras le arrancaba la ropa y desnudándola completamente, la poseyó una y otra vez, mientras la golpeaba salvajemente.

Alessia se defendió con todo su ser, pero el hombre la venció y desnuda, a merced de todo lo que aquella bestia le hacía, solo podía gritar...

El pequeño Paolo escuchó los gritos de su madre y corrió a la casa, cuando entró a la cocina y vio aquella situación, una bravura inusual para sus nueve años le hizo tomar el porrón de barro de una ginebra y partírlo en la cabeza a Gauna, que estaba sobre su madre. Este se dio vuelta y con ferocidad golpeó al niño, que dio con la cabeza contra la cocina de leña, cayendo al piso inconsciente. Su madre reaccionó clavando un pequeño cuchillo que había sobre la mesa en el hombro del matrero. Enfurecido, Gauna sacó su facón, y de un golpe limpio y perfecto, cortó el cuello de Alessia, quien murió de inmediato.

En la puerta de la cocina estaba parada la pequeña Lina, con una muñeca en la mano, cuando Gauna, con el cuchillo goteando aún la sangre de su madre, se acercó a ella con la mirada encendida de infierno.



Eusebio Gauna estaba arrojando los cuerpos de los niños al aljibe cuando llegaban de vuelta Segundo y el muchacho. Al ver lo que pasaba, Segundo se volvió hacia el galpón donde estaba la escopeta que le regalara Enio. Cirilo quedó paralizado de horror y sin poder moverse del lugar.

Gauna fue mas rápido y con la escopeta del italiano disparó primero al muchacho, que cayó ahí mismo y luego al viejo, que arrastrándose por el piso, seguía tratando de llegar al galpón.

Se acercó lentamente al lugar donde estaba el viejo y tomándolo del mentón, le levantó la cabeza y lo degolló.



              Lo siento viejo, me caías bien, pero estos son negocios, le dijo mientras el viejo moría.



En ese instante se escuchó a lo lejos el motor de la lancha de Enio.

Gauna se escondió en la casa y esperó al italiano que, inocente de toda aquella matanza, atravesaba el patio rumbo a la casa sin darse cuenta de nada...

Lo primero que vio fue a su mujer desnuda en el piso, en medio de un gran charco de sangre, la mente del italiano se turbó y cayó de rodillas... un segundo después se irguió y mientras llamaba a los gritos a sus hijos buscaba un revólver que tenía en un mueble de la cocina.

Nunca llegó a usarlo, al darse vuelta, lo último que vio antes de recibir un culatazo de su propia escopeta fueron los ojos demenciales de Gauna, que brillaban con el fulgor del mismo infierno.

Dio media vuelta y cayó de rodillas y de espaldas al asesino, que tranquilamente apoyó los cañones de la escopeta en la cabeza del italiano y disparó.



El matrero revisó las cosas que traía Enio y encontró una abultada suma de dinero, luego dio vuelta toda la casa hasta que en unas maderas del techo encontró una caja metálica de té donde estaba todo el dinero de la familia. Sonrió satisfecho preparó sus cosas y después, pateando el cuerpo de la mujer a un costado, se sentó en la mesa a comer, bebió abundante vino hasta que notó algo a lo que no le había prestado atención... El cuerpo de Cirilo no estaba en el patio, sin pensarlo tomó el revólver que aun estaba en la mano del italiano y salió a buscarlo, siguió el rastro de sangre del muchacho hasta el río y vio que lo había cruzado en un pequeño bote, a unos dos mil metros del ancón donde estaba, había una casa con hacheros, indudablemente el muchacho ya estaría allí.

Al sentirse descubierto se derrumbaba el plan que tenía de quedarse hasta el otro día antes de huir de ahí.

Fue hasta el corral y ensilló el mejor caballo, un alazán enorme, el mas alto caballo que hubiera visto y que era de la silla de Enio, le puso la montura y preparó sus cosas, cargó el Winchester y los dos revólveres, también la escopeta del italiano y cuando tuvo todo dispuesto, cruzó el río por un vado de poca profundidad. Por el oeste se veían los relámpagos de una tormenta que llegaría allí antes de la noche.

                             

Su plan era simple, llegar hasta las barrancas del cazador y allí robar un bote con el cual se escondería unos días en la isla, hasta poder cruzar al Uruguay, desde donde seguiría camino a Misiones, donde tenía un lugar para ocultarse. Con el dinero del italiano, podría vivir por años.



Ya era noche cerrada cuando encontró un alambrado, al bajarse a cortarlo, una bala silbó sobre su cabeza, inmediatamente oyó gran cantidad de disparos y vio a unos ciento cincuenta metros a la gran partida policial que lo perseguía con el muchacho al frente, Cirilo lo había identificado y ahora estaban sobre él.

La tormenta se desató a toda furia y una feroz lluvia parecía que, una vez mas, le permitiría escaparse de la ley... recordaba un viejo camino que usaban los hacheros de monte y que daba a los fondos del Cazador, donde una tranquera desembocaba a la calle que costeando la barranca lo llevaría a una ruta que llegaba hasta el puente Mercante y de ahí hasta el Paraná. A galope tendido se dirigía hacia allí, disparando sus armas con una mano, mientras dirigía al enorme caballo con la otra, las balas policiales pasaban cada vez mas cerca de su cabeza.

                     

En medio de los relámpagos divisó la tranquera abierta, si llegaba hasta allí estaría salvado, su caballo era  mucho mas veloz que el de sus perseguidores y lograría escapar.... cuando estaba llegando vio algo que lo distrajo un segundo, dos luces fosforescentes en un árbol que parecían estar a punto de golpearlo, esquivó las luces hábilmente y giró la cabeza justo en el instante que estaba a punto de atravesar la tranquera....

Un alambre, tensado fuertemente con un malacate para alambres, se extendía de uno al otro poste, por la parte de arriba; el dueño de aquel campo había decidido colocar esa rienda entre los dos postes porque una severa tormenta anterior (la misma que le había permitido escapar la primera vez de la partida policial), había afojado las bases haciéndolos inclinar; la gran estatura del caballo que había elegido Gauna, sumado a su propia estatura hacían que el tenso alambre estuviera exactamente a la altura de su cuello.

En el preciso instante que Gauna atravesaba al galope tendido la tranquera, el alambre funcionó como una afilada guillotina, el cuerpo del jinete y el caballo siguieron por el camino, pero la cabeza no.

Cuentan los memoriosos del pueblo que varios asombrados vecinos vieron pasar al galope un caballo guiado por un jinete desprovisto de cabeza que atravesó todo el tendido del camino que con los años se transformaría en la avenida Kennedy, del barrio parque El Cazador...

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Paraje Vizcacheras, Río Luján, 13 km. al norte del puente Gobernador Mercante

En la actualidad



En esa zona del Río Luján se encuentra, cruzada en medio del curso de agua, una derruida barcaza que casi impide el paso de las embarcaciones por el lugar, unos ochocientos metros tierra adentro y hacia el noreste, hállase una gigantesca y solitaria casuarina, perdida en el medio del campo. Al pie de ella pueden verse unos antiguos pilotes de quebracho que han resistido al paso de las décadas... también se puede encontrar entre la maleza el viejo brocal de piedra de un aljibe.

Justo en aquel lugar, cuentan aterrados cazadores y pescadores que se aventuraron en esa solitaria zona durante la noche, pueden verse las “luces malas”, extrañas luminosidades iridiscentes que bailotean entre las ramas del viejo árbol o sobre los pilotes de madera... el lugar está considerado maldito por los escasos pobladores y nadie frecuenta aquel lugar, ni siquiera de día.

Para aquellos que se atrevan a visitar el lugar, quizá les sería útil llevar cámaras fotográficas, ya que el espectáculo, lejos de ser maléfico, es hermoso y extraño...

                     

No sería osado especular que aquellas no son en realidad luces malas, sino quizá, las almas de dos pequeños niños que no han podido hallar la redención.
Aún.